75. Destino...

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Veintiocho de agosto del 2002. Fortaleza de Oricalco.

Han pasado 6 meses desde la batalla final en la ciudad de La Paz umbral. Con la victoria de los Centinelas en esta fase de guerra, un espacio de frágil paz se inauguró. Los arcángeles y demonios sobrevivientes se escondieron en las profundidades de la Creación, listos para dar el salto cuando termine todo. Los veteranos supérstites de la batalla habían regresado a sus regiones de origen. Sin embargo, ya no eran los mismos, nunca más desde que vieron la luz violeta iluminando la frágil malla de la realidad. Del mismo modo, los guerreros erkianos que regresaron a sus hogares parecían personas diferentes. Se llenaron de sabiduría y finalmente conocían los secretos del cosmos en toda su colosal dimensión. Pronto partirían de esa capa quántica y saltarían a la siguiente.

Pero no todo era paz en los días de los hiperbóreos sobrevivientes. Un último evento estaba por dar inicio, anunciando nueva vida y esperanza renovada para los linajes Reviellere, Luchnienko y ... una tercera casta de sangre pura, con el Signo del Origen marcado a fuego frío en las venas mientras el desastre quántico narra su drama infinito. Sería una amarga conclusión y lo sabían. 

Durante la dulce espera, que no fue tan dulce, la joven pareja de padres permaneció en la Fortaleza de Oricalco. Los aldeanos veían pasear a la Centinela Ultravioleta en compañía de Laycón por las obras de reconstrucción de Erks, con el rostro lleno de armoniosa calma mientras ella tarareaba melifluas melodías para su niña aún sin nacer. Era un cuadro hermoso que brindaba esperanzas para un nuevo tiempo entre los erkianos. Después de todo, aquella joven pareja de guerreros venidos de otro mundo eran héroes para Erks y la promesa de una nueva generación les indicaba que la herencia de sangre perduraría para el futuro. ¿Qué futuro? Tiempos nuevos, multiversos nuevos. Ellos sobrevivirían al despertar del soñante porque tenían la sabiduría para ello. Pero para aquella heroína en estado de gravidez había un destino diferente. Su salud se volvió extremadamente frágil, una debilidad que la ciencia del mundo del milenio no podía explicar. Sin embargo, los médicos erkianos sí podían y el diagnóstico era simple: su tiempo se había terminado. Con la reunificación del lobo y la recuperación del Arco de Artemisa en manos del linaje Luchnienko, el propósito de Diana dentro de aquella existencia estaba cumplido, por lo que sus circuitos espectrales se secaron completamente y su cuerpo se empezó a debilitar lenta pero constantemente. Tenía que llevar consigo el Arco de Artemisa a todas partes para recibir el vital espectro necesario a fin de completar su gestación.

En compañía de su amado esposo, sus hermanos y amigos, Diana pasó los últimos meses de su vida con una alegría que llenaba de melancolía el corazón de quienes le rodeaban. Quería convertir los días finales en un recuerdo hermoso que acompañe a todos en el gran final. Y es cierto, nadie la olvidaría. En Erks había dejado su nombre escrito para la historia y el devenir de los erkianos, quienes viajarían de un multiverso a otro. Pero ella no los acompañaría. 

La madrugada que iniciaron los dolores de parto también indicaban el epílogo de un amor antiguo y hermoso que sobrevivió desde tiempos de la Atlántida para vencer todo desafío. Claro que iba a doler, claro que costaba aceptarlo. ¡Cuesta aceptarlo, maldita sea! Claro que cuesta aceptarlo; porque fueron milenios enteros esperando un momento vago de hogar y termina como una maldita despedida anunciada. Ellos lo sabían, pero, ¿saberlo anticipadamente puede ser consuelo alguno? Es imposible que lo sea, y es cruel porque además no hay otra opción más que aceptarlo. ¿Verdad? ¿Verdad amor? ... ¿Verdad que sí? ... Vamos, respira, respira... Aquí estoy, quédate tranquila, no me iré a ningún lado.

—Tranquila, amor, resiste...

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—Aquí estoy, aquí, a tu lado...

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—Respira, respira...

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—¡No!, no cierres los ojos...

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—Respira, respira, tranquila. Aprieta mi mano...

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—¡Un esfuerzo más! ¡Lo estás logrando!

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—¡Bien, bien hecho! Lo hiciste perfecto. Mira, es niña... Nuestra niña... ¿La oyes? Está llorando. Es tan pequeñita.

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—Diana... ¿Diana? ¡Diana! ¡Estoy aquí, justo aquí!

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—Tranquila, ella está bien. Mira, soy el primero en abrazarla.

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—Briana, qué lindo nombre. Me pregunto de dónde te salen las ideas. Pero ya que eres su madre, pues la llamaremos así. Será Briana.

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—Mira, Brianita, soy tu papá. Y ella es mamá. ¿La oyes, Diana? Es nuestra hija. Diana... Diana... Abre los ojos, por favor. ¡Odín, haz que abra los ojos!

—... ... A... Alan. Estoy cansada, quiero descansar. Sé un buen papá con tu hija. Briana, sé una buena niña con tu padre...

—No, no cierres los ojos, háblame, háblame más. No, mejor escúchame, solo escúchame. Oye a nuestra pequeñita. Tiene una voz potente. ¿La oyes? Diana... Diana... ¡Diana! ¡Dioses, aún no puede largarse de aquí! ¡No dejen que se vaya! Diana, por favor, abre los ojos. Amor, no te vayas todavía. ¡Odín, Artemisa, por qué debe irse ahora que más necesito!

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—¡Maldito seas, Odín! ¡Luchamos tanto, tantos milenios, y dejas que todo acabe así! ¡Maldito sea Jehovah-Satanás! ¡Malditos sean los Siddhas Traidores! ¡Malditos los dioses liberadores! ¡Maldita sea la vida y la muerte! ¡Maldita sea todo lo que existe y lo que no! ¡Maldito soñante! Lo has convertido todo en una maldita pesadilla...

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Les pediré un último favor, y es que me perdonen por todo lo que les he hecho. Era el designio de esta Visión de un Sueño de Amatista... Adiós, amada Diana; nunca te olvidaré...

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El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora