《Capítulo 8》

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Addison Miller

Comienzo a caminar de puntillas hasta llegar a la escalera que se encontraba en la entrada principal, pero para mí desgracia, mi madre estaba esperándome allí con los brazos cruzados sobre su pecho y su ceño fruncido. Creo que esta vez no podría salvarme.

—¿Por qué no fuiste a tu cita?

—Me abdujeron los aliens.

Intento ignorarla, tratando de esquivarla para poder llegar a mi habitación, pero eso resultó ser imposible. No importa cuánto intentara rebasarla, ella era más rápida que yo interponiéndose en mí camino.

—Me castigaron —respondí encogiéndome de hombros.

—¡¿Qué estupideces estuviste haciendo, Addison Deméter Miller?!

—¡Golpeé a Mark Stevenson por llamarme perra! —respondí alzando la voz—. Esa fue la estupidez que estuve haciendo. Se nota que ya no confías más en mí, porque cualquier castigo o advertencia que reciba, piensas que yo soy la culpable.

—Cariño, yo no quise decir eso. —Se disculpó mi madre, mientras se acercaba mí—. Todo va a estar bien.

—¡Deja de decir que todo va a estar bien! ¡Enfréntate a la maldita realidad en la que vivimos mamá! —grité furiosa intentando contener mis lágrimas—. Deja de aparentar que todo es perfecto y que con decir que todo va a estar bien, me olvidaré de lo que pasó y volveré a ser la misma.

—Es que todo va a estar bien, solo es cuestión de tiempo y algunas sesiones con el psicólogo.

—¿Quieres que todo esté bien? ¿Qué pueda ser feliz? —pregunté sarcásticamente—. Entonces deja de mandarme a esas citas y clubs de apoyo, porque tal vez a otras personas las ayude a mejorar su estabilidad emocional, pero a mí no. No puedo expresar lo que siento con esas personas, con esos extraños, que lo único que dirán es «Eres muy valiente Addison, poco a poco volverás a ser la misma. Gracias por contarnos tu experiencia» y aplaudirán. No te atrevas a negarlo, porque sabes que es verdad.

—Hagamos un trato —propuso mi madre, colocando sus manos sobre mis hombros—. Cuando termine tu castigo escolar, irás al grupo de apoyo solo por una semana; ese será mi castigo para ti. Si el grupo no te ayuda, ya no te obligaré a ir.

—De acuerdo —respondí sorprendida por la repentina decisión de mi madre—, ahora quiero subir a mi habitación y cambiarme.

—Claro. —Mi madre, depositó un beso en mi frente para luego caminar en dirección a la cocina— Te amo, cariño.

—Y yo a ti, mamá —respondí mientras me acercaba a ella y depositaba un beso en su mejilla.

—Ah, casi lo olvido —dijo mi madre mientras se acercaba a la pequeña mesa redonda que estaba al lado de la puerta de entrada—. Llegó esta carta para ti.

—¿Acaso es de un admirador? —preguntó riendo.

Tomo la carta y comienzo a examinarla extrañada por esta repentina noticia, pero por alguna razón esto no parecía ser de un admirador. Ni si quiera tenía uno.

—¿Todo está bien? —preguntó mi madre.

—Sí.

—Me alegro. —Ella sonrió y caminó hacia la cocina.

El sobre era de color negro y en el medio había un sello de color rojo con una extraña forma que no podía comprender.

Le agradezco a mi madre y subo la escalera rápidamente, no sabía por qué, pero esta carta me daba muy mala espina.

Nuestros Propios Demonios |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora