Capítulo 20: Confesiones, verdades y decisiones

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El sol estaba alto en el cielo cuando Isaac despertó.

Su alarma debería haber sonado a las ocho para ir a comprar suministros como vendas y otros útiles clínicos pero era tarde.

Se incorporó bruscamente, recordando lo ocurrido la noche anterior. Scott había llegado y le había hablado de Deucalion...

Un lobo enorme estaba dormido en el suelo, junto a su cama.

Isaac se inclinó y hundió los dedos en el pelo oscuro entre sus orejas, mitad por impulso mitad por un deseo irrefrenable de sentir su calidez.

El lobo abrió los ojos, amarillos y brillantes. Se dió la vuelta quedando de espaldas a Isaac y se volvió a convertir en humano.

Mi alfa.

Isaac sacudió la cabeza. ¿De donde había salido esa idea loca y absurda? Le daría las gracias por haber ido a avisarle y...

Su mano estaba temblando otra vez. Se la sujetó. Scott estaba sentado en el suelo y cubría sus partes íntimas como señal de respeto, aunque Isaac ya las había visto una vez.

—Cuéntame exactamente quién es Deucalion y que te ha hecho para que le tengas tanto miedo.

—Iba a ser mi alfa, designado por mi familia... pero ocurrió algo.

Scott notó como todos sus músculos se tensaba hasta el punto de tener que uno de sus tendones reventara. Su alfa... su alfa...

—Cuéntame todo. Y que hacen en el grupo.


❀ ❀ ❀ ❀


Stiles no se reconocía bien en el espejo del probador. Liam le sonreía.

—No vas a volver a usar chalecos. Esos quedan prohibidos y desterrados. Prohibidas las camisas de rayas o cuadros, a no ser de que tengan un toque diferente pero nada de ir planchado hasta el alma. Y no más tweed ni cuadros ni nada de eso.

—Estos pantalones me quedan estrechos.

—Son jeans, skinny jeans. Y te quedan perfectos. No quiero volver a ver esos pantalones con pinzas tan... de abuelo aburrido.

—Necesitaré algo menos atrevido para el trabajo.

—Suéters grises y negros, jeans... compra unas gafas de pasta negra bonitas para cuándo tus ojos necesiten un descanso de lentes de contacto. Y el cabello... así.

—Mañana tengo una cita.

Liam le miró y luego sonrió. Con toda la boca y hasta los ojos.

—Vaya... una cita.

—Se llama Brett. Iremos a comer algo y tomar un poco de cerveza, es portavoz y periodista y un poco mayor que yo...

—Suena a polvo perfecto.

—Dios mío, Liam. No es como si fuera a follar con el...

—Claro que lo harás, tú lo sabes y yo lo sé. Derek ha roto lo único que te detenía, una vez vi el historial de tu Google cuando usé tu teléfono y tú no eres como Isaac. Y estarás deseando probar si es mejor que con Derek

—No se...

—Compraremos una caja de condones. Recuerda que otro omega no va a embarazarte, pero un beta o un alfa si, y que hay muchas enfermedades a los que no somos inmunes. Incluso si follas con un humano.

—Liam...

—Stiles, sólo cuídate. Derek te ha hecho mucho daño. Más del que admites. Y es normal que te sientas raro... rebelde... pero ese Brett suena como un buen tipo.

—No sé si me acostaré con el.

—De todos modos, compraremos los condones.


❀ ❀ ❀ ❀


Isaac no pudo parar una vez que todo empezó a salir a borbotones de su boca.

—Mis padres me designaron a un alfa cuando cumplí la edad legal. Entonces me llevaron a la mansión de Deucalion, el iba a ser mi alfa.

Scott estaba apretando los puños. Sus nudillos estaban blancos y llego a temer que se le rompiese un hueso.

—No te marcó. Nunca fue tu alfa.

—No, no me marcó. No sé lo permití.— Isaac empezó a contar. A medida que avanzaba la historia, que frase a frase iba relatando aquella tarde en casa del alfa que había arruinado su inocencia, Scott iba sintiendo una furia cada vez más intensa. Todo su cuerpo estaba en tensión y con un ruido de rabia se levantó, olvidando cubrir su desnudez, y se dirigió a la puerta.

—Scott... ¿a dónde vas?

—Voy a matar a ese hijo de puta que dañó a mi omega.

—No lo mates.

—¿Por qué?

—Porque entonces el señor Hale creerá que lo maté yo y de verdad soy un terrorista antisistema.

Scott se detuvo. Eso era cierto. Para proteger a su omega debía actuar con inteligencia porque ese maldito Deucalion no era un idiota.

—Y no soy tu omega...

Scott se acercó y se puso en cuclillas frente a Isaac. Le acarició el mentón. Y con el pulgar, los labios.

—En serio, no seré el omega de nad...

Scott le besó.

Nadie había besado nunca a Isaac. Jamás. Y de repente Scott estaba acariciando sus labios, rozando los suyos propios. Isaac trató de decir algo, pero Scott aprovechó para acariciar la línea donde el labio superior e inferior se unían con su lengua. Cálida, dulce, húmeda.

Y no le estaba haciendo sentir mal. Ni incómodo. Era agradable...

Scott de detuvo antes de seguir avanzando. Porque su instinto adivinó algo. Isaac no se estaba retirando, estaba permitiéndole avanzar pero no participaba.

No sabía cómo. Su alfa rugió satisfecho. Iría despacio con Isaac. Porque su Omega no sabía besar. Y no quería asustarlo.

Se retiró, pero antes le besó despacio el hueco del cuello donde debería ir, donde iba a ir, su marca.


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El Código Hale [STEREK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora