Durante casi todas las clases que tenía Andrew aquella mañana estuvo recibiendo mensajes de Dala, aunque no le decía nada en concreto. Solo que fuera a su piso lo antes posible sin que se lo dijera a nadie. Tardó un par de horas más de las que esperaba en poder ir, pero cuando por fin encontró un hueco, se acercó lo más deprisa que pudo.
–¿Se puede saber que pasa?– Preguntó tras llamar a la puerta y que Dala le abriera.– ¿A que viene tanta prisa? ¿Y que haces todavía en pijama?
–Anda pasa.– Dijo cogiéndole de la camiseta y haciéndole entrar en casa.
–¿Por qué no estas en clase? Nunca faltas.
–Esto es más importante.
Antes de que Andrew le preguntase nada más, Kiara apareció por el pasillo. Andrew la miró y se asustó al verla allí de nuevo.
–Ay la virgen...– Kiara se rio un poco.– Estás viva.
–De momento si.
–¡Joder, estas viva!– Dijo y fue a abrazarla.– ¿Q-que haces aquí? ¿Dónde diablos has estado? ¿Y por que estabas muerta?
–Es una historia bástate larga.
–Te la resumo:– Dijo Alice.– Un proxeneta loco perdido la secuestro al salir de la fiesta de Marcus y la llevó a su casa para que fuera el juguete nuevo de su hijo, donde la torturaba sin que el chaval lo supiera si hacía algo malo, pero la ama de casa, una señora muy maja por cierto, la ayudó a escapar sin que se enterasen.
–Te han faltado un montón de cosas.– Le dijo Dala.
–¿Y que más da? es solo para ubicar al chaval.
–Lo que estoy ahora es tonto perdido.– Dijo y miró a Kiara.– ¿Todo eso es verdad?
–Si...
–¿Y por qué no estas en la comisaría para denunciar a esos dos?
–Porque no estoy segura de que quiera hacerlo.
–¿Cómo que no?
–Quiero hacer las cosas bien. Y Elías... no tiene culpa de nada.
–¿Elías es el hijo?– Preguntó mirando a Alice y ella asintió.– Es cómplice de secuestro.
–En realidad eso no es del todo cierto.– Intervino Dala.– Elías no era consciente de que era un secuestro.
–¿Y dejamos que las cosas se queden así?– Dijo Andrew levantado un poco la voz pero ninguna dijo nada.– Oh, ya veo... ¿Es síndrome de Estocolmo?
–Si fuera síndrome de Estocolmo se habría enamorado del padre, no del hijo.– Dijo Alice.
–¿No decíais que era propiedad de el hijo?
–¡No es síndrome de Estocolmo!
–¿Y entonces que coño hacemos?– Preguntó Andrew, pero nadie contestó y durante un rato, todo fue silencio.
–Dala, tú estudiaste alemán durante un semestre, ¿verdad?– Le preguntó Kiara rompiendo aquel silencio.
–Si, aún me acuerdo de algo, ¿por que?
–¿Podrías traducirme una cosa?
Durante el resto del día, Elías vagó como un alma en pena por toda la casa. Su padre se pasó todo el día haciendo llamadas para que encontraran a Kiara, pero él apenas tenía fuerzas para acercarse a preguntar. No comió nada tampoco durante todo el día a pesar de las insistencias de Nani.
Por la tarde, su padre salió dejandole solo y sintió la casa mucho más grande que nunca. Se sentó en el taburete del piano y tocó un par de teclas sin sentido ninguno.
–Oh, cielo...– Dijo Nani acercándose a él y poniéndole las manos sobre los hombros.– ¿Cómo estas?
–No es la primera que se va.– Dijo Elías con la boca pequeña y la mirada perdida.– ¿Por qué con ella duele tanto?
–Porque ella es diferente para ti. La quieres de verdad.
–Siempre las he querido.
–¿Entonces por que ella es diferente?
–No lo sé.
–Porque la quieres.– Dijo acariciándole el pelo.
–¿Crees que volverá?
–Si te quiere, sí.– Elías se giró hacia ella.
–¿Por qué no pueden ser todas como tú? Eres la única mujer que no me ha dejado en todos estos años.
–Ven aquí, cielo.– Dijo abrazándole y Elías se dejó querer.– Tenemos que arreglar ese corazón tuyo.
–¿Y cómo se hace eso?
–Con helado y chocolate.
Nani consiguió levantarle un poco el ánimo a Elías después de aquello. Necesitaba olvidarse un poco de todo lo que estaba pasando en su mundo, y lo consiguió, hasta que su padre llegó a casa. Gideon entró en casa y fue hasta el comedor, donde vio a Elías y a Nani sentados en la mesa comiendo.
–Papá.– Dijo levantándose y yendo hacia él.– ¿Hay noticias? ¿La habéis encontrado?
–No, seguimos buscando.
–¿Y si le ha pasado algo?
–Lo sabremos.– Dijo poniéndole una mano en el hombro.– Todos mis hombres la están buscando. Pronto la encontraremos.– Por alguna razón, a Elías le costaba creer aquello.
–Señor, ¿quiere que le prepare un café?– Le propuso Nani.
–Sí, estaría genial. Gracias.– Volvió a mirar a su hijo.– ¿Por qué no subes y te pegas un baño para relajarte? Nani y yo tenemos que hablar de cosas de mayores.
Elías quería discutirle que él ya era lo suficientemente mayor como para las ''conversaciones de mayores'', pero estaba tan cansado emocionalmente que no se lo discutió.
Elías dejó las luces del baño apagadas y alumbró el lugar simplemente con unas velas. Aquello hacía que todo fuera mucho más relajante. Llenó la bañera de agua caliente y puso algo de música de fondo. Cuando el agua estaba ya a su gusto, se quitó la ropa y la dejó caer al suelo antes de meterse en la bañera.
Tomó una respiración profunda y después metió la cabeza bajo el agua, dándole unas de las sensaciones más agradables que había llegado a experimentar. Abrió los ojo y vió como el techo de su baño se movía por el reflejo del agua y como la música sonaba entre algodones. Al cabo de unos segundos, le pareció ver algo, ver a alguien. Una mujer de piel morena y pelo largo.
Se metió en el agua quedando encima de él y metió las manos hasta sus mejillas. Elías siguió mirándola mientras levantaba poco a poco la cabeza con su ayuda y se disponía a besar a Kiara, pero en cuanto sacó la cabeza del agua, se sobresaltó al darse cuenta de que no estaba respirando. Cogió todo el aire que pudo saliendo de aquella ensoñación y se dio cuenta de que solo había sido eso, un sueño.
Elías estuvo algo asustado por lo que había pasado hasta que se fue a dormir. Abrazó todo lo fuerte que pudo a Koya para dormirse lo antes posible y que terminara aquel día. Pero lo peor llegó al cerrar los ojos. Elías fue atormentado con pesadillas de las cuales no podía despertar y donde veía a Kiara morir en el mundo exterior. A veces él también salía, pero corría la misma suerte, al igual que Nani, su padre, su madre...
Se despertó empapado en sudor frío. Se levantó de la cama sin soltar a Koya y fue hasta el cuarto de su padre, no podía seguir ni un segundo más en su cama. Tocó la puerta un par de veces y le llamó como cuando tenía siete años y era un niño muerto de miedo por los monstruos de su armario hasta que su padre abrió.
–Sé que ya soy mayor.– Dijo con la cabeza agachada y sin soltar su peluche.– Que tengo veintidós años. Que no soy un niño, pero...
–Lo sé.– Dijo abrazándole.– Vamos, pasa.– Dijo dejandole entrar a dormir con él.
ESTÁS LEYENDO
Yours
FanfictionDespertarse en una habitación que no conoces, sin apenas recuerdos de la noche anterior, y con ropa que no es la tuya, asusta. Pero que, a través de un cristal, un chico te diga que eres su último regalo y que ahora eres de su propiedad, asusta aún...