44. El amanecer de Rit...

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Las imágenes dentellaban ante la mirada de Rocío que podía recordarlo todo. La sensación de estar nuevamente en el desierto le hacía evocar los viejos juramentos. Allí, tendida en el piso y con las langostas comiendo su carne, supo que la muerte no era más que el principio y que no podía quedarse ahí tendida, dejando a los insectos torturar su alma hasta la demencia total. El miedo, la tristeza y el dolor se iban convirtiendo en una furia santa como la que embarga a los guerreros durante los combates tumefactos. La imagen de su madre muerta, devorada por una de las plagas de Moisés, la enardecía de venganza. Ya no sentía más pánico, sino ira, una ira como jamás había sentido.

En un instante el aire se llenó de arena dorada que se impregnó a los insectos que se la comían y los diluyó como agua a la sal. No quedó uno solo de ellos sobre su cuerpo, y los que aún pululaban por ahí no se aproximaban a Rocío que poco a poco iba entrando en el más grandioso Trance Hiperbóreo. En segundos, los circuitos espectrales de la chica se llenaron de un cálido espectro amarillo. Su piel, que casi se había convertido en una sola lonja de carne roja y sangrienta, se iba regenerando, retomando su existencia para cubrir los músculos con la blancura inmaculada de una suave película protectora. Sus huesos se rearmaban, se unían desde las astillas en que la caída inmensa los había fragmentado. Sus órganos curaban, sus hemorragias se detenían. En segundos Rocío había regenerado todo su cuerpo sobre el que se iban inscribiendo hechizos tatuados en egipcio antiguo. Todo un zoológico sintagmático se iba narrando sobre la piel de la ojosa cuya humanidad empezaba a ser bañada por una luz dorada que ceñía su belleza semidesnuda, apenas cubierta por ropajes rasgados y manchados de sangre. Rocío dejaba de ser Rocío y empezaba a mutar en la verdadera faz de Rit, la vraya de Ramsés.  

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora