ᗩTᒪᗩᑎTᙓS | 1. Laycón

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Fue una era antes que el tiempo y el espacio existieran

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Fue una era antes que el tiempo y el espacio existieran. Hace 13500 miles de millones de años, antes de la era común. El gran agujero blanco, una columna infinita de gravedad comprimida, se abría y expandía como parte de la consciencia de seres vivientes que no fueron creados. Ellos vivían fuera del agujero blanco, en un mundo sin luz ni oscuridad, sin olores, sonidos, colores, viento ni lluvia. No había suelo ni tampoco cielo, ni mares, ni montañas. Su mundo sin nada lo era todo a la vez pues ellos eran todo y eran la nada. Podían estar en todas partes en cualquier momento, podían llenar con el fluir de sus consciencias incontables formas de vida en cosmos y ser ellos mismos su propia creación, su propio fractal.

Muchas de estas formas de vida coexistían a las afueras del agujero blanco, por lo que decidieron aglutinarse y co-crear un mundo en el cual habitar juntos, hacer familias, hogares y observar hacia sí mismos el pasar de su tiempo y espacio interno. No necesitaban metas ni propósitos, existían más allá de toda finalidad. Podían no vivir juntos, pero decidieron convivir para observarse los unos a los otros, para experimentar la única experiencia que justificaba el existir, compartir un mundo y ordenarse en una sociedad; pues ellos, incluso en el fragor de la guerra o la creación de conocimiento, valoraban por sobre todas las cosas la experiencia de amar. Ellos crearon al amor para entender la infinitud de sus propios cosmos, para experimentar una gélida calidez de fuego frío que alimentaba con sus llamas el propósito de existir; ¡y es que no existía un propósito!, y ese 'no propósito' era, en sí mismo, la finalidad absoluta; la posibilidad de 'ser' y 'no ser'.

A aquel pueblo, existente antes de las palabras y los sonidos, se le asignó el nombre de "Amonita" cuando David, Rey de Judá e Israel, entró en guerra con los dioses que se oponían a Jehovah. Otros los llamaron "Hiperbóreos" pues vivían más allá de las bóreas del Norte o del Sur. A falta de lenguaje y sonidos hace 13500 miles de millones de años, y de hombres para emitirlos, aquellos seres jamás tuvieron nombre. Pero los hombres que, cual loros, pueden copiar sonidos con su voz haciendo vibrar las moléculas de aire a su alrededor, recreadores de un lenguaje que de todos modos ellos no inventaron, les asignaron nombres a aquellas antiguas entidades. Llámense Amonitas, Hiperbóreos, Sidhas, Anunaki, Dioses o Demonios, los antiguos habitantes de más allá del cosmos, los Sin Nombre, tenían muchas similitudes con los hombres que un día uno de ellos habría de crear.

En esa existencia de arcaica lejanía en tiempo y espacio se desarrollaban dramas, inicios y finales pues la convivencia entre los dioses no era pacífica, aunque sí necesaria. Vivían en un mundo que, embargado en la guerra, estaba próximo a un nuevo fin. Uno de aquellos antiguos dioses, el mismísimo Conde de los abismos y las estrellas blancas, el dios Jehovah, había creado un universo infernal dentro del agujero blanco y lo había copiado infinitas veces. Era una creación con las vibraciones tan comprimidas que se hicieron sólidas, gaseosas, líquidas y energéticas, dando como resultado una gran explosión que originó cientos de universos coexistiendo uno sobre el otro. El agujero blanco, antes vacío, se llenó de universos, de copias del mundo que los dioses crearon para convivir. Y en uno de esos mundos Jehovah llevó mediante engaño a varios dioses y los encarceló en cuerpos físicos para experimentar el olvido, el sufrimiento y las pasiones. A traición, Jehovah secuestró a jóvenes dioses, prácticamente niños, y los encarceló en cuerpos usando almas como grilletes para su substancia. Los dioses mayores cayeron por tratar de rescatar a sus niños, convertidos en trabajadores de minas. Y luego los mismos trabajadores hicieron caer a otros, engañándolos aún sin saberlo con las falsas promesas del amor creado del universo material.

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora