treinta y cinco

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Zayn se vino a mi casa, estábamos esperando a los demás para irnos todos juntos en las motos. Él y Niall eran los únicos que no tenían.

Estaba mirando las fotos que tenía por el salón y cogió una de ellas.

—¿Qué le pasa a esta? — preguntó.

La miré y me reí. El cristal y el marco estaban completamente rotos.

—Esa la rompió Amber cuando quería que rompiéramos. Montó un verdadero drama.

—¿Por qué no la has cambiado a otro marco?

—Me gusta así, es como una metáfora. El cristal está roto pero aún así no lo suficiente como para caerse en pedazos. Representa nuestro amor.

Se quedó pensando mientras lo observaba. Me miró sonriendo de lado.

—Odio dices cosas como esas.

—Harry Styles; filósofo, mejor persona.

—Más quisieras.

—Es verdad.

Me dio un golpe en el brazo con el puño cerrado y luego me despeinó sujetando mi cabeza con su brazo izquierdo.

Oímos el sonido de unas motos y salimos a la calle, los demás estaban allí.

Subí a la mía y Zayn se montó detrás, esperé a que se agarrase al asiento y arranqué.

El camino al hospital se me hizo largo. Siempre me ocurría lo mismo, cuanto más deseaba algo tenía la sensación de que la espera se me hacía más larga.

Y yo deseaba ver a Amber.

Cuando logramos llegar aparcamos las motos una junto a la otra y entramos dentro.

Fuimos a la habitación pero nos dijeron que se estaba haciendo unas pruebas, por lo que nos sentamos en el sillón que había en el interior de esta.

—¿Cómo estará? — habló Liam.

—Espero que lo mejor posible dentro de lo que cabe.

Hice una mueca con la boca. Yo quería que ella estuviera bien, que estuviera sana y salva.

Añoraba ver su cara de dormida cada día en el instituto; la forma en la que apretaba sus labios cuando se enfadaba conmigo; cuando la besaba y sonreía en mitad del beso; cuando la abrazaba y la sentía tan frágil y vulnerable; cuando sonreía y se le formaba una pequeña arruga junto al ojo; cuando me decía que me quería.

Echaba de menos todas y cada una de aquellas cosas.

Ni siquiera estábamos juntos, pero no me importaba. Iba a estar junto a ella hasta el final, fuese cuando fuese.

Miré la cama de Gordon. Era extraño pensar que hasta hacía poco él había estado ahí durmiendo por las noches. No había tenido una gran amistad con él, ni habíamos sido los mejores amigos del mundo, pero me había dolido su muerte.

Tanto él como Amber eran muy jóvenes, estaban en la flor de la vida y no se merecían irse de ella a tan temprana edad. Eran personas buenas, no le habían hecho daño a nadie y esa maldita enfermedad les había destrozado.

Amber me había condenado cuando me la pegó pero me salvó también advirtiéndome. Era irónico pensar que nuestra primera vez juntos podría haberme matado.

La puerta se abrió y por ella entró Amber con ayuda de una enfermera.

Estaba pálida y en los huesos. Se le marcaban las mejillas y tenía ojeras.

Tosió muy fuerte y se llevo la mano al pecho. La enfermera le preguntó algo en voz baja y ella negó con la cabeza. Tenía los ojos cerrados, como si intentara aguantar todo lo posible el dolor que le había provocado el haber tosido.

La llevó hasta la cama y la acostó. Nosotros lo mirábamos todo en silencio. La enfermera nos sonrió y salió de la habitación.

—Quiero que os entereis vosotros los primeros. — dijo y se tapó los ojos con el brazo derecho — Estoy mal, los médicos me han dicho que me quedan menos de cuarenta y ocho horas.

Y fue aquel momento en el que sentí que el mundo se me caía encima.

peligro | Harry Styles #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora