Capítulo 35

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Kiara esperó un par de minutos a que Elías volviera, pero al ver que no lo hacía, decidió bajar ella misma.

No podía parar de mirarse el tatuaje, ahora empezaba a dolerle un poco, empezaba a sentir que le latía la muñeca, pero no estaba especialmente preocupada. Después de todo lo que había soportado en aquella casa, aquello podían considerarse cosquillas incluso.

Cuando llegó a las escaleras, intentó pasar la mano por la barandilla que acompañaba a los escalones, pero al apoyarla, se dió un golpe en la muñeca y le hizo mucho más daño del que ya soportaba, lo cual le hizo quejarse un poco. Se cogió de la mueca y vio que no había de que preocuparse más que del dolor, el cual era bastante intenso en aquel momento. Cuando consiguió calmarse un poco siguió bajando las escaleras hasta que llegó a la primer planta, donde vio a Elías y su padre mirándola.

–¿Qué?– Preguntó al ver las caras de confusión.

–Has gritado.– Le dijo Gideon.

–¿Estás bien?

–Si, solo me he dado un golpe en la muñeca.

Al ver que Kiara se refería a la muñeca izquierda, Elías se alejó de su padre y fue hasta ella para ver si estaba todo bien.

–¿No hace una hora que te lo he hecho y ya le estas dando golpes?– Dijo cogiéndole la muñeca.

–No ha sido a posta.

–¿Qué le has hecho?– Preguntó Gideon acercándose.

–Oh...

Elías no llegó a contestar. Su padre se acercó lo suficiente como para ver que Elías sujetaba la muñeca tatuada de Kiara, él se sorprendió y después miró a su hijo con una pequeña risa.

–¿Y esto? ¿Ahora va a trabajar para mi?

–¡No!– Dijeron a la vez.

–Le ha gustado mucho el resultado y también quería.– Explicó Elías.– Tus chicas tienen la marca en la muñeca derecha. Pero ella no.

Gideon se fijo que al coger su mano, la manga de Elías se había caído un poco y se le veía el mimo tatuaje en la misma muñeca. Entonces lo entendió y sonrió.

–Ah, vale. Ya lo veo.– Ambos le miraron confusos.– Asegúrate de que está todo bien y después bajad a cenar.

Elías ayudó a Kiara a calmar el dolor en su muñeca por el golpe y después la ayudó cuando empezaba a picarle. Cuando terminó de curarla, ambos bajaron al comedor tal y como su padre les había dicho.

Durante la cena, Elías y Gideon hablaron bastante acerca del trabajo, eso hizo que Kiara estuviera callada todo el tiempo escuchando las barbaridades que le contaba Gideon a su hijo acerca de la prostitución como si fuera lo más normal del mundo. No entendía como era posible que Elías supiera perfectamente lo que era una violación y no fuera capaz de atar cabos y entender el trabajo de su padre.

Casi al terminar la cena, Gideon sacó un pequeño tarro anaranjado de pastillas de la chaqueta. Kiara reconoció el tarro de pastillas, era el mismo bote que le dio Sanders el día que Elías tuvo el ataque de pánico. Pensaba que serían para calmar los nervios de Elías y que nada de aquello volviera a pasar, pero de ser así, debería tenerlas él y no su padre.

–¿Quién necesita pastillas?– Preguntó Kiara.

–Me las ha recetado el medico.– Dijo Gideon mientras se tomaba una.– Para el cansancio.

–¿Para el cansancio?

–El trabajo de mi padre es duro.– Le explicó Elías.– Hace unos años, cuando yo era más pequeño, le afectó bastante más y tuvo que empezar a medicarse. Luego se le pasó, pero parece que ha vuelto...– Elías miró preocupado a su padre.

–Pero no hay de qué preocuparse. Sanders es un buen medico, sabe lo que se hace.

–Eso espero.– Dijo Elías y se levantó.– Si me disculpais, voy un momento al baño.

Kiara esperó con los brazos cruzados a que Elías se marchase y después miró a Gideon casi tan seria como él la miraba a ella.

–No son pastillas para el cansancio. ¿A que no?– Dijo muy convencida pero en un tono no muy alto para que nadie les escuchase. Gideon soltó una pequeña risa, de esas que prohibía tener a su hijo y después se recostó en la silla mientras tomaba un poco de agua.

–Eres más inteligente de lo que pensaba.

–¿Qué son?

–¿Por qué quieres saberlo?– Kiara levantó la cabeza.

–Quiero jugar con algo de ventaja.– Gideon dejó su baso de nuevo en su sitio.

–Leucemia linfocítica aguda.– Dijo manteniendo la sonrisa.– Leucemia. Me la detectaron por primera vez cuando Elías tenía unos diez años. Estuve varios años con medicación, y creíamos que se había terminado, pero hace unos meses se reprodujo. 

–¿Por qué no se lo has contado a Elías?– Dijo Kiara intentando no sentir pena hacia aquel hombre, pero la noticia de que Gideon padecía Leucemia era lo último que se esperaba.

–¿Por qué debería contárselo?

–¡Porque...!– Comenzó a decir Kiara demasiado alto, así que bajó el tono al darse cuenta.– Porque eres su padre. Tiene derecho a saber que su padre está enfermo, sobre todo de una enfermedad como esa.

–No voy a darle motivos innecesarios para que se preocupe.

–¿Motivos innecesarios?

–Me curé de Leucemia una vez...

–Y ha vuelto.– Le interrumpió Kiara, pero Gideon soltó un suspiro seriamente como si no hubiera pasado.

–Y volveré a hacerlo.– Dijo muy seguro.– Elías nunca sabrá nada de esto.

–¿Y si la cosa se complica? Ahí tendrá que saberlo.

–Si la cosa se complica, Elías me salvará.– Kiara no dijo nada.– Él es perfectamente compatible conmigo, y si en algún momento necesitase un trasplante, él no dudará en donarme algún órgano.

–¿Cómo puede ser tan egoísta?– Dijo, ahora enfadada.– Elías no es un repuesto para nadie. No puedes quererle solo por lo que te pueda ofrecer

–Quiero a mi hijo por muchas otras cosas. Muchas más de las que podrías entender.

–¿Por eso vive aquí encerrado? Protegido del mundo, ¿verdad? Apuesto a que lo único que se está protegiendo aquí son sus futuros órganos.

Gideon quiso contestar a eso y poner a Kiara en su sitió, pero antes de que pudiera hacerlo, Elías volvió del baño. Kiara no le vio acercarse, por eso a Gideon le dio a tiempo a relajar el gesto, pero a ella no.

–Hey, ¿qué ha pasado?– Dijo al ver a Kiara tan alterada.

–Nada. Solo hablábamos.

–¿Solo?– Elías miró incrédulo.– Parecía que te ibas a comer a alguien.

Kiara se puso roja de la vergüenza. Gideon se dio cuenta de aquello y le dedicó una pequeña sonrisa de victoria.

Por la noche, Kiara no podía dormir. Pensaba que en cuanto cerrase los ojos Gideon volvería para castigarla por su entrometimiento de la cena. Pero no se sentía tan cansada como cuando aquello pasaba, aunque no podía apartar ninguna posibilidad.

Pero a demás de eso, estaba la leucemia. Tenía miedo de que llegase el día en que Gideon necesitase un trasplante importante y Elías no dudase en ayudarle. Que él no sobreviviese por culpa de su padre la ponía enferma. Pero a parte de eso, tenía otra idea rondándole por la cabeza: ¿Qué pasaba si Elías heredaba la leucemia? Kiara dudaba que incluso supiera lo que era, pero fuera consciente o no, no cambiaba nada. Podría llegar a padecer aquella enfermedad e incluso podría llegar a...

Si Kiara perdía a Elías por ello, no se lo perdonaría a Gideon jamás.

Yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora