Pasaron un par de días desde aquella cena en los cuales Kiara aún no sabía que hacer.
No quería esperar demasiado para decidir si marcharse o no. Porque había momentos en los que no le importaría quedarse. Porque Elías lo hacía todo mucho mejor. Las cosas con él iban cada día a mejor. Por él se quedaría, porque tenía la necesidad de que él la necesitaba aunque no se diera cuenta. Y ella le hacía tan bien como él a ella.
Pero luego recordaba todo lo que era Gideon capaz de hacer y no le interesaba quedarse a averiguar más. Se despertaba con miedo por si aquel día hacía o decía algo indebido y terminaba de nuevo en aquella habitación.
–¿Qué tal va el trabajo?– Le preguntó Erick cuando terminaron la clase aquel día, pero Kiara estaba algo distraída.
–¿Eh?
–El trabajo. El de Elías.
–Ah... Bien.
–¿Te queda mucho para terminar?
–Un poco.
–¿Crees que podría leerlo para hacerte unas correcciones?
–Supongo.
–¿En que piensas?– Dijo cruzando se de brazos y apoyándose en el escritorio de Kiara.– Llevas unos días un poco distraída, ¿no?
–No, solo es que... estoy pensando en muchas cosas a la vez.– Kiara no quería contarle su plan a nadie para evitar víctimas inocentes e innecesarias.
–Ya, pues durante las clases céntrate, ¿vale? No me gusta perder el tiempo.
–Vale.
Si Kiara andaba algo distraída aquellos días, Elías estaba muy ocupado. Triana ya se había recuperado y le estaba haciendo recuperar todo el tiempo que habían perdido en menos tiempo del que le gustaría. Y por las tardes, tenía que trabajar más que de costumbre y a veces, entrenar con Ben.
Kiara le veía correr de un lado a otro de la casa sin apenas tomar descanso y pensaba en si realmente notaria su ausencia.
Aquella noche, Kiara estaba tumbada en su cuarto leyendo un poco cuando de repente Elías apareció en su puerta. Llevaba una de sus típicas camisas anchas y unos vaqueros oscuros. Parecía realmente cansado, pero aun así sonreía.
–Dichosos los ojos.– Dijo ella.– Llevas unos días que apenas te veo.
–Lo sé, lo siento.– Dijo yendo hacia su cama y se tumbó a su lado.– Ah, estoy destrozado.
–Estas trabajando mucho últimamente, ¿no?
–Si, hacia mucho que no estaba tan estresado como estos días.
–¿Ya habías pasado días como estos?– Kiara se acercó un poco a él.
–Si, alguna vez.– Elías se tapó los ojos con el brazo.– Pero esos días Triana no me machacaba tanto y Ben no venía.– Dijo riéndose.– Te prometo que me duele hasta el cerebro.
–¿Y por qué no les dices que te den un respiro?
–¿Y que voy a hacer sino?– Le miró.– No tengo nada más que hacer.
Kiara ya no se atrevía a darle una solución a aquello. Sin poder salir de casa las opciones se reducían demasiado.
Elías suspiró un poco y se acomodó un poco más en la cama de Kiara. Ella leyó durante un poco más y después decidió irse a dormir. Y como si sus propias sábanas tuvieran un sensor, nada más abrir la cama, Gideon apareció por la puerta abierta.
–Elías, si vas a dormirte sube a tu cuarto.– Le dijo y él se incorporó un poco.
–No, no voy a dormirme aquí.
–Porque no puedes.
–Ya lo sé. Pero estaba cansado y estaba muy agusto con ella.
–Tienes un sofá increíble ahí fuera.
–No es lo mismo.– Dijo mirando a Kiara un segundo y después volvió a donde su padre.– Me quedo cinco minutos más y me voy a la cama. Lo prometo.
–Muy bien. Pero no tardes.– Dijo y se marchó. En cuanto su padre terminó de subir las escaleras y no podía verles, Elías volvió a dejarse caer en la cama.
–¿Desde cuando tú padre te da tanta tregua con dejar mi puerta abierta tan tarde?– Le preguntó Kiara metiéndose a la cama.
–Desde que llevo una semana haciéndole el trabajo sucio.– Se rieron.
–No deberías.
–Pero así puedo estar contigo. Así.– Con aquello, las luces se apagaron y Elías y Kiara se quedaron mirando mutuamente en la oscuridad.
–Creí que estabas cansado.
–Y lo estoy. Pero no para ti.
–Recuerda la bronca que te echó tu padre por lo de las holandesas. Imagínate si te quedas aquí dormido y no rindes mañana.– Dijo apartándole un poco.– Vete a la cama.
–Le he dicho a mi padre que cinco minutos. Pero tu duérmete tranquila. Te prometo que me portaré bien.
–¿Qué me vas a hacer mientras duermo?– Elías se limitó a reírse.
–Buenas noches.
Kiara negó un poco con la cabeza y después se puso cómoda antes de quedarse completamente dormida.
Kiara no pensó que se quedaría dormida tan rápido, sobre todo estando Elías en su cama. Pero tan rápido como ella, él también se quedó dormido.
Unas horas más tarde, Kiara intentó dar media vuelta en la cama y se chocó con él, despertándose. Kiara pensaba que Elías ya se habría ido a su cama, pero cuando se incorporó ahí seguía él: dormido profundamente. Y la puerta de su cuarto seguía abierta.
Kiara se preguntó si estaría soñando. Pero no lo parecía. Elías se había quedado completamente dormido y ahora la puerta estaba abierta. Y ella tenía una copia de la llave para salir de allí.
Sin pensárselo dos veces, saltó de la cama, se puso una chaqueta, cogió la llave del escritorio y se dispuso a irse. Pero antes de cruzar la puerta, algo en ella le hizo darse media vuelta y mirar a Elías.
Se acercó lentamente cogiendose el anillo que colgaba de su cuello y miró la carita de ángel que tenía cuando se quedaba dormido. Su corazón se rompió en mil pedazos al analizar lo que estaba a punto de hacer. Pero recordó el acero incandescente contra su piel, el agua entrando en sus pulmones, los látigos estrellándose contra su piel, la cadena cortandole el aire...
–Lo siento.– Susurró acariciando la mejilla de Elías y juntando su frente con la de él.– Lo siento muchísimo, pero no puedo.– Una lagrima cayó por su mejilla.– No puedo ser tuya.
Kiara corrió lo más silenciosamente que pudo hasta la puerta y la abrió con cuidado. Cuando vio el exterior, no podía creerse que estuviera funcionando. Que Nani no la hubiera mentido y que fuera a marcharse. Corrió hasta la verja y la abrió.
Pero no se sintió completamente libre al cruzar aquella última barrera. Así que corrió. Corrió descalza y sin rumbo fijo a través del bosque durante la madrugada con la única intención de alejarse de todo aquello y volver a casa.
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Yours
FanfictionDespertarse en una habitación que no conoces, sin apenas recuerdos de la noche anterior, y con ropa que no es la tuya, asusta. Pero que, a través de un cristal, un chico te diga que eres su último regalo y que ahora eres de su propiedad, asusta aún...