Capítulo 10

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Kiara aún no se acostumbraba a tener servicio. Venía de un lugar en el que todo tenían que hacerlo ellas, pero ahora, con Nani todo era diferente.

Cuando terminaron de desayunar, Elías se levantó dejándolo todo en la mesa. Kiara miró como Nani le decía que se fuera con él, que ya se encargaba ella de todo, pero aun así le parecía extraño.

Elías la llevó de nuevo al salón para empezar la visita guiada. Volver a estar allí le recordaba lo que hizo, pero aquella vez descartó la idea de escapar y se centró en escuchar a Elías y en admirar la casa. Kiara se acercó a las ventanas y observó que no había forma de abrirlas.

–¿Ni siquiera sales al jardín?– Le preguntó ella cuando sintió que se acercaba.

–No. Son ventanas a prueba de balas, pero no se abren.

–Tenéis un terreno enorme y muros al rededor. No creo que nadie pueda traspasarlos.

–Además de que para que alguien quisiera entrar, primero tendría que encontrarnos.– Elías la miró y Kiara frunció el ceño.

–¿Dónde estamos exactamente?

–Según lo que mi padre me cuenta y lo que veo por las ventanas, en alguna parte en mitad del bosque.

–¿Qué que?– Kiara le miró.

–Si, es como en esa peli de Piratas del Caribe: imposible de encontrar a menos que ya sepas donde está.

–¿Me estás diciendo que nunca has tomado aire fresco ni siquiera en tu jardín?

–El aire de la casa es renovado cada trece minutos. Siempre estoy respirando aire fresco.

–Eso no es...

–Ya, ya sé lo que quieres decir.– Le interrumpió.– Pero también tengo mi propio lugar para escapar. Ven.

Elías comenzó a andar sin esperar a Kiara, por lo que ella tuvo que hacer un esfuerzo para alcanzarle. Él le llevó fuera del salón, por el pasillo hasta una puerta de cristal, la abrió de par en par y dejó pasar a Kiara.

Dentro, toda la sala estaba repleta de plantas y árboles, como si fuera una pequeña jungla. Las paredes también eran de cristal, al igual que la zona del techo, por lo que realmente daba la sensación de estar en el exterior.

–Es mi pequeño paraíso.– Dijo Elías.

–¿Son reales?

–Hasta el último pétalo. Yo me encargo de su mantenimiento, mi padre no quiere saber nada. Siempre me dice que...

–De tus cosas te encargas tú.– Kiara le miró.

–Si.

Elías cogió uno de los lirios morados que había plantado a su derecha y se acercó a dárselo a Kiara. Él le sonrió y ella cogió la flor.

–Vas un poco rápido, ¿no crees?– Kiara decidió jugar, pero Elías no entendió el juego.

–¿Rápido para que?

–Normalmente los chicos no regalan flores.

–¿Y que regalan?

–No quieras saberlo.– Kiara se dio media vuelta y comenzó a andar.

–¡Quiero saberlo!– Se acercó a ella y se puso delante.– ¿Qué hacen los chicos de fuera cuando quieren ligar con una chica?

–¿Ligar con una chica?– Kiara levantó las cejas.

–Se dice así, ¿no?

–Depende de las intenciones que tengas.– Kiara jugó con la flor.– ¿Qué es lo que quieres de mi?

Elías se quedó callado. Kiara quería saber la respuesta a aquella pregunta, jugar a juegos psicológicos con Elías era divertido, pero quería saber la verdad. Elías se quedó callado un rato más mientras se ponía levemente rojo.

–Yo... No sé.– Suspiró con una sonrisa.– Solo quiero estar contigo.

–¿Pero de que forma?

–Elías, cielo, ¿Dónde estás?– Escucharon y a los segundos vieron a Nani pasar por delante de la puerta. A Elías no le dio tiempo a contestar, pero fue un alivio, ya que no sabía que responder.– Ah, estáis aquí los dos.

–¿Qué pasa?– Elías se acercó un poco a ella.

–La visita tendrá que esperar, cariño. Triana está aquí.

–¿Ya?

–¿Quién es Triana?– Preguntó Kiara.

–Es la hora. ¿La hago pasar?

–¿Quién es Triana?

–Si, dile que ahora enseguida voy.– Dijo y Nani se fue mientras Kiara se acercaba de nuevo a él.

–¿Sabes?, me gusta que me contesten cuando hago preguntas.

–Oh, lo siento. Triana es mi profesora particular.

–¿Tú profesora? ¿Qué estudias?

–No tiene un nombre concreto. Mi padre quiere que me especialice en varias cosas y que sepa un poco de todo por si algún día me toca reemplazarlo en la empresa.

–¿A ti te gustaría ser proxeneta?

–Yo no veo a mi padre disgustado con su trabajo.

–Pero tú no eres como tú padre. ¿Verdad?

–En algunas cosas si.– Dijo con una sonrisa inocente y a Kiara se le erizaron los pelos de la nuca.

–Pero...

–Triana me espera.– Dijo interrumpiéndola.– Nos vemos luego, ¿vale?

–Si, vale...

–Ah, y no subas arriba. Quiero enseñarte yo mismo mi cuarto.

Kiara se quedó plantada en medio del lugar aún con el lirio en las manos. Aquella flor le hacía pensar que Elías no se parecía a su padre, pero tampoco hubiera dicho que Gideon era un psicópata la primera vez que le vio.

Olió de nuevo la flor e intentó auto-convencerse de que Elías era diferente. Que él no le haría nada. Pero a esas alturas de la vida, dudaba absolutamente de todo.

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