A Kiara le costó mucho dormir aquella noche.
Gideon la sacó de su despacho y la llevó hasta su cuarto sin quitarle las manos de los hombros. Cuando entró, Gideon cerró la puerta y la dejó completamente sola.
Kiara no podía quitarse de la cabeza las imágenes que Gideon le había enseñado del accidente, de como había desfigurado a una mujer con sus propias manos y de cómo su familia había llorado su muerte.
Dio vueltas y más vueltas en la cama aquella noche intentando borrar aquello de manera imposible. Por suerte, ninguna alarma ni persona la despertó a la mañana siguiente. Se despertó a su ritmo, sin ninguna prisa ya que se había dormido bastante tarde aquella noche.
Cuando se dio cuenta de que era de día, se levantó de la cama y encontró la puerta abierta, como si fuera una invitación a que saliera y fuera a desayunar.
Salió aún en pijama y se encontró a Elías desayunando sólo con Nani. Él la miró en cuanto se dio cuenta de que estaba allí y le sonrió.
–Buenos días.– Dijo sin soltar la cuchara de los cereales.
–De buenos tienen bastante poco.– Dijo sentándose a su lado.
–No tienes muy buena cara. ¿Qué ha pasado?– Kiara dejó caer su mano izquierda sobre la mesa y se pasó la derecha por la cara.
–Solo he... pasado una mala noche.
–¿Pesadillas?
–Algo así.
–Odio las pesadillas.– Dijo algo más serio y después cogió la mano de Kiara.– Pero no te preocupes. Seguro que después de desayunar, te sientes mejor.
Kiara se apartó las manos de la cara y miró como Elías la cogía de la mano con cuidado. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo pequeñas que parecían sus manos comparadas con las de él. Levantó la mirada y le vio mirándola con una pequeña sonrisa.
–Gracias.– Dijo apartando la mano para coger con ambas el tazón de leche y cacao que Nani le había preparado. Aún no estaba acostumbrada a tanto cariño y atención.– ¿Tu padre ya se ha ido?
–Si. Se ha ido hace un rato.– Elías siguió comiendo.
–¿Tanto he dormido?– Dijo algo avergonzada.
–Un poco.– Elías se rio.– Pero estabas tan mona que no he querido despertarte.– Dijo con una pequeña risita que enseguida quedó escondida tras su mano llena de anillos.
–Pues gracias por no despertarme, necesitaba dormir. Pero despiertame la próxima vez.
–¿Por qué?
–No me gusta dormir de más.
Elías asintió para asegurarle que lo haría y después siguieron desayunando. Al cabo de un rato, la profesora particular de Elías, Triana, volvió. Y con su llegada, las ganas de Kiara de quedarse allí desaparecieron.
Que Triana fuera todos los días la hacía sentirse bastante desorientada. Había perdido la cuenta de cuantos días la había tenido sedada Gideon al principio, por eso no sabía ni que día de la semana era hasta por la tarde.
Por la tarde, Elías bajó de su cuarto mirando el móvil. Se concentraba mejor si estaba en su cuarto cuando tenía que trabajar, así que aquel día, Kiara había estado bastante sola.
–Mi padre llegará pronto.– Le informó acercándose.
–Creí que últimamente tu padre trabajaba hasta tarde.
–Oh, si. Pero los viernes siempre trabaja un poquito menos.
–¿Viernes?– Dijo Kiara levantándose lentamente y acercándose.– ¿Has dicho que hoy es viernes?
–Bueno, técnicamente no lo he dicho. Pero si, hoy es viernes 17 de marzo.
Viernes, 17 de marzo. El cumpleaños de Lizzy.
Aquella fecha no hacía más que repetirse en la mente de Kiara como si fueran horribles martillazos. Y lo peor de todo, no era que se hubiera olvidado. Si no, que, a parte de eso, Lizzy tendía que pasar su cumpleaños con la noticia de que su hermana había muerto hace unos días.
–Kiara, ¿estás bien?–Le preguntó Elías al no comprender lo que pasaba y al ver que Kiara cada vez estaba más angustiada.
–No...– Una lagrima se le escapó a Kiara preocupando a Elías.– No. No estoy bien.
Kiara apartó a Elías y salió casi corriendo de allí. No se preocupó de si la seguía o no. Lo único en lo que podía pensar era en su hermana llorando como ella por haberla perdido. Le había arrebatado su cumpleaños y había implantado su muerte. Pero ella no había sido. El único culpable era Gideon Foster.
Kiara corrió hasta su habitación y se tumbó en la cama abrazando uno de los almohadones para intentar controlarse y calmarse.
Permaneció allí casi toda la tarde. Al principio llorando y después disfrutando del silencio. Aquello la ayudaba a calmarse. Al cabo de un buen rato de silencio, escuchó unas tímidas pisadas acercarse y pararse al borde de su cama. Kiara se incorporó un poco frotándose los ojos y al mirar, vio a Elías sujetando una tarrina de helado y una tableta de chocolate.
–No sabía cual de las dos cosas te gustaba más. Así que te he traído ambas.
–Gracias.– Dijo y él se sentó a su lado.
–¿Estás mejor?– Le preguntó mientras Kiara cogía un trozo de chocolate.
–Algo mejor, si.
–¿Estás... en esos días?– Kiara le miró.
–¿Qué días?
–Ya sabes. Esos días del mes donde las mujeres estáis un poco más...– No le hizo falta terminar la frase para que Kiara supiera de que hablaba.
–¿Qué? No. ¿De donde te has sacado eso?
–Me lo enseñó Laila.– Dijo abriendo el helado y comiendo un poco.– Fue la primera chica que tuve. Me enseñó varias cosas sobre las mujeres.
–¿Cómo consolarlas con helado y chocolate por ejemplo?– Kiara se rio.
–A todas os gusta que haga eso.– Kiara comió un poco de helado.
–Es todo un detalle por tu parte, Elías. Pero no lloraba por eso.
–¿Entonces por qué?
–Porque... hoy es el cumpleaños de mi hermana pequeña, Lizzy. Cumple dieciséis y... no puedo estar con ella.
–No sabía que tenías una hermana.
–Tampoco te he contado tanto sobre mi.– Kiara agachó la cabeza.– Hace mucho que no la veo.
–¿Cuanto?
–Desde hace varios meses.
–¿Y como lo aguantas? Yo creo que sería incapaz de pasar un día entero sin mi padre.
–Iba a verla mañana...
–Ah, ya...– Elías se llenó la boca de helado.– ¿Hay algo que pueda hacerte sentir mejor?
–Pues, podrías dejarme tu móvil para llamarla y...
–Cualquier cosa menos eso.– La interrumpió.– Mi padre controla mis llamadas, y si ve que te he dejado llamar, se pondrá histérico.
–Y lo último que queremos es enfadar a tu padre. Lo pillo. Tranquilo.– Kiara volvió al chocolate.
–Pero si que puedo quedarme aquí contigo comiendo un rato más.
Al principio, Kiara era algo rehacía a aceptar la compañía de Elías. Al fin y al cabo, parte de la culpa de que ella estuviera allí era suya. Pero al levantar la mirada y mirarle, se dio cuenta de que a lo mejor, no era tan horrible.
–No estaría mal.– Dijo al final y siguió comiendo.
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Yours
FanfictionDespertarse en una habitación que no conoces, sin apenas recuerdos de la noche anterior, y con ropa que no es la tuya, asusta. Pero que, a través de un cristal, un chico te diga que eres su último regalo y que ahora eres de su propiedad, asusta aún...