Capítulo 6

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Kiara encontró una sudadera roja y unos vaqueros que la hicieron sentir algo más cómoda. Ponerse aquella ropa la hizo recordar que no estaba en casa, y que no lo estaría en un tiempo. Se sentía una extraña, y lo único que quería hacer era sentarse en la cama y acurrucarse hasta que todo pasase.

Las horas pasaron sin que nada cambiase. Seguía allí encerrada sin nada más que hacer que intentar comprender que había hecho tan horrible como para merecer aquello. Su cerebro intentaba engañarla y decirle que aquello debía de ser algún experimento de la universidad para ver sus reacciones y alteraciones psicológicas, pero la nota siempre volvía a su mente para recordarle que todo era real.

Cuando sus tripas empezaron a sonar, pensó que Elías volvería para sacarla de allí y darle algo de comida, pero él no apareció. La puerta de la habitación se abrió y entró una mujer, bajita y algo regordeta, con el pelo negro recogido en un moño y una tez morena parecida a la de Kiara.

–¿Tiene hambre, señorita?– Le preguntó con una amable sonrisa, pero Kiara apenas se movió.

–Un poco.– Se abrazó la tripa para que no escuchase a su estómago rugir, ya que se moría de hambre.

–Le traigo la comida.– Dijo acercándose al escritorio y dejando una bandeja de comida.

–¿Quién es usted?– Le preguntó Kiara acercándose.

–Me llamo Nani, soy la ama de casa.

–¿Ama... de casa?

–Eso es.– Volvió a sonreírle.– ¿Cómo te encuentras, cariño?

–N-no lo sé.– Kiara se frotó los ojos.

–No te preocupes.– Dijo ella cogiéndole una mano durante un segundo.– Pronto te sentirás mejor.

Nani le sonrió de nuevo y se marchó. Kiara no se esperaba que tuvieran una criada, o como ella decía, una ama de casa. Se empezó a preguntar a qué se dedicaría Gideon Foster para poder mantener todo aquello.

El olor de la comida distrajo un poco a Kiara de aquello. Realmente la comida tenía una pinta exquisita, y el sabor era maravilloso, así que devoró lo que Nani le había llevado en segundos.

Al cabo de un rato, Nani volvió para llevarse la bandeja de la comida, ahora vacía, y dejó a Kiara sola. Desde aquel momento la puerta no volvió a abrirse hasta la cena. Durante el resto de la tarde, Elías pasaba de vez en cuando por delante, siempre haciendo cosas diferentes, pero se las arreglaba para sonreírle cada vez que ella le miraba.

Después de la cena, Nani volvió de nuevo para llevarse los platos y le dijo que lo mejor sería que durmiera un poco. Kiara le hizo caso y volvió a ponerse el pijama de las palmeras azules. Las luces de la casa se fueron apagando poco a poco, incluida la del cuarto de Kiara, así que no le quedó más remedio que irse a la cama.

Para su sorpresa, durmió mucho más agusto de lo que esperaba. La cama era más cómoda que la que tenía en casa, lo cual le hizo dormir como un bebé toda la noche.

Por la mañana siguiente, el olor de la comida la comida la despertó. No había luz natural, solo las luces que se habían apagado solas la noche anterior. Kiara abrió los ojos, se los frotó con los dedos y al incorporarse, vio que la puerta de su cuarto estaba abierta, y que Elías había entrado y la esperaba sentado junto al escritorio con el desayuno.

–Buenos días.– Le dijo él.

–Hola.– La voz de ella era un poco más ronca por haberse despertado hace unos segundos, pero aún así, se levantó de la cama y fue hasta él.

–Me he tomado la libertad de traer el desayuno.– Kiara vio que había dos raciones de desayuno.– Para desayunar juntos.

–¿Desayunas siempre con... tus chicas?– Dijo mientras se sentaba en frente y empezaban a comer.

–Los primeros días a veces. Luego cuando os relajáis un poco y salís hacéis casi todo con mi padre y conmigo.

–¿Y cuando va a ser eso?

–Pues tenía pensado que fuera hoy.– Dijo rascándose un poco la nuca.– Sé que es un poco pronto, pero mi padre no me traía a nadie desde hace tiempo, y...

–Por mi bien.– Le interrumpió.– No es pronto en absoluto.– La sonrisa de Elías se agrandó un poco más.

–Genial.

Que Elías le propusiera salir ya de aquella habitación la iluminó para escapar. La nota del armario decía que no lo intentase, pero si se quedaba allí, terminaría por volverse loca.

Cuando terminaron de desayunar, Elías se quedó en la puerta de espaldas a la habitación para que Kiara pudiera vestirse. Cuando se puso la ropa, se acercó a él y la dejó salir. Cuando Kiara vio las dimensiones de la casa, se quedó sin aire.

–¿Te gusta?– Le preguntó Elías.

–Es... enorme.

–Si. Mi padre dice que ya que no puedo salir, por lo menos, vivimos en una casa grande.

–Claro, lógico...

–Ven, vamos.

Elías comenzó a caminar hacia el salón y Kiara le siguió. Aquella podría ser perfectamente la casa de un cantante multimillonario y famoso por todo el mundo, pero no.

Kiara vio que había ventanas enormes que daban la sensación de estar en el jardín que se veía desde allí. Había una chimenea de mármol con una televisión enorme en frente de un sofá de cuero. Había varias estanterías y un piano de cola blanco.

Elías estaba hablando de cosas que ella no estaba escuchando. Se acercó lentamente a la chimenea y cogió el atizador del fuego que había junto a esta. Pensó muy bien en lo que iba a hacer, agarró el atizador con todas sus fuerzas y cuando sintió la voz de Elías acercarse, ella se acercó y le golpeó en el estómago. Elías gritó de dolor, Kiara soltó el atizador y salió corriendo.

Kiara corrió hasta la puerta con los gritos de Elías de fondo que le pedían que no lo hiciera. Pero al llegar a la puerta, no pudo abrirla. Kiara lo intentó más de una vez, pero al estar cerrada con llave no pudo hacer nada.

–¿Qué está pasando aquí?– Escuchó, y al darse la vuelta, vio a Gideon Foster acercarse poco a poco.

Yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora