En cuanto la puerta se cerró toda la habitación se quedó a oscuras. Solo se escuchaban las respiraciones jadeantes de ambos hasta que Elías encendió la luz.
Subió una palanca bastante grande que hizo que la luz en toda la estancia se encendiera. En cuanto todo estuvo encendido, Kiara vio que allí había una pequeña cocina, un baño, un par de cama, una zona de estar y unas pantallas con cámaras de vigilancia. Parecía un pequeño hogar pero mucho más frío de lo que era la casa.
Elías se acercó hasta las cámaras de vigilancia y las encendió. Todas las pantallas se iluminaron con imágenes de la casa. Kiara nunca había visto las cámaras. En la que se veía más movimiento, vieron como los policías entraban en casa tirando la puerta abajo y se encontraban a Gideon inconsciente en el suelo. Kiara suspiró entrecortadamente al ver la escena.
–Elías...
–N-no te preocupes. Aquí no nos encontrarán.– Elías se acercó a ella y la llevó hasta un rincón donde la abrazó fuerte y juntos fueron cayendo contra la pared poco a poco hasta quedar sentados.– No nos van a encontrar... Aquí estamos a salvo...
Kiara podía sentir como, a pesar de que estuviera de espaldas a él, la respiración de Elías era acelerada. Como sus manos no paraban de temblar a pesar de que no la soltaba. Como su cerebro no era capaz de procesar nada de lo que acababan de ver.
Todo pasaba demasiado deprisa y demasiado lento a la vez, el tiempo se volvió confuso mientras ellos seguían allí abajo encerrados, abrazados el uno al otro mientras un equipo enorme de policías entraba en la casa, se llevaba a Gideon y registraban todo en busca de Elías y de Kiara.
Ella podía ver las cámaras desde aquel ángulo pero dudaba que Elías pudiera levantar incluso la vista del suelo. Se quedaron allí un rato, hasta que Kiara se vio obligada a volver a la realidad y ser ella la responsable a pesar de ser la misma que seguía atada y herida.
–¿Estás bien?– Le preguntó Kiara intentando mirarle.
–Lo estaré.– Kiara se dio cuenta de que ni siquiera él parecía convencido de aquello.
–Elías, sé que tienes miedo, y que no entiendes nada, pero tenemos que salir de aquí.
–No.– Dijo él abrazando un poco más fuerte a Kiara.– No, ¡no! No podemos.... No vamos a salir. Aquí estamos seguros. Nadie nos hará daño.
–Elías, necesitamos ayuda. No podemos quedarnos.
–¡Si que podemos!– Levantó un poco la voz.– Tenemos todo lo que necesitamos. Aquí estamos seguros.
Elías estaba tan asustado y confuso, que Kiara pensó que podrían llegar a quedarse allí para siempre.
Kiara empezó a forcejear un poco para soltarse de Elías mientras él le pedía que no lo hiciera y que se quedara con él hasta que consiguió soltarse. Kiara se separó un poco de Elías y se quedó frente a él mirándole. Estaba encogido como un niño pequeño, realmente asustado y con la cara empapada por las lágrimas.
–Solo necesito quedarme...– Dijo con la voz rota.– A mi padre y a ti.
–Necesitas ayuda.– Le dijo Kiara.– La gente que está aquí nos está buscando y nos va a ayudar. Pero tenemos que salir.
–¡No! Ellos están aquí para sacarnos al mundo y hacernos daño.– Elías se agarró la camiseta con fuerza.
–Eso no es verdad.– Le dijo Kiara en un tono dulce.– Nadie va a hacerte daño. Todo eso se ha acabado ya. Por eso tenemos que...
–Me he dejado a Koya en mi cuarto.– La interrumpió mirándola.– Y mi padre no está. Por favor no me dejes tú también.
–No voy a dejarte.– Dijo cogiéndole de la mano como pudo.– Pero mírame.– Dijo intentando sonreír por encima de un collar y una correa que la hacían sentir como una perra y bajo una herida de sangre seca.– Miranos... Necesitamos ayuda. Tanto tú como yo. Y solo saliendo de aquí conseguiremos que nos ayuden.
–Nos separaran.
–Sé que lo crees, pero no es así. Tienes que hacer un esfuerzo por intentar entender y comprender que lo que te han enseñado durante todos estos años, no es real.
Elías se pasó las manos por el pelo angustiado y sin dejar de llorar mientras Kiara intentaba no perder esa pequeña luz de esperanza de que accediera.
–Lo intento, de verdad que si. Pero no puedo...– Dijo y volvió a llorar.
–¿Confías en mi?– Preguntó ella tras unos segundos y Elías levantó la mirada hacia ella algo confuso.– ¿Confías?
–Sí...
–Entonces, te prometo que nadie te hará daño y que nadie va a alejarme de ti.
–¿Pero tenemos que salir?
–Pero tenemos que salir.– Repitió ella asintiendo un par de veces.
Elías se sorvió la nariz, se secó las lágrimas y se levantó. Kiara también se levantó y le observó, como aún habiendo tomado la decisión seguía sin saber que pensar.
No es que no supiera que pensar. Sino que no podía. Cada vez que intentaba juntar las piezas del puzzle, terminaba disolviendose en una nube de polvo. No era capaz de entender la situación. Por eso, Kiara pasó sus muñecas por detrás del cuello de Elías y colocó la frente contra la suya.
–Estoy aquí, ¿vale?– Le susurró ella.– Y no voy a irme. Soy tuya, ¿recuerdas? Solamente tuya.
Elías asintió con los ojos cerrados y la abrazó por la cintura. Ninguno se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba un abrazo y lo placentero que podía llegar a ser hasta ese momento.
Siguieron abrazados durante unos segundos más, hasta que Elías se sintió con fuerzas suficientes como para salir adelante. Abrió la puerta para que ambos pudieran salir y después cogió a Kiara de las manos para ayudarla a subir.
Podían escuchar como todos los policías hablaban y se movían por casi toda la casa mientras ellos subían en silencio. Cuando llegaron a la primer planta, se mostraron en silencio frente a todo el equipo que ahora les miraba asombrados. Algunos reconocieron a Kiara de las noticias y se sorprendieron de que estuviera viva en realidad. Pero aún así, los policías distorsionaron la imagen que veían.
Lo que veían era a Elías trayendo con él a una rehén. Traía con él a una chica maniatada y con una fuerte herida en la cabeza. No les dio mejor impresión que su padre, así que antes de que pudiera volver a escapar, un par de hombres corrieron hasta Elías para detenerle mientras otros se acercaban a socorrer a Kiara. En cuanto separaron a Elías de Kiara empezó a gritar, a patalear, a suplicar que le dejarán quedarse con ella, a llorar... Y todo terminó en otro ataque de pánico mientras seguían llevándoselo.
Kiara intentó soltarse de quienes la retenía a ella también y volver con él. Ella también gritaba que le dejarán en paz, que no había hecho nada malo, y siguió gritando hasta que le administraron el sedante que la durmió. Nadie les escuchó ni les creyó.
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Yours
FanfictionDespertarse en una habitación que no conoces, sin apenas recuerdos de la noche anterior, y con ropa que no es la tuya, asusta. Pero que, a través de un cristal, un chico te diga que eres su último regalo y que ahora eres de su propiedad, asusta aún...