70. Pensatorium...

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Ciudad de La Paz Umbral. Plaza Murillo, centro de la ciudad. Cuartel Central

Los artefactos de vigilancia en el cuartel central hiperbóreo no dejaban de dar lecturas. El contador de Geigers se había vuelto loco. Las radiaciones letales se habían esparcido por toda la ciudad. De no ser por las barreras unipersonales de plasma que los chamanes maoríes e ingpalas habían aplicado a todos los soldados del Ejército Hiperbóreo, probablemente éstos habrían quedado sentenciados a muerte por irradiación.

Un alivio mezclado de sorpresa invadió a los elementos de Inteligencia en el cuartel central cuando notaron que sus radares empezaban a despejarse. El enemigo empezaba a replegarse, por lo que la orden para los hiperbóreos también fue la de retroceder hasta sus trincheras y permanecer allí hasta nueva orden. Pasados apenas diez minutos, todos los combates habían cesado momentáneamente y las tropas regresaban a sus cuarteles.

En el cuartel central se había armado un gran revuelo entre los estrategas por lo ocurrido. Todos tenían diversas hipótesis de las razones del enemigo para retroceder. Algunos lo atribuían a la poderosa luz y el tsunami de fuego faérico que barrió la zona norte de la ciudad. Otros afirmaban que el enemigo se había desgastado y que se estaban reagrupándose para plantear otra forma de invadir. Los hierofantes sostenían que el enemigo iba a utilizar un arma distinta y que estaban evacuando a sus fuerzas para lanzar una ofensiva total y mucho más devastadora. Y, desde luego, no faltaba el acechante peligro de Halyón, que era la justificación más poderosa que los hiperbóreos tenían para explicar el retroceso del enemigo. Pero aún habían dudas, ausencias sin explicar que alteraban a los estrategas. Para todos ellos, la situación de los Centinelas era un misterio que no se les había revelado. Lo único que sabían era que Hagal estaba bajo posesión demoníaca y que atacó a sus fuerzas, destruyendo una de las anclas rúnicas que sostenían la barrera y permitiendo que el enemigo penetre en la umbra. Debido a ello una acalorada discusión se había levantado.

—¡Es un vil traidor! —espetó uno de los estrategas—. Por causa del Centinela hemos perdido la barrera y cientos, quizás miles, han muerto durante su ataque.

—¡Debemos enviar al resto de los Centinelas a combatir a ese traidor!

—¡No, que los erkianos se hagan cargo!

—¡Suficiente! —dijo con firmeza el Mayor Cuellar, dejando a todos mudos. Su autoridad parecía incuestionable—. Ustedes saben perfectamente que la lógica de batalla no tiene ningún efecto en guerras como esta. El enemigo puede desafiar todas las leyes de la Física, por lo tanto siempre va sobrepasar nuestra lógica. Para luchar contra un enemigo así, nosotros también debemos adoptar un método que esté acorde a las circunstancias. Lo ocurrido con Hagal es un designio, así debía ser.

—¡Y dónde están los demás Centinelas, Mayor! Nosotros estamos combatiendo con toda nuestra fuerza a un enemigo infinitamente superior y nuestros caudillos hasta ahora no se presentan. ¡Qué están esperando!

—El momento justo —replicó Cuellar.

—Y ese momento ya llegó —intervino una voz desde las sombras.

Como si llevase espuelas, los pasos del recién llegado eran sonoros y firmes. Cuando se aproximó a la luz, todos lanzaron un suspiro de alivio al ver a Rhupay con su armadura de combate. El Centinela observó a los presentes con cierta displicencia y luego se dirigió a todos ellos con voz firme.

—Muchos han muerto hoy, demasiados. Pero sus muertes no serán en vano. Hemos preparado todo para vencer a nuestro más grande enemigo: Halyón. Por esa razón, los Centinelas debíamos permanecer en espera. Además, ¿por qué creen que Hagal ya no nos atacó?

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora