Addison Miller
Harry, Savannah, Noah y yo caminábamos en silencio por las calles del pequeño pueblo. El viento movía las copas de los árboles con fuerza, provocando que las hojas se desprendieran de las ramas, y junto a la tierra, crearan pequeños remolinos.
Las clases ya habían acabado.
Harry tenía en sus manos el frasco de vidrio con todo el dinero adentro. Habíamos ganado la apuesta, pero eso no me importaba ahora.
Tal vez en si la situación se hubiera dado de manera diferente, estaría feliz, pero no lo estaba. No sabía cómo me sentía, eran una mezcla extraña de emociones que no llegaba a comprender por completo,
Sabía que los tres querían hablar conmigo sobre lo que había sucedido, pero había entrado en un estado de shock y no podía hablar, simplemente las palabras no salían de mi boca y no entendía porqué.
Era como si el miedo me obligara a callarme, el miedo me estaba dominando nuevamente y sabía que no iba a ser tan fácil derrotarlo. Nunca lo había sido.
Aprendí a vivir con él, no porque quisiera, sino porque no tenía otra opción. Estaba tan cansada de sentirme intimidada, de vivir bajo la sombra de los Stevenson.
A lo mejor no estaba destinada a tener un final feliz, algunas personas son felices, otras hacen el intento de serlo, y por otra parte están a las que simplemente les importa una mierda su vida. Aceptas el hecho de que no vas a poder cambiar el rumbo de tu vida, no importa cuanto lo intentes o desees, solo sabes que estas destinado a habitar al caos.
¿Suena deprimente? Claro que sí, ¿lo es? No. Solo consideró que es un argumento realista, una verdad difícil de aceptar.
—No puedo creer que hayan ganado la apuesta —decidió hablar Savannah para ahuyentar el silencio.
—Gané dos apuestas —musitó Harry —. No olvides que nosotros dos apostamos, y como yo gané debes hacer algo por mí.
—Ya lo sé, no hace falta que presumas —farfulló cruzándose de brazos—. Es mejor que nos apresuremos a llegar a nuestras casas, el cielo se está tornando oscuro y lo más seguro es que comience a llover.
—Vayan ustedes —dijo Harry —.Yo acompañare a Addison a su casa.
—¿Estás segura? —preguntó Noah.
Yo solo asentí lentamente con una leve sonrisa.
Es así como cada uno siguió otro rumbo. Savannah y Noah por un lado, Harry y yo por el otro.
El silencio volvió a apoderarse de nosotros, yo estaba sumergida en mis propios pensamientos. Intentaba procesar todo lo que había sucedido hace unos pocos minutos.
Pensaba en si alguna vez iba a poder ser libre del miedo que sentía, si iba a ser feliz una puta vez en mi vida. Me gusta engañarme, decir que mi cansancio es flojera o falta de dormir, pero en el fondo sé que estoy cayendo de nuevo y que cada caída es más fuerte.
Tenía miedo, mucho miedo. Podría pasar que Michael no solo me lastimara a mí, sino también a las personas que amaba, a Savannah o a Noah.
A Harry.
Creo que jamás me perdonaría si le llegara a pasar algo. Es mi culpa que él se haya metido en esto, toda esta mierda es mi culpa, y aunque me doliera tenía que alejarlo.
¿Acaso no dicen que cuando amas a alguien lo tienes que dejar ir?
Así es, amaba a Harry Reynolds. En estos seis meses él había cambiado mi perspectiva de ver las cosas y no comprendía como podía amar a alguien en tan poco tiempo.
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Nuestros Propios Demonios |EDITANDO|
Teen FictionEn un mundo lleno de maldad en donde los verdaderos monstruos somos los seres humanos, las consecuencias caen tanto en el más culpable como en el más inocente, Addison y Harry saben muy bien eso. Ella es reservada y el mundo se ha ganado su odio. De...