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RUIDOS
10/04
María.
Pasaba por las góndolas del supermercado que me quedaba más cerca del departamento, digamos que tan supermercado no era, sino un maxikiosko bastante completo. No sabía que iría a comer y por esa razón salí a buscar algo, de paso comprar más de lo que necesitaba.
Veo el precio del yogur y me hace dudar de llevarlo, pero de pensar que iría perfecto con los cereales que ví en la sección de fideos, me tienta y termino dejando la leche en caja para poner el yogur en la canasta. Me detengo en tomar unas tapas para empanadas y de paso una bolsita de ñoquis. Hace rato no comía.
Camino hacía el lado dónde estaba el chico que se encargaba de cortar la carne y que a veces atendía la caja también, ya que solo dos se encargaban de este kiosko 24 h. Era bueno, tipo te pintaba comer unas milas a las tres de la mañana y yo solo debía caminar una cuadra y media para comprar.
—¿Sí, te doy...? —cuestiona el flaco y soy una mal pensada porque antes de contestar me río por su pregunta, el chico se ríe poniéndose rojo y aclara:—. Digo... ¿Qué llevas?
—Molida. 1 kilo. ¿Puede ser? —contesto reprimiendo mi sonrisa.
El asiente y espero paciente para después de unos minutos darme. Me cruzo del lugar para buscar puré de tomate, que me faltaba, y agarrar el cereal, un arroz y fideos. Ya haría una compra grande.
—Hola amor.
Giro mi cabeza encontrando a ¿Mi papá? Qué me decía amor este retardado.
—¿Miguel? —cuestiono, viéndolo que estaba de camisa, corbata y traje y miraba el estante como si fuera que iba a comprar.
—¿Cómo andas? ¿Todo bien? —cuestiona como si nada agarrando un paquete de fideo coditos, alza su vista y me mira esperando una respuesta.
¿Qué mierda hacía acá? Sería mucha coincidencia que ande comprando en estos lados y por lo que sabía el vivía en Tigre así que no vendría a hacer compras acá.
—¿Qué haces acá? —suelto sin aguantarme, casi con la boca abierta. Disimulo y miro que más metería a mi changuito.
—¿Por qué no me dijiste que te echaron porque debías el alquiler? —suelta directo y mete ese fideo en MI canasto, estoy perdida.
—¿Quién te dijo?
—Podías acudir a mi María Lucía. —informa, casi molesto y más porque me llamo por mi segundo nombre.
