Capítulo 30

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Elías durmió algo mejor mientras estuvo con su padre. De niño siempre le calmaba dormir con él cuando tenía pesadillas.

Por la mañana siguiente, se despertó cuando la luz del sol entró y le golpeó en la cara. Se dio media vuelta molesto por la claridad, pero su padre, que ya estaba terminando de vestirse le dijo que ya era hora de levantarse.

–¿Cuánto llevas despierto?– Le preguntó incorporándose un poco.

–Un buen rato ya. Has pasado tan mala noche, que para un rato que parecías dormir tranquilo no quería despertarte.– Elías gruñó un poco y se frotó la cara.– ¿Cómo estás?

–Cansado.– Dijo.– Algo preocupado también, pero dormir mal me cabrea.

–No te preocupes. Seguro que el día de hoy es mejor que el de ayer.– Se acercó y le dio un beso en la cabeza.– Tengo que irme a trabajar. Nani te está preparando el desayuno abajo.

–No tengo mucho hambre.

–Desayuna.– Le dijo su padre.– No quiero tener que preocuparme por tu salud.

Elías se quedó callado mientras su padre se marchaba. Él se quedó un rato en la cama y después se levantó para vestirse y dejar a Koya en su cuarto.

Cuando bajó a desayunar, vio que Nani estaba terminando de poner las cosas en la mesa cuando de repente levantó la cabeza para darle los buenos días y vio que tenía un ojo morado.

–¿Qué diablos te ha pasado?– Dijo alarmado acercándose a ella.

–Oh, ¿eso? No te preocupes. Ayer me caí antes de irme a casa.

–¿Y contra qué te diste? Podrías haberte sacado el ojo.

–Tranquilo, cielo estoy bien.– Dijo cogiéndole de las manos.– ¿Tú que tal estás?

–He pasado una noche horrible.– Dijo sentándose a desayunar.

–Ya veo...– Dijo al verle comer con enfado.– Bueno, no te preocupes. Pronto se arreglará todo.

Esperaba que así fuera, pero una parte de Elías pensaba que aún quedaba mucho para que todo volviera a ser como era antes.

Durante la mañana, le pidió a Triana que no fuera. Ni a Ben. No estaba de humor para estudiar o ponerse a entrenar. Su padre también entendió que no quisiera trabajar aquellos días. Tal cual andaba el negocio, podría permitirse que Elías se quedase tranquilo.

Así que Elías se pasó la tarde en su cuarto leyendo. Casi todo lo que hacía terminaba por recordarle a Kiara, así que creyó lo mejor sería adentrarse en otra historia que no fuera la suya.

La mayoría de los libros que había en su cuarto ya se los había leído, lo cual le recordaba que tenía que pedirle a su padre libros nuevos. Así que cogió uno de los libros que había en las estanterías del salón y subió a leer.

Cuando abrió el libro por primera vez, se sorprendió al ver que había un marca páginas dentro. Pero cuando fue hasta la página marcada, vio que no era un separador, sino una flor.

–La guardó...– Dijo al reconocer el lirio morado que le dio a Kiara.– ¿Por qué te fuiste si lo guardaste?– Susurró.

Elías dejó la flor de nuevo en el libro y respiró hondo. Ahora mismo no quería leer un libro que antes había leído Kiara. Prefería releer algo de lo suyo a leer algo elegido por ella.

Así que dejó el libro en la mesilla y cogió uno de los suyos. Se pasó casi todo el día sentado en la cama leyendo y abrazado a Koya hasta que escuchó un par de golpes en su puerta.

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