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CLARIDAD













María.

Olvido mi rabia y el momento de Valentín diciéndome amor para limpiarme la boca y respirar para señalar al portón del edificio.

—¿Salías?

Aunque dudo que Valentín salga con esas fachas, estaba con una remera lila que muy pocas veces lo ví usar, llevaba un jogging gris con el logito de Nike y andaba en ojotas con medias.

—No, bajaba para recibir un pedido de comida. —me contesta sin mucho interés para cambiarme de tema—. ¿Qué te pasó? ¿Me lo vas a decir?

Justo cuando estoy pensando que decir veo detrás como un chico con la camperita de Glovo se acercaba para tocar timbre. Así que lo toco a Valentín para que lo vea, el le levanta la mano diciendo que ya iría y se gira a verme.

—Esperame subimos juntos.

Suspiro después de que se aleja, no me quedaba otra opción. Me distraigo unos segundos observando que el chico de la empresa lo conoce porque tiene una sonrisa enorme cuando lo ve de cerca, alguna cosa le debe decir porque Valentín se ríe asintiendo mientras le paga el pedido. El chico sigue mirándolo sorprendido al parecer hasta que reacciona cuando Valen le da el cambio, se despiden, más bien con un apretón de mano a la altura del pecho y se marcha.

Tan colgada estaba que olvide de serenarme antes y limpio mi cara o más bien hago que la limpió. No había largado muchas lágrimas.

—¿Y?

—Estoy mejor.

Intento sonreír acercándome a él, que duda de mi respuesta y me mira haciendo una mueca.

—¿Vos sabés que podés contar conmigo, lo sabes?

Asiento y le agradezco con una sonrisa para ir apretar el botón del ascensor, él me sigue detrás casi en silencio e ingresamos a la caja metálica de la misma forma.

—Perdón pero no puedo... ¿Por qué llorabas? ¿Pasó algo malo, María?

—Algun tema ahí con mi vieja, mi vida. —me rio tratando de no llorar y él me mira más serio que nunca—. Pero sinceramente... No quiero meterte en esto. No quiero hablarlo.

Valentín asiente a medias y se termina de acercar a mi para apoyar su mano en mi hombro y después acariciar rápidamente mi pómulo y luego bajar su mano en mi cintura.

—Bueno, está bien. Cuando quieras hablarlo podés conmigo. ¿Sí? —emite y asiento respirando profundo para verlo más suelto a él—. Pensé que te había pasado algo en la forma que te pusiste, me asustaste.

tercer piso | wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora