《Capítulo 34》

579 101 153
                                    

Addison Miller

Por fin había llegado a casa. Jamás pensé que podía extrañar tanto este lugar.

—Solo tienes una maleta —dijo Harry señalando la maleta azul —, pero como buen caballero que soy me tomaré el tiempo de llevarla a tu alcoba.

—Creo que yo puedo sola, Reynolds —respondí tomando mi maleta—. Yo que tu ayudaría a Noah para bajar las maletas de Sav.

—Tienes razón —contestó dirigiéndose al auto—. Te veo mañana en clases.

—Hasta mañana —saludé depositando un pequeño beso en sus labios para luego entrar a mi casa.

Subí por las escaleras rápidamente para dirigirme rumbo a mi habitación.

Al entrar deje mi maleta en una pequeña silla sabiendo que algo no estaba bien.

—Cuanto tiempo ha pasado. —Escuché su voz, aquella que reconocía a la perfección.

—Aléjate de mí, Michael.

—Tranquila, no vengo a hacerte daño —dijo con una sonrisa perversa—. Por el momento.

—¿Qué carajo quieres? —pregunté. Mis manos temblaban y mi corazón iba a mil por ahora—. ¡¿Que mierda haces aquí?!

—Solo vengo a conversar —susurró sentándose en el borde de la cama—. Es gracioso ver cómo te intimidas tan rápido. Eres demasiado débil, creo que no has ganado la suficiente fortaleza como para enfrentarme.

—No vuelvas a decir que soy débil —farfullé acercándome a él con rabia, observándolo directamente a los ojos—. No sabes cuantas tuve que dejar de llorar y salir con una puta sonrisa.

Él asintió lentamente, levantándose de la cama. Su gran altura me intimidad, pero no iba a demostrárselo.

Comenzó a recorrer lentamente la habitación, tocando algunos objetos que estaba en mis muebles. Se dio la vuelta y sonrió.

—¿Sabes cuál es la mayor diferencia entre nosotros dos? — inquirió sarcásticamente—. Que yo sé que, o mejor quien, es tu debilidad. En otras palabras, Harry Reynolds.

—Siempre creí que tú eras el rey del juego y que yo solo era una carta más de la baraja —respondí sonriente sabiendo que ahora ambos estábamos al mismo nivel—, pero no olvides que hay una reina, y en cualquier momento puedo destronarte y hacer caer tu reino.

—¿A qué quieres llegar con eso? —Su voz salió firme, pero podía notar la duda en él.

—Una pequeña y dulce niña —susurré dando una breve pausa—. Una inocente en tu familia, la única por lo que tengo entendido. Tan frágil y débil.

—¿Cómo carajos sabes eso? —preguntó. Su mandíbula se tensó—. Entonces sabes que no tengo otra opción. Sangre con sangre será.

—Así es —respondí sintiendo como la adrenalina recorría mi cuerpo.

—Dijiste que ibas a hacer caer mi reino, ¿no es así? —dijo con una amplia sonrisa en su rostro—. ¿Y que tú eras la reina?

—Sí —respondí con la cabeza en alto.

—Solo te diré que si tú eres la reina y yo soy el rey ambos compartimos el mismo reino —indicó con una sonrisa victoriosa—. Así que si yo caigo tú también caerás conmigo. Querida Addison tú sola te estas metiendo en medio de la tormenta y ambos sabemos que no eres lo suficientemente fuerte para resistirla.

—Estas muy equivocado Michael, porque yo soy la jodida tormenta —indiqué—. No creas que porque llevas años en esto serás mejor que yo. Por lo que entiendo estamos iguales, no creas que no soy capaz de acabar contigo.

Nuestros Propios Demonios |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora