Addison Miller
Habían pasado dos semanas desde aquellas cajas extrañas. En ese lapso de tiempo, pude encontrar tres cajas más, que en su base tenían escritos los números dos, cuatro, cinco y seis; sin contar la caja que habíamos encontrado Noah y yo arriba de la mesa, que tenía el número uno en su base. En sí, faltaban dos cajas más. La número uno y la siete.
Habían pasado solo tres semanas y mi vida había dado un giro completo. Salía más seguido con Savannah y Noah; salidas que incluían a Harry. Se podría decir que ya éramos amigos.
Nos sentábamos juntos siempre que compartíamos clases y en la cafetería. Era un chico sumamente divertido, alegre; me contó un poco más del accidente de su hermano y como había ocurrido. No podía comprender como alguien que demostraba ser tan alegre y gracioso podía tener el alma hecha pedazos.
Al contrario, yo no le había contado nada más de lo ocurrido en aquella fiesta, no me sentía preparada para contárselo.
Ya no iba más al psicólogo, ni a los grupos de apoyo, lo que significaba un gran alivio para mí. Por fin mi madre y mi padre habían comprendido que a pesar de sus esfuerzos para que siga yendo, no iba a cambiar mi elección, así que se rindieron.
Hoy, Harry iba venir a mi casa para poder hacer un proyecto que nos habían mandado en química. Estaba preparando todo cuando escuché que el timbre sonó, por suerte mi madre estaba llena de trabajo al igual que mi padre, así que no pasaría ningún momento vergonzoso delante de Harry.
Bajé rápidamente las escaleras y cuando estuve frente a la puerta la abrí.
—Miller —saludó.
—Reynolds —respondí riendo, una costumbre entre nosotros era llamarnos por nuestro apellido, haciendo que parezca algo serio, algo formal—. Pasa.
—Gracias —dijo entrando a la casa—. ¿Lista para hacer el proyecto más divertido de tu vida?
—Química no tiene nada de divertido —contesté arrugando el entrecejo.
—Cuando se está con Harry Reynolds, todo es divertido.
—Ya los veremos —respondí rodando lo ojos—. Subamos a mi habitación, allí está todo para comenzar el proyecto.
Él se detuvo en medio de la escalera, me observó y sonrió.
—¿En qué clase de locura estás pensando Harry Reynolds?
—¿Damos un paseo?
—Harry...
—Miller, por favor —suplicó haciendo puchero.
—Ay, de acuerdo.
Bajé nuevamente intentando ocultar mi sonrisa, no quería que me viera sonreír. Tomé mi abrigo que se encontraba en la sala y ambos salimos por la puerta, en dirección a la calle.
Hoy era un día hermoso, el solo iluminaba todo a nuestro alrededor, y el cielo se encontraba despejado. El viento resoplaba más fuerte de lo común, pero de todas formas era una hermoso día para dar un lindo y tranquilo paseo.
Observé a Harry, quién no dejaba de observar las copas de los árboles con mucha atención, y lo pequeños pájaros que se posaban sobre las ramas.
—Vas a caerte —indiqué.
—No. —Me contradijo—. Tal vez sea muy torpe, pero puedo caminar sin mirar al frente.
—¿Cómo haces eso?
—Solo escucho, dejo que mis oídos e incluso mi piel me guíen hacia donde debo ir.
—Tu instinto.
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Nuestros Propios Demonios |EDITANDO|
Teen FictionEn un mundo lleno de maldad en donde los verdaderos monstruos somos los seres humanos, las consecuencias caen tanto en el más culpable como en el más inocente, Addison y Harry saben muy bien eso. Ella es reservada y el mundo se ha ganado su odio. De...