CAPÍTULO 49

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La amargura de la esperanza palpada en carne propia yace en mis venas

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La amargura de la esperanza palpada en carne propia yace en mis venas. El dolor inundaba de nuevo en mi ser como nunca antes. Su nombre podía ser el pecado más hermoso, pero su rostro, carcomía los restos de mi pasado y el presente.

Ignoraba a mis agentes por largas horas durante la ruta a Rusia. Deseaba estar solo por un momento y pensar solo en lo que había sucedido. Y sé, maldita sea, lo sé, confirme mi teoría. Ella es aun hermosa, más rápida y segura. La recuerdo perfectamente. Sus ojos, su cuerpo, la talla y en la forma más insuperable de tomarme. Cuanto deseaba pronunciar su nombre, decirle que estoy aquí, pero las ganas se desvanecieron cuando escuche un nombre que no era el suyo. "Leyla". Ella sabe perfectamente en lo que se metió, encontró a su familia, aquella que no pude encontrar porque simplemente no debía investigar de ella por mi bien.

Ahora puedo saber que al menos se encuentra emocionalmente estable. Dudo bastante que no me haya reconocido porque ni siquiera había hablado más de un minuto. Todo era estrategia. Mi agente hablaba por mí solo para salvaguardar mi integridad.

La primera tensión que recién acabo de experimentar, fue con ella. Fui consciente de lo débil que respondí en sus manos. De la necesidad de buscar aire. Del temor que comenzaba a surgir sobre mi piel de que no atacara mi corazón. Aquel que ya hirió una vez. Y yo el suyo.

La fría brisa que golpeaba contra mi rostro era el indicio de que habíamos llegado a Rusia. Volvimos a San Petersburgo. El grupo se divide y se marcha en los carros correspondientes. Esperaba por llegar a casa tan pronto. Darme un baño e intentar olvidar lo ocurrido hace unas horas. Hoy debía ir a la casa de mi hermana para la cena. Tenía seis horas contadas. Un descanso de cuatro horas y dos horas para vestirme e irme de la casa. ¿En qué otra cosa podía pensar en estos momentos? Solo llevo la misma imagen de Victoria. Es una Laghari, eso nunca lo olvide.

Llego a mi casa con la necesidad de reposar mi cabeza sobre la almohada de mi cama, pero puedo percibir que algo estaba fallando con mis agentes e incluso de Santino, a quien encontré en mi sala derrumbado entre espasmos. Elevo la mirada a uno de mis agentes sin entender el contexto al que había entrado.

—¿Qué sucede? Por qué todos están en silencio. —hablo de repente acercándome al centro de la sala donde estaba sentado Santino sobre un sofá.

—Mi padre... —balbucea— mi padre murió, señor Sokolov. —llevo mi mano a la sien de mi cabeza. Frunzo el ceño confundido y la garganta completamente seca. Respiro un poco, antes de preguntar los detalles.

—¿Cómo... sucedió? —pauso— Si hace cuatro días se le comunico de tu ascenso y sonaba perfectamente bien.

—Murió por un paro cardíaco según las investigaciones. Ese es el resultado de la autopsia. —me acerco a Santino. Ahora entiendo el sentir del reciente egresado. Me pongo de cuclillas para acompañarlo y recalcarle un mensaje.

JÚRAME OLVIDARME| Pasiones secretas N°3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora