16. Rosales Sangrientos...

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Las formas y texturas de los recuerdos de Diana seguían incrustándose en el alma de Berkana mientras ésta descendía a profundidades cada vez más ignotas

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Las formas y texturas de los recuerdos de Diana seguían incrustándose en el alma de Berkana mientras ésta descendía a profundidades cada vez más ignotas. Delante de ella estaba María Luchnienko, guiándola de alguna manera por el laberinto. Dio una ojeada a su alrededor y vio todo un cosmos interno desplegándose frente a ella. Pero había más que solo luz y oscuridad, también había dolor y tristeza, tanta que podía llenar el cosmos que la rodeaba. En el interior de Diana no había nada semejante al vacío, todo estaba lleno.

Finalmente, el camino de los circuitos espectrales había llevado a la Centinela al núcleo mismo de Diana. Entonces pudo ver una inmensa nebulosa imbricada de estrellas frente a ella. Berkana conocía esa nube del espacio, había visto fotografías en libros de texto. Sin duda era la Nebulosa de Orión.

¡Qué ironía! —pensó Berkana—. Orión es aquel cazador de la mitología que murió asesinado por la diosa Artemisa.

Mientras más se aproximaba, la nube cósmica se hacía cada vez más nítida. Pero entonces algo empezó a desencajar. Lo que parecían estrellas en realidad eran rosas, miles de ellas, rodeadas de un halo de fuego violeta.

No toques el fuego —dijo María Luchnienko—. Es fuego fátuo, hará arder tu alma hasta que explote.

Berkana sabía a lo que se refería María. Las almas, que son arquetipos imperfectos del karma de la vida, almacenan sentimientos cálidos y pasiones. El fuego fátuo actúa como un detonante, y la materia álmica es la pólvora.

La nube tenía un definido olor a aromas frutales. Aquella fruta dulce llenaba los pulmones de Berkana, había mucha azúcar allí. Pero entonces un perfume de rosas sustituyó al aroma frutal. Venía impregnado de un sofocante aire caliente y húmedo. Al llegar aquella humedad, las rosas del camino dejaron de arder. Habían aún muchas más rosas en el interior de la nube que en la periferia. Bajo sus pétalos se expandía una infinidad de tallos cuya prolongación parecía internarse hasta el misterioso corazón escarlata de la nebulosa. María siguió internándose en las profundidades de la nube hasta que el ambiente se hizo demasiado espeso para continuar. Delante de María y Berkana se expandía una monstruosa enredadera de rosas y espinas que latían y se retorcían de manera grotesca.

¿Dónde estamos? —dijo Berkana.

Hemos llegado —respondió María—. Mi pequeña, mi hija...

Berkana miró a María y notó que su rostro estaba lleno de lágrimas.

El Espíritu de mi Diana se halla aprisionado en el interior de esas rosas.

¿Las rosas?

María asintió en silencio.

Esas rosas son la expresión arquetípica del espectro violeta en estado deformado. Un alma como el de mi hija convierte el espectro en diversas formas de sufrimiento y energía sexual para atormentar su Espíritu. Esa es su maldición, lo ha sido desde que encarnó en este universo y en los milenios no ha logrado liberarse de ella. Las rosas fueron creadas por la Madre Dolorosa de Chang Shambalá, absorben el espectro violeta. Si un Espíritu encarna en forma humana, esas rosas se pegarán a él como un alma sufriente que existe entre la lujuria más terrible y el tormento de la carne; si tal Espíritu corresponde a un ente masculino, las rosas se volverán cardos. Pero si es un Espíritu femenino, las rosas se convertirán en una prisión aberrante, como la que tiene aprisionada a mi hija. Esta monstruosa alma estuvo atormentando el verdadero ser de mi Diana desde que encarnó por primera vez, hace miles de años. Sus rosas se alimentan del dolor y la lujuria acumulándose con las eras.

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora