Recuéstate en el suelo y hablemos bajo el cielo brillante,
una estrella fugaz atravesó ese cielo tan profundo.
En tus ojos llorosos, quebrándose tu corazón, miraba tu deseo de volver atrás en el tiempo,
y seguir con esa tu mente juguetona de niño.
Estamos cambiando, volando con alas invisibles juntos y lejos a la vez.
Estás apagándote,
pero aún podemos ser brillantes en un final secreto.
Tú tienes el boleto del último vagón.
Hola, adiós. Una y otra vez
Nos vemos en el futuro, amor;
me verás con un telescopio, cuando me convierta en tu estrella.
Quédate aquí, quédate por favor. No me abandones...
Plastic Memories OST, Again & Again
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La hora casi había llegado y el cielo empezaba a enrojecerse con la luz del alba. Le quedaban pocas horas a Rodrigo en aquella magnífica fortaleza. Poco después de la medianoche la luna estaría llena y directamente alineada con la torre principal de la Fortaleza de Oricalco, evento que indicaría la hora de partir. No tenía ya muchas cosas pendientes y se había despedido de la mayoría de sus amigos y seres queridos. De no ser por una última despedida, todo lo que habría restado era esperar. Pero aún le restaba el más doloroso adiós de todos. Claro, Rodrigo no iba a buscar por sí mismo aquella situación, sino que dejaría que ocurriese de forma tan natural como todos sus encuentros previos. Cosa que, a esa hora del alba, finalmente acontecía.
Ella venía con el Arco de Artemisa colgando a sus espaldas. La reliquia resplandecía magnífica pero delicadamente con los tonos del atardecer. Y no solo el Arco resplandecía bellamente, sino también su portadora. Ella se había puesto la ropa más normal y casual del mundo, tanto que, de no ser por el enorme Arco a sus espaldas, parecería una chica paceña y mundana a inicios de los 2000 lista para tener una cita normal con un muchacho igualmente normal.
Al verla aproximarse lentamente, una sensación de caos y emoción se apoderó de Rodrigo.
—Diana —farfulló.
Sin que Rodrigo supiera cuándo, Diana ya le había dado alcance y rosaba con su palma el rostro del lobo.
—¿Acaso eres real? —dijo Rodrigo de forma automática.
—¿Crees que no?
—No me atrevería a imaginarlo.
—Tonto, claro que soy real.
—Esto ya lo vivimos —dijo Rodrigo.
—Sí, en tu cumpleaños del 99 —agregó Diana y tomó de la mano al lobo—. Éramos niños en ese entonces.
—Quizás lo sigamos siendo.
—Niños grandes, ¿no?
—No, niños inmortales. Niños condenados a vivir la misma despedida.
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El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor Eterno
FantasíaUn final épico para un viaje legendario. La historia que se catapultó a universos imposibles llega a un epílogo brutal e inesperado que, si bien se anunciaba como una tragedia desde el inicio de la saga, no pudo hallar un puerto más impredecible par...