58. La amenaza ultravioleta...

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Fecha y hora sin determinar. Órbita de la Luna del universo de la Sexta Horizontal. Palacio de San Gabriel Arcángel.

El arcángel Gabriel fue, sin duda, uno de los más vanidosos señores del Tetragrámaton. Ama los placeres de la carne y el amor cálido del corazón por sobre todas las cosas. Las pasiones, las iras, los miedos, los afectos y los odios complacen a San Gabriel quien ve, fascinado, como los hombres nacen, viven, aman, copulan y mueren. La Tierra, todos los planetas Tierra de los miles de universos de ilusión, con sus cientos de billones de humanos dándole sentido a la Creación, son un gigantesco teatro en cual se desenvuelve la performance de una magnífica obra melodramática: la vida. San Gabriel disfruta de esa obra y del sentido que los hombres le ponen a los juguetes que él administra para ellos. El dinero, las posesiones, los deseos, todo emanado desde el logos del Señor del Reino Malkout, el Reino de los Hombres.

El palacio del arcángel se halla situado en un universo relativamente cercano al logos del Demiurgo creador, Jehovah-Satanás; allí donde la llave Kâlachakra se deposita para abrir y cerrar las puertas de los templos de iniciación maldita de la Fraternidad Blanca y la Sinarquía: Chang Shambalá. San Gabriel es uno de los cancerberos que custodia dicha llave y, por lo mismo, su palacio fue edificado cerca de ella. Se trata de un inmenso castillo flotante en medio del espacio exterior, totalmente hecho de un material similar al mármol blanco, pero que, sin embargo, es un metal y no así una piedra. Está bellamente decorado y lleva en todos sus muros una infinidad de manvantaras shambálicos de alabanza a Jehovah y al propio San Gabriel.

Vestido con su indumentaria de combate, armadura blanca bruñida, el arcángel Regente del Reino Malkout se hallaba en su trono de oro, aguardando a que los demás arcángeles del Tetragrámaton salgan de su escondite. Gabriel tenía planeado asesinar a todos, manipulando la voluntad de Halyón por medios de sus intrigas, y así hacerse de todos los cielos y moradas celestiales. Era un arcángel ambicioso. Quedaban Raziel, Uriel, Haniel y Rafael, cuatro arcángeles a los era incapaz de vencer sin la ayuda de Halyón; Rafael en especial representaba una auténtica amenaza para sus planes, Dios sabe el monstruoso poder durmiente que el Arcángel de Jesód, Señor de los abismos de agua, oculta en sus alas . Pero sus hermanos no salían de sus reinos arbitrariamente. Halyón y los Centinelas despiertos habían cambiado por completo el teatro de operaciones. Ahora los arcángeles tenían un terrible miedo a la muerte. La caída de San Miguel en las garras de Lycanon había desencadenado el caos en Chang Shambalá y todos los reinos del Árbol Sephiroth empezaban a padecer ese caos. La muerte parecía una enfermedad atemporal que amenazaba las moradas celestiales. Metratón había muerto en manos de Samael. Tsadkiel cayó en combate contra Qhawaq Yupanki. Kokabiel, en un momento sin determinar, murió al luchar contra Nimrod. Los arcángeles podían morir.

La quietud de la sala del rey había permanecido inalterable. San Gabriel yacía sentado, apoyando su cabeza en su brazo derecho. Tenía las piernas cruzadas y los ojos cerrados, como alguien que duerme tranquilamente. Había permanecido en esa posición durante horas, lo que en tiempo de los hombres sería semanas y hasta meses. Pero entonces un ángel, sirviente de Gabriel, ingresó con expresión de espanto en la sala del rey.

—¡Mi Señor, mi Señor! —gritaba el ángel.

—¡No hay que gritar de esta manera! —replicó San Gabriel, sin abrir los ojos.

El ángel se acercó y se arrodilló con la cabeza gacha ante el arcángel.

—Perdone mi señor, pero traigo noticias urgentes.

Gabriel abrió los ojos de mala gana y miró de reojo a su sirviente.

—Adelante —dijo el arcángel.

El Arco De Artemisa© - Tercer Episodio, Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora