Capítulo 37: ''Se acabó''

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Lo miré un momento y me aliviaba saber que él no iba a dejarme sola en esto. El dinero para mí no era un problema, pues a mi hijo no le iba a faltar nada. Pero criarlo yo sola iba a ser todo un desafío.
-¿Entonces por qué estás así? –le pregunté finalmente.
Él me miró de reojo un momento y luego entrelazó sus manos sobre sus piernas. Comenzó a mover lentamente sus dedos y suspiró.
-¿Quieres saber la verdadera razón por la que estoy así? –me dijo mirándome de frente.
-Sino no te lo hubiese preguntado.
Suspiró.
-Estoy así porque te veo grave y me duele verte así, tengo miedo por ti y por mi hijo. También estoy así porque tú necesitas cuidados especiales, reposo y demás cosas por tu embarazo y sé que no me vas a dejar estar las veinticuatro horas del día cuidándote. Desde el principio supe que no querrías que yo formara parte de tu embarazo. ¿Pero sabes qué? –dijo dirigiéndose hacia mí. –Lamentablemente tendrás que aceptar mi ayuda, ese hijo que llevas dentro también lleva mi sangre, no lleva solamente la tuya. Yo también quiero ver como tu vientre crece mes a mes, quiero ser parte de las ecografías, quiero ser el primero en saber el sexo del bebé, quiero estar a tu lado, quiero ver la evolución.
-Brian yo... -traté de hablar.
Él me había dejado sin palabras. Sinceramente todo lo que había dicho me llegaba al alma y tenía toda la razón del mundo. Él era su padre y debía formar parte de mi embarazo y parte de la vida del niño, no podía dejarlo a fuera de esto. No se lo merece.
-Déjame terminar. –me interrumpió. –En simples palabras quiero estar a tu lado aunque sea en este momento.
-No te olvides que tú también tienes a tu esposa embarazada.
-Sí, pero yo ya la vi embarazada a ella, no es nada nuevo. En cambio tú, tú eres primeriza, Jean, quiero verte evolucionar.
Suspiré.
No dejaría a fuera a Brian de todo esto, tenía razón. Pero tampoco iba a permitir que me ahogara con sus cuidados.
¿Es correcto que lo invite a quedarse en mi casa?
¿Es aceptable?
¿Y Jared?
¿Y Jesica?
Hay tantas cosas de las qué pensar pero ahora no quiero pensar en nada. Sólo le daré la razón.
-Tienes razón. –le contesté. –Por eso te propongo que te vengas a vivir conmigo estos dos meses que estaremos aquí. Será una convivencia de socios, nada más.
-Sabes que es algo más que socios. Compartimos un hijo.
-Sí, pero ese hijo no ha nacido y tampoco es motivo para que me beses, me abraces, me acaricies ni nada de esas cosas. Y si permito que duermas conmigo es sólo por la seguridad del bebé, nada más.
-Eso ya lo tenía claro.
-Pues perfecto.

...

Los días pasaban rápido, los dolores se hacían presente de vez en cuando acompañados de un fuerte dolor de cabeza. Odiaba todo esto.
Brian se había estado portando muy bien conmigo. Había cumplido con todas las reglas que yo le había dado, todas las condiciones que le había dado para que convivamos juntos, todo por el bebé.
Admito que por las noches cuando dormíamos juntos no me aguantaba las ganas de besarlo al sentir su respiración en mi rostro.
Misteriosamente todas las mañanas nos levantábamos abrazados.
No sé si es misteriosamente... está bien, yo lo abrazaba. Sólo porque me hacía frío y su cuerpo era muy calentito.
Ahora me encontraba acostada en el sofá con una manta sobre mi cuerpo y la notebook sobre mi abdomen. Le mandaba e-mails a Jared. Me dijo que tuvo que hacer un viaje con su padre a Japón y que la verdad todo lo que estaba ahí le aburría.
Brian se había ido a la cocina a prepararme un té de naranja helado y un café para él. Estábamos pensando en el nombre del niño.
-Quita esa notebook de mi hijo. –me ordenó Brian entrando a la sala.
Levanté levemente la cabeza para mirarlo. Venía con una bandeja que contenía las tazas.
-¿Y quién eres tú para darme órdenes?
-El padre del niño. La calentura de la notebook puede hacerle mal.
-Ay, no exageres. –le dije.
Agaché de nuevo mi cabeza para seguir escribiéndole a Jared.
Me contaba cómo iban los negocios de su padre. Había hecho una inversión con un socio de Brasil, quién tenía empresas de computadoras por todas partes. También me dijo que me tenía una sorpresa para cuando volviese a Estados Unidos.
Pensándolo bien, estar con Jared no es tan malo. Él es muy lindo conmigo y creo que si le doy la oportunidad de enamorarme lo va a hacer perfectamente.
-¿Con quién hablas? –me preguntó sentándose a la orilla del sofá donde yo estaba acostada.
-Y a ti qué te importa.
-Te lo estoy preguntado bien, Jean. –dijo serio.
-Estoy hablando con mi novio. ¿Algún problema? –dije haciendo la notebook a un lado para mirarlo a la cara.
Sus labios se convirtieron en una fina línea, rodó sus ojos y bebió un sorbo de su café.
-Lo imaginaba. –dije colocando nuevamente la computadora en su posición anterior.
De un momento a comencé a escribir en el aire debido a que Brian me había quitado la computadora. La dejó sobre la mesa ratonera y la apagó.
-¿Pero qué estás haciendo? –le dije molesta.
-No quiero que hables con él.
-Es mi novio, así como tú hablas con tu esposa yo tengo derecho a hablar con mi novio.
-Te dije que no quiero que hables con él.
-¿Y quién eres tú para prohibirme cosas?
-El padre de tu hijo.
-¿Y eso qué tiene que ver? –dije exasperada.
Me incorporé en el sofá y quedamos frente a frente.
Pensé que le había quedado en claro todas las condiciones que yo le había puesto.
-Devuélveme la computadora, Brian. –dije seria.
-No lo haré.
-No te lo estoy preguntando.
-Te dije que no quiero que hables con él.
-Y yo te dije que tú no eres nadie para prohibirme cosas.
Y de repente sus brazos estaban a mi costado apoyados sobre el brazo del sofá, estaba atrapada.
Su rostro estaba muy cerca del mío y su cuerpo comenzaba a incorporarse sobre el mío.
Me quedé sin palabras.
-No quiero que hables con él, eres mía.
Y dicho eso me besó.
Un beso urgido, necesitado, apasionado. Un beso que jamás me había dado nadie en la vida, ni siquiera él.
Trataba de empujarlo y sacarlo del sofá pero después de tantos intentos fallidos dejé de intentar.
Él tomó mis manos y las entrelazó con las suyas para que dejara de forcejear.
Pero yo no podía permitir esto. No iba a caer ante sus pies, así no era el trato.
Así que le mordí fuertemente el labio causando que él hiciera su rostro hacía tras y tocara su labio con su dedo índice.
Yo no quería hacerle daño, lo admito. Pero reglas son reglas.
Él debía respetarme.
-¿Por qué lo hiciste? –gruñó.
-¿Por qué me besaste? –le dije más enfadada.
-No hay caso contigo. –me contestó.
Se levantó del sofá y comenzó a subir las escaleras con su taza de café. Seguramente se iba a la habitación.
O quién sabe, quizás volvía a su casa.
Me sentía arrepentida por haberlo lastimado. Nunca quise lastimarlo pero es por mi propio bien.
Lo pensé un poco y decidí que lo menos que podía hacer era ir a curarle el labio.
Así que me levanté del sofá y me dirigí al baño de arriba para buscar un botiquín de primeros auxilios y curar a Brian.
Cerré el estante del baño cuando tuve el botiquín en mi mano y me dirigí a mi habitación donde seguramente estaba Brian ya que todas sus cosas estaban allí.
Abrí la puerta despacio y noté que él estaba sentado en la cama tapando su cara con sus manos.
Miré el suelo y unas gotitas de sangre descansaban sobre la alfombra.
¿Tan fuerte lo había mordido?
-Brian... -le hablé suavemente.
-¿Qué quieres? –respondió seco.
-¿Me... me dejas curarte? –pregunté con miedo.
Seguro estaba muy enojado y con toda la razón del mundo. Yo le había hecho daño físico.
-¿Qué? ¿Vas a aprovechar para tirarme la botella de alcohol en los ojos o hacerme tragar el pervinox? No, gracias. Estoy bien.
-Discúlpame, yo no quería lastimarte. –dije cerrando la puerta de la habitación.
-Pero lo hiciste.
-Y me arrepiento.
-¿Piensas que diciendo eso se va a solucionar todo? –exclamó furioso levantándose de la cama. –Tú crees que porque te amo voy a perdonarte todo. ¡Todo! ¿Pero sabes qué? Unas simples disculpas a veces no son suficientes. Siempre estás arrepentida cuando ya es tarde. Yo te perdoné muchas cosas, Jean pero ya basta. Basta de todo. Cuidarás tu hijo solo.
-¡¿Qué?! –exclamé. -¡¿Te pones así por una simple mordida?! –le grité.
-¿Acaso no lo entiendes? Va más allá de la mordida, eso no me importa en absoluto pero estoy cansado de tus problemas de niña. ¡Cansado! ¿Comprendes?
-¿Niña? –le respondí. -¿Sabes? Puedes irte. No te necesito. No te necesito en la vida de mi hijo.
Brian se fue dejándome sola. Ahora sí estaba sola. Más que nunca.

...

El proyecto publicitario había terminado finalmente. Nos habían ofrecido ofertas de inversiones y querían comprar acciones de las empresas en forma de patrimonio.
Obviamente mi padre no iba a vender ninguna de PJ, es un patrimonio familiar y corre el riesgo de perderlo todo.
Brian no volvió nunca más a dirigirme la palabra ni yo a él. No lo necesitaba.
Mi embarazo había marchado de lo más bien en estos últimos dos meses. Matt y Chloe se encargaban de cuidarme por las tardes cuando no tenía reuniones ni nada por el estilo.
Jared había venido por mí a Canadá. Y me preguntó si había aumentado de peso.
Yo tenía que decirle la verdad en algún momento, si pensaba quedarme con él.
-No aumenté de peso. –le dije cuando estábamos finalmente en el avión. –Bueno sí pero no de comer.
-¿A qué te refieres? –me miró confundido.
-Si te lo digo sé que vas a dejarme pero no lo voy a poder ocultar mucho tiempo.
Él frunció su ceño y me miró incrédulo.
-¿Puedes ir al grano, cariño?
-Jared yo... estoy embarazada. –dije finalmente.
Jared suspiró y cerró los ojos.
Yo sé que él no quería lidiar con un hijo a esta edad. Ni mucho menos con un niño que no es suyo.
Yo tampoco quería lidiar con un niño a esta altura de mi vida pero la verdad no tenía otra alternativa.
-De Brian, ¿verdad? –preguntó finalmente.
-Fue un accidente. Él no se hará cargo del niño.
-Está bien, me haré cargo del niño como si fuese mío. No te dejaré sola. –tomó mi mano.

Narra Brian:

Había vuelto finalmente a mi casa. Era bueno volver después de tanto trabajo, de tantos problemas. Uno de mis mayores problemas era Jean y su hijo.
Había sido un completo idiota al decirle que no me haría cargo de él. Es mi hijo y lo amo desde el primer momento, al igual que ella. Pero me había cansado de sus cosas de niña pequeña. Sé que es adolescente y es mucho menor que yo pero ya era hora de que ella madurara.
Entré a mi casa y dejé mis maletas en la puerta que unía la cocina con el garaje.
Había olor a tarta de manzana. Mi preferida.
Seguro Jesica la había preparado para mí.
Qué linda.
-¿Jesica? –pregunté dirigiéndome a la sala.
Sin embargo ella no estaba allí.
Volví a la cocina y noté la tarta sobre la barra enfriándose.
Tomé una porción, la coloqué en un plato pequeño y comencé a comerla mientras subía a mi habitación.
Al llegar a arriba escuché a Jesica hablar por teléfono con alguien.
-Sí, Brian vuelve hoy, seguro ya debe estar llegando. –dijo al teléfono.
¿Con quién hablaba?
Coloqué mi oído en la puerta para poder escuchar con más claridad lo que ella decía y adivinar con quién estaba hablando.
Seguro con una amiga.
-Ah, ¿ya te dijo esa mosquita muerta que se acostó con mi esposo?
¿Qué? ¡¿Con quién hablaba?! Sabía que a mosquita muerta se refería a Jean.
-¿Viste? Yo te dije que en el cumpleaños de Chris tu novia se acostó con mi esposo.
¿Hablaba con Jared acaso?
-Ni se te ocurra abrir la boca. –lo amenazó. –Brian no puede enterarse de que mi embarazo es falso. No hasta que tú no te lleves lejos a tu novia. Después veo que le invento a Brian.

Entre mi profesor y yo (Synyster gates 2° Temporada) Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora