57. Ursus y el Dr. Siegnagel...

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Diecisiete de febrero del año 2002. Ciudad de La Paz, Bolivia.

En aquellos días, la ciudad de La Paz tenía una sola clínica psiquiátrica con varias especialidades y dependía del Gobierno. La Caja Nacional de Salud de Bolivia estaba construyendo un nuevo complejo psiquiátrico en la Zona Sur de la ciudad, pero mientras tanto, la mayoría de los enfermos reposaban en las instalaciones de la zona de Miraflores.

Entre los médicos que trabajaban allí estaba el doctor Arturo Siegnagel, un profesional que tenía una importante trayectoria en el campo de la psiquiatría. Hizo múltiples estudios y trabajó en varias clínicas, de entre las cuales destacaba el Centro Psiquiátrico Javier Patrón Islas, de la ciudad de Salta; institución en la que el Dr. Siegnagel se hizo famoso por la precisión de sus diagnósticos y el esmero de sus cuidados. Se dice que terminó su ciclo en Salta debido a un evento triste y extraño en el cual una mujer, paciente del Dr. Siegnagel y que respondía al nombre Belicena Villca, murió asesinada. Poco tiempo después de aquello, el famoso médico dejó el Centro Psiquiátrico Javier Patrón Islas y deambuló por varios países, realizando estudios y trabajando en otras clínicas.

En aquellos días, el Dr. Siegnagel ya era más que una entidad de la profesión y varios médicos pedían consejo para dar diversos diagnósticos. Por lo tanto, era un hombre tanto ocupado como visitado. Ese día en particular no fue la excepción pues el doctor recibió una visita, pero esta era un tanto menos usual pues su visitante era un individuo a quien no veía hace largo tiempo.

El sol entraba por la ventana de la oficina, no hacía demasiado calor ni tampoco frío, era un día templado. Un fuerte olor a madera impregnaba todo el recinto, un edificio bastante viejo pero aún útil para las funciones que se le designaron. Promediaban las 14 horas con 6 minutos cuando una enfermera hizo su ingreso a la oficina:

—Doctor, tiene visitas.

—¿Familiar, paciente? Creí que no tenía agenda para esta hora.

—Así es, doctor, pero esta persona dice que es urgente.

—Nombre.

—Señor Santa Cruz de la Vega.

El doctor llevó su diestra hacia su quijada, pensó unos segundos y:

—Dígale que pase.

Desde luego, el rostro de su visitante no le resultaba para nada ajeno. Arturo Siegnagel conocía bien a ese hombre, el que llamaban Ursus de la Vega. Claro, su carnet de identidad no llevaba ese nombre. A los ojos del Estado su identidad recibía el sustantivo de Pablo Santa Cruz de la Vega, aunque ese era solo un aspecto nominal pues ese no era su verdadero nombre, lo era únicamente para asuntos del universo mundano en la Realidad Realmente Material.

Cuando Arturo lo vio, sintió ganas de reír pues supuso que pasarían muchos más años antes de volver a reencontrarse, pero los designios de los Dioses son misterios; Arturo lo sabía tan, pero tan bien.

—Ursus —dijo el doctor—, no te esperaba sino hasta el próximo kairos.

—Lo siento, sé que es repentino, pero tenía que venir.

—Toma asiento.

La visita tomó la palabra de su anfitrión y se sentó en el mullido sillón de cuero que estaba delante del escritorio del doctor.

—Pues —continuó Arturo—, tú me dirás.

Ursus suspiró levemente y dijo:

—Has recibido a un paciente importante, Arturo. Uno en similar condición a la señora Belicena Villca.

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora