Capítulo 41

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Elías entró de golpe en la habitación, encendió la luz y se quedó clavado en el sitio al ver todo lo que había ahí dentro.

Vio los látigos, las cadenas, las sillas de tortura, las telas manchadas de sangre... Todo aquello le recordaba a las películas de terror. Sabía para que se usaba todo aquello, y sabía que era malo, pero nunca pensó que todo aquello podría estar en su casa. La crueldad del mundo de la que tanto le había hablado su padre resultaba que solo estaba tras una puerta.

Kiara entró allí después de él. Estar allí de nuevo le revolvía el estómago y le traía recuerdos que dudaba que pudiera borrar. Intentó olvidarse un poco de la sala y centrarse en Elías, que parecía tan bloqueado como la vez que tuvo el ataque de pánico.

–No sabía que otra prueba darte.– Le dijo Kiara.

–¿Ha usado... todo esto contigo?

–No todo. Pero estoy segura que contando con las demás, lo ha usado todo más de un a vez.

–No lo entiendo. Mi padre no es así.– Dijo dando un par de pasos.

–Puedo asegurarte que si.– Elías la miró.– Tú padre... nunca fue lo que te dijo que era...– Elías respiró hondo.

–Creo que me estoy mareando. Tengo que salir de aquí.

Elías salió corriendo de allí. A Kiara apenas le dio tiempo a reaccionar, por eso cuando Elías se marchó, se quedó un par de segundos allí sola. No pudo soportarlo mucho más, así que ella también salió de allí. Subió hasta la primera planta donde encontró a Elías sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y la cabeza escondida entre las manos.

Su cabeza intentaba procesar todo lo que sabía ahora, como había afectado aquello durante toda su vida y como afectaría a partir de ahora. Su realidad se estaba rompiendo como si hubiera estado atrapado durante años en una jaula de cristal y ahora estuviera completamente solo.

Kiara le observó un segundo, después se acercó hasta arrodillarse frente a él y le cogió de la mano.

–¿Cómo he podido ser tan estúpido y no haberme dado cuenta antes?

–Porque él no quería que lo supieras. Se aseguró de que todas mantuviéramos el pico cerrado.

–¿Qué voy a hacer ahora?– La miró.

–Decidas lo que decidas no estarás solo.

–¿Pero como voy a...?– Antes de que Elías pudiese terminar, escucharon la puerta abrirse.

–Elías, ya estoy en casa.– Dijo su padre pero aquella vez nadie le contestó. Cuando terminó de entrar en casa y vio a Elías y Kiara de aquella manera, supo que algo no iba bien.– ¿Qué pasa?

–¿Que qué pasa?– Elías se levantó y fue hasta su padre.– ¡Pasa que me has mentido! ¡Todos estos años!– Le echó en cara, pero Gideon intentó disimular con una pequeña risa.

–¿Mentirte? Oh, vamos, ¿pero de que hablas? Yo no te he mentido.

–¿A no? ¡Las torturaste!– Gritó señalando a Kiara.– ¡A todas!

–No es verdad.

–He estado en la sala.– Dijo muy serio y el mundo se quedó sin aire por un instante.– He visto las cadenas, las agujas, la sangre... ¿Cómo has podido?

–No lo entenderías.

–¡Pues explícamelo! Estoy harto de que me trates como un adulto para unas cosas y como un niño para otras. Si de verdad me quisieras...

Antes de que Elías terminase la frase, Gideon le dio tal bofetada que le hizo callar, girar la cabeza y quedarse sin aliento. Kiara, que había visto a Elías enfrentarse a su padre de aquella manera por primera vez, se tapó la boca de la impresión cuando vio a Gideon pegar a su hijo.

–Que sea la última vez que pones en duda que te quiero.– Le dijo con un tono tan severo que le costaba mantener la calma, como si fuera a comérselo en cualquier momento.– Y tú...– Se giró hacia Kiara.

Ella se levantó para intentar hacerse la fuerte mientras Gideon se acercan a ella hecho una furia. En cierto modo, esperaba que a ella también la pegase. Que la pegase con la mano, no con un pistola.

Sacó el arma unos metros antes de llegar a ella y le golpeó la frente con la culata del arma. Kiara cayó al suelo de golpe. Sentía la cabeza latirle en la zona en la que le había golpeado, y cuando pasó los dedos por ahí, vio que estaba sangrando. Aquello la dejó un poco impactada hasta que escuchó que Gideon le quitaba el seguro a la pistola y que la apuntaba.

–Te advertí de las consecuencias.– Dijo con rabia.– Y tú siempre conseguías agotar mi paciencia. Y esta es la gota que ha colmado el baso. ¡Debí haberte matado en el bosque cuando tuve la oportunidad!

–¡No!

Kiara veía capaz a Gideon de dispararle. Y lo habría hecho, de no ser porque Elías se puso frente a ella. Había salido del shock en el que entró cuando su padre le pegó y ahora se había colocado entre Gideon y Kiara, poniendo una mano hacia atrás para protegerla y la otra hacia delante para parar a su padre.

–Por favor.– Le rogó.– No... no entiendo lo que pasa. No soy capaz de entenderlo, pero no le hagas daño.

–Las cosas con ella han ido demasiado lejos, tiene que desparecer.– Gideon intentó acercarse a ella.

–Espera.– Elías le detuvo.– Te-tengo una idea mejor: Desaparezcamos nosotros.– Dijo bajando la cabeza.

–¿Qué?

–Elías...– Kiara se levantó.

–La dejas vivir, y nosotros nos vamos. Desaparecemos.– Le miró.– Yo me iré contigo sin hacer preguntas, sin luchar, sin querer escapar... Todo volverá a ser como antes. Lo prometo.

–No, no. No puedes prometer eso.– Le dijo Kiara algo alterada.– ¡Si haces eso terminará por matarte a ti también!

–Tú cállate.– Dijo Gideon apuntando a Kiara por encima del hombro de Elías, lo cual la asustó y la hizo retroceder un poco hasta darse contra la pared. Esta vez, Elías no hizo nada más que permanecer quieto.– Elías.– Su padre le miró sin dejar de apuntar a Kiara. Elías le devolvió la mirada.– ¿Eso que dices es cierto? ¿Estás dispuesto a cumplirlo?

Elías se quedó un segundo en silencio. Kiara esperaba que lo pensara bien y que rectificase. Pero no fue así.

–Sí.– Contestó al final.

–Muy bien.– Gideon bajó su arma.– Haremos eso. Pero antes, nos encargaremos de ella.– Dijo mirando a Kiara y Elías se giró para mirarla. Ella se asustó un poco al ver que Gideon se acercaba y ponía una mano sobre el hombro de Elías con una pequeña sonrisa.– Tú te encargarás de ella.

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