Capítulo 40: El Acantilado de los Caídos

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Scott buscó las palabras adecuadas en su cerebro. Era difícil procesar y responder a esa información más cuando gran parte de su torrente sanguíneo estaba acumulado en sus genitales.

—Son solo tres días...

Tocaron a la puerta. Scott se metió en la cama.

—Adelante.

Isaac se encerró en el baño. Abrió el agua, la puso lo más fría que pudo y se aplicó agua para bajar la erección.

Aunque cada vez era más difícil lograr eso.

Cuando salió se encontró con Scott completamente feliz con un papel de alta en la mano.

—¡Puedo irme a casa!

—Pero supongo que tienes que guardar reposo y cuídate y esas cosas.

—Supones bien, pero para eso tengo a mi omega... ¿no?

Isaac se ruborizó pero no lo negó.




❀ ❀ ❀ ❀



Stiles despertó con un grito que le dejó adolorida la garganta. Apenas había logrado conciliar el sueño por aproximadamente media hora. Entonces la pesadilla se había vuelto más intensa y aún más realista. Ojos amarillos mirándolo fijamente. Aullidos desesperados. Los lobos del reloj. Un tic tac que de hacía cada vez más intenso, sonaba más fuerte y le taladraba la cabeza...

La última imagen era del lobo negro al borde de un acantilado. Stiles sabía cuál. Era el acantilado de los Caídos, no esta muy lejos, como a una hora, y había recibido ese nombre porque durante años había sido escenario primero de ejecuciones en la Edad Media y luego un lugar donde los alfas que se consideraban indignos o caían en desgracia, elegían habitualmente para poner fin a su vida.

La leyenda decía que bajo el agua había cientos de huesos de caídos para recibir el cuerpo y alma del nuevo miembro.

Stiles se levantó de la cama. Mierda. Algo dentro de él le decía que tenía que llegar cuanto antes, antes de que el lobo llegase allí y decidiese saltar.

No le gustaba conducir. Nunca lo hacía. Odiaba el tráfico y además estaba la contaminación... pero en bicicleta tardaría mucho.

Por primera vez agradeció la licencia de conducir que sus padres le habían obligado a sacar el coche que le habían comprado y movía aproximadamente una vez cada dos meses para que no se dañase.

Subió al coche y lo puso a la máxima velocidad que se atrevió.

El domingo era lluvioso. El cielo estaba gris y oscuro.



Derek había corrido desesperado durante más de veinticuatro horas pero no había logrado encontrar ningún sitio donde huir o esconderse.

Finalmente había llegado a la conclusión de que lo mejor para todos era rendirse. Entregar su alma en el lugar donde los alfas sin honor lo hacían. Dejar de hacer daño. Terminar con todo.

Estaba al borde del acantilado, mirando el fondo, con miedo a la abisal nada frente a él pero con más miedo aún a seguir dañando a cada persona que tuviese la mala fortuna de provocarle sentimientos.

Iba a saltar.



Stiles frenó el coche y derrapó un poco. Casi se golpea pero no importaba. Había llegado al acantilado. Corrió como nunca en su vida, mientras el agua golpeaba su cabeza y hombros.

Entonces lo vio.

Era el lobo más hermoso que había visto jamás. Y era enorme. Con los ojos opacos por estar tranquilo. Esos ojos verdes. Y negro. Un hermoso lobo negro. Era espectacular... alargó la mano.

—Derek...

El lobo aulló desesperado y Stiles trató de acercarse.

—No lo hagas. No conviertas tu destino en esto. Tú no eres un deshonor. Tú eres un alfa que aún tiene mucho que demostrar...

El lobo agachó la cabeza y se transformó. Derek apareció ante él. Desnudo, sucio de barro y mojado, temblando.

—Es lo mejor. Salvaré a todos con mi sacrificio. No tengo ya nada que aportar.

—Dame la mano. Aléjate de ahí.

—Lamento todos mis errores pero esto es lo mejor...

—¡Quieto! — Stiles corrió hacia él y le agarró por el brazo cuando Derek iba a saltar. Le tiró al suelo. Derek forcejeó levemente pero luego se detuvo.— No te lo voy a permitir...

—¿Por qué?

—Porque te amo.— Stiles le besó y Derek sollozó temblando. El agua arreciaba sobre ellos.— Y si vuelves a intentar algo así te juro que yo salto también.

—Tu no lo mereces.

—Tú tampoco. Vamos. Te llevaré a casa. He traído mi coche.

Stiles lo levantó. A pesar de ser él omega, era fuerte. Le sostuvo en brazos y lo acostó en el asiento trasero del coche.

Dispuesto a llevar a su alfa a un lugar seguro.




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El Código Hale [STEREK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora