Capítulo 24

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–¡Elías!– Gritó ella.

Kiara echó a correr hasta él al verle caer, y al agacharse junto a Elías vio que apenas respiraba. Le costaba coger aire y gritaba de la angustia del miedo de no poder respirar.

–Elías, ¿qué te pasa? ¿Qué ocurre?– Dijo ella desesperada al ver cómo se agarraba la sudadera de forma que parecía querer arrancarse hasta la piel.– Respira. Vamos respira, tranquilo, estoy aquí.

–N-no puedo...– Dijo sin apenas voz.

–¡Nani!– Gritó Kiara pero nadie vino.– Quien sea, por favor. ¡Socorro!– Volvió a mirar a Elías, quien empezaba a ponerse muy pálido.– Te vas a poner bien.– Dijo acariciandole el pelo.– Pero tienes que respirar. Respira, Elías. ¡Por favor!

–¡Kiara!

Cuando Kiara escuchó su nombre, levantó la mirada de Elías por primera vez y vio a Gideon correr hasta ellos. En otras circunstancias, se habría sentido asustada de verle correr hacia ella, pero ahora le parecía un milagro que hubiera llegado pronto a casa.

–¿Qué ha pasado?– Dijo preocupado al ver a su hijo apenas consciente.

–Creo que ha tenido un ataque de pánico. No puede respirar.

–Llama a Sanders. Que venga cagando ostias.– Dijo lanzandole el móvil de su hijo y cogiendo a Elías en brazos.– ¡Y tú entra adentro también!

Gideon acababa de darle a Kiara la llave para salir de allí. Tenía en sus manos la posibilidad de llamar a alguien para que fuera a buscarla, ya que cabía la posibilidad de que aquel móvil no estuviera trucado. Pero en aquel momento, lo único que le importaba era salvar a Elías. Kiara cogió su móvil de como pudo y buscó el número de Sanders.

–¿Dostoc Sanders? Necesito que venga a casa, ¡ya! Elías esta teniendo un ataque de pánico.

El Doctor Sanders le dijo que estaría allí antes de lo que esperaba y después colgó. Kiara se quedó arrodillada en el porche mirando al cielo y suplicando a quien quiera que controlarse el mundo que no matara a Elías. Cerró los ojos y suspiró al darse cuenta de que cabía la posibilidad de que aquella fuera la última vez que viera el sol sin que fuera a través de una ventana.

–¡Ya estoy aquí!– Escuchó y vio al Doctor Sander llegar corriendo.

–¿Cómo ha...?

–Siempre estamos más cerca de lo que crees.– Dijo entrando en casa.

Sanders y Kiara subieron las escaleras lo más rápido que pudieron y fueron hasta el cuarto de Elías. Sanders entró sin ningún miramiento, pero Kiara no fue capaz y se quedó en el pasillo. Desde allí, pudo ver como Elías seguía intentando respirar tendido en la cama mientras el Doctor Sanders intentaba ayudarle.

Kiara se dio media vuelta intentando no llorar, intentando no pensar en que aquello era culpa suya. Cogió el anillo de Elías y se repitió que solo era un ataque de pánico, que todo saldría bien y que no tenía que preocuparse. Pero de repente sintió que el anillo se escapaba de sus manos y que la cadena se ajustaba a su cuello más de lo que debería, dejándola sin respiración.

–Hasta que Elías no pueda respirar, tú tampoco podrás.– Escuchó cómo Gideon le susurraba al oído.

Ella intentó meter los dedos entre la cadena y el cuello para poder hacer algo de hueco y poder respirar, pero cada vez que lo intentaba Gideon tiraba un poco más y la cadena apretaba. Todos los músculos de Kiara se tensaron para intentar librarse de aquello y poder respirar, pero Gideon la tenía muy bien sujeta, y no la dejaría libre hasta que supiera que su hijo estaba libre de peligro.

Así que la mantuvo así unos minutos. La cadena le apretaba lo suficiente como para no poder respirar con comodidad pero a la vez le dejaba pasar suficiente aire como para vivir.

Al cabo de un rato, el Doctor Sanders salió del cuarto de Elías y vio la escena: Gideon ahogando a Kiara con una mano y sujetándola con la otra para que no intentase nada mientras ella intentaba suplicarle ayuda.

–Puede soltarla.– Dijo al final.– Elías está bien.

En cuanto escuchó aquello, Gideon soltó de golpe a Kiara y ella cayó al suelo sujetándose la garganta dolorida y cogiendo tanto aire como pudo. Gideon por su parte entró en el cuarto de Elías para ver que tal estaba su hijo.

–No te habría matado.– Escuchó ella y al levantar la cabeza vio a Sanders frente a ella.

–Mató a las anteriores.– Le miró sería.– Y me matará a mi.

–No si Elías se lo impide.

–Él no sabe nada.– Se levantó.– Quería a las demás y siempre le dejaron. ¡Y mira lo que he hecho yo! ¿Cómo va a permitirme Gideon vivir bajo el mismo techo que su hijo después de hacerle esto?

–Porque él le dirá que te deje tranquila.– Kiara lo dudó.– Confía en él.

Kiara confiaba en qué Elías la defendería, pero no era a él a quien le tenía miedo, sino a su padre.

Sanders se marchó dejando a Kiara sola en mitad del pasillo. Ella pensó en todo lo que había pasado. Se apoyó en la pared y pasó los dedos por el cuello mientras se dejaba caer hasta quedarse sentada, realmente pensó en que iba a morir hace cinco minutos.

Esperó en el pasillo durante un rato. No tenía fuerzas para irse. No sabía que hacer. Solo quería saber que todo estaba bien. Entonces, Gideon salió del cuarto y miró a Kiara, quien se levantó tan rápido como pudo.

–Quiere verte.– Le dijo.– No sé por qué, pero quiere verte.

Y se marchó. Kiara suspiró y se acercó a la puerta. No sabía cómo reaccionar ni que decir, pero terminó entrando.

Elías estaba tumbado en la cama y abrazado a Koya. Tenía algo de mejor color, pero parecía casado. Cuando la vio, sonrió un poco y Kiara se sintió algo mejor.

–¿Cómo estás?– Le preguntó sentándose a su lado.

–Mejor. Puedo respirar.– Se rio un poco.– El médico dice que he tenido un ataque de pánico.

–Si, lo sé.– Bajó la cabeza.– Siento... lo que ha pasado. Todo esto es culpa mía.

–¿Qué? No. ¿Pero que dices?

–Tuviste el ataque de pánico porque te dije que salieras a la calle.

–Si, y fui yo quien accedió.

–Debí haber mantenido el pico cerrado...

–Kiara.– Elías le cogió de la mano y se incorporó un poco.– No ha sido culpa tuya. No te castigues por esto.

–Pero tú...

–Me ha pasado esto porque pensé en mi madre.– La interrumpió.– Recordé todo lo que mi padre me ha contado acerca del mundo. Como muere gente inocente. Como mi madre... Tenía miedo de que nos hicieran algo. De que te lo hicieran a ti.– Kiara se quedó sin palabras.

–Por muy... terrible que sea el mundo, siempre será mejor con alguien como tú en él.

Elías sonrió y Kiara acarició su mano con el pulgar. Aún seguía abrazado a su peluche, y eso le daba un toque de ternura a aquella situación.

–Deberías descansar un poco más.– Le dijo Kiara levantándose.

–¿Te vas? Por favor, quédate.

–Me encantaría, pero tú padre está en casa.

–¿Y qué?

–Pues que ya está lo suficientemente enfadado conmigo.– Elías resopló y se metió en la cama.

–Mi padre no tiene ni voz ni voto en lo que me pertenece.

–Ya, discutiremos eso otro día.– Elías se abrazó a Koya como si fuera un niño enfadado, lo cual le hizo reír a Kiara y después se marchó para dejarle descansar.

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