60. Volviendo a la vida...

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El remate iba con una potencia endemoniada, viajando cómo bólido directo al ángulo superior del arco. Era un gol inminente hasta que, casi con las uñas, la mano salvadora del portero desvió la trayectoria del balón que rebotó contra el palo y luego contra la pierna de un jugador rival, quien remató al cielo; era saque de arco. El partido marcaba empate a los 93 minutos y un solo gol por equipo. Los chicos del 4to "B" de secundaria se jugaban el recreo de sus semanas a un solo partido contra el curso paralelo, el 4to "A". 

Aún con el balón en las manos, el portero se dio cuenta que la línea defensiva rival tardaba en retroceder, una chispa de picardía brilló en los ojos del meta quien silbó un melodioso y potente trino, muy particular como para no significar nada. El 9 del equipo escuchó la señal y corrió por la banda lateral. El guardameta pateó el balón con tal potencia y convicción que cayó de espalda luego de patear. El 9 corrió al hueco, ganando la espalda de los defensas y el balón llegó a sus pies. El atacante fijó su mirada en el arco y corrió como si un león hambriento lo estuviera persiguiendo. Cuando los defensas del equipo rival lo alcanzaron ya era demasiado tarde, el 9 ya había llegado al área chica, propinando un soberano zurdazo que ganó el partido y la alimentación para todo su curso durante una semana de recreos, todo pagado y auspiciado por el equipo perdedor. El campeón: Equipo del 4to "B".

Oscar se quitó de inmediato los guantes y corrió hacia Edwin quien también corría hacia él, eufórico por el gol que había marcado. Se encontraron en el círculo central y se fundieron en un solo abrazo con todo el equipo. Lo festejaron como si hubiesen ganado la Champions League.

Luego de asearse y cambiarse de ropa, los dos grandes amigos se acompañaban a la salida del colegio tras una desafiante clase de Educación Física coronada con un partido de fútbol bien ganado. 

—Viejo, si no tapabas el balón, estábamos jodidos —comentaba Edwin el partido. 

—Mas bien entendiste la jugada y corriste al centro —replicó Oscar, algo cansado de la adulación.

—Lo ensayamos antes, tenía que funcionar.

—Bueno, fue tu idea así que te dejaré crédito esta vez.

Yaaa, bien conchudo hecho al exquisito, vos eres arquero además, no haces los goles.

—¿Acaso he dicho lo contrario?

Ambos estallaron en una carcajada. Luego de segundos de silencio, Oscar continuó su charla por rumbos más incómodos.

—Viejo, hay algo que debo confesarte, es sobre tu hermana —Edwin lo miró, expectante—: Sabes que eres mi brother, no quiero que te lo vayas a tomar a mal. Te respeto y respeto mucho tu casa, lo sabes. Tus hermanas son como mi familia también. Pero en el corazón no se manda, viejo. 

—No quiero oírlo —Edwin interrumpió.

—Es que en verdad la Joisy y yo...

—¡Oscar! —volvió a interrumpir, esta vez con la voz firme—. No la lastimes, porque si veo una lágrima caer de su rostro por tu culpa, te romperé las piernas, de eso puedes estar seguro.

—¡Oigan! —venía corriendo una intrusa cuya presencia indicaba que la conversación entre ambos amigos estaba concluida con un status quo— ¡Felicidades, carajo! —exclamó la chica que saltó al cuello de ambos, en un torpe abrazo.

—¿Viste el partido? —Oscar consultó, a lo que ella respondió:

—Claro que sí, gil. Me alegro que hayan ganado, pero si yo hubiera estado en cancha habríamos ganado por más goles, este cojo del Edwin nomás que tantas chances ha desperdiciado.

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora