Capítulo tres.

170 7 0
                                    

Tercer capítulo de Nunca digas nunca. ~ Amanda & Paul. 

La noche había sido como un infierno para ella. 
Al encontrar a su madre, no fue sorpresa el enorme abrazo que envolvió la pequeña figura de Lucía, que lloraba desconsoladamente en el hombro de su hija… y viceversa, porque _____ estaba igual de débil y dolida como si también le sucedió a ella. Pero en ningún momento, dejó de recordarse que todo estaría bien.
<<Everything’s gonna be alright>> –susurró leyendo sus pensamientos.

Al salir de esa espantosa ruta en la patrulla de policías, volvieron a la sede policial a donde la mamá de _____, dio con lujo de detalles cada momento vivido, hasta el secuestro. Ambas, fueron trasladadas a casa, pero esa mañana, Lucía debía unos importantes trámites de hospital. 
A pesar de todo… ____ seguía teniendo el mismo temor que al recibir la llamada de ella. Y empezaba a sospechar demasiadas cosas, que quizás eran ciertas hipótesis, pero tal vez no. El solo pensar quien hubiera querido hacerle daño, la hacía temblar.
Intentando ignorar todos sus pensamientos, se metió entre las sábanas de su cama, y al cabo de un rato… pudo conciliar el sueño. 

Nuevo día. 
Abrió los ojos, y apagó el despertador de golpe. No se sentía de ánimos… ni siquiera para respirar. Pero nuevamente… debía pensar en su madre, Justin y levantarse.
Luego de treinta minutos de vestirse con el uniforme, peinarse y “desayunar” (una simple manzana, ya que no había nada) salió a la calle para tomar el bus, jurándose que hoy sería mejor día que ayer; como rutina. 

–Ey, ______ –llamó Miranda en un tono de burla. Ella pestañó y la miró justamente a los ojos; con la mirada fría, cansada. –Me enteré lo de tu madre… –la rubia sonrió con cinismo. –De verdad son ridículas. –A su alrededor, se escucharon risas.
Y ____ se sintió tan pequeña, como una hormiga. 
Indefensa. Pero con ánimos de responder, que no fueron posibles de salir de su boca. 
–Me daría vergüenza ser tan estúpida como tú. –Escupió con odio, como si de verdad lo dijera. Ella (______) solo apretó su mandíbula, enviando las ganas de llorar a quien sabe dónde. Pensando en su cabeza, que todo lo que Miranda decía, era tan cierto… pero no; ellos no conocían la verdadera historia.
–¿Puedes dejarla tranquila, Miranda? –de un momento a otro, la voz de Luna habló a las espaldas de ______. –La estúpida, eres tú. Déjala, ¿acaso te hizo algo? –volvió a hablar. Pero ____ no se sentía bien con eso; ahora… molestarían a su amiga. Y no… no prefería eso.
–Está bien, Luna. No te preocupes. –_____ se dio vuelta y caminó a su lado. Sorpresivamente, Miranda se calló, pero no iba a ser el final. 
Amaban insultarla. Para ellos, era divertido ver su cara neutral, llena de preocupación en sus ojos marrones. 

____ suspiró al ver todas sus cosas tiradas en el piso al volver del recreo. Esparcidas por todas partes; las hojas rotas y uno que otro lápiz con evidencia que fueron pisados. Se tragó el sollozo que quería gritar su garganta. 
<<¿Por qué me sucede esto a mí?>> –Se preguntó en su mente, agachándose para recoger las cosas. Y aún… nadie entraba al salón. Pero al escuchar pisadas en la puerta, se limpió la lágrima que cayó por su mejilla desprevenidamente, y volvió a estirar sus rodillas para poner las cosas sobre el banco. No entendía por qué se burlaban de ella. 
–Tranquila, _____ –Mili la llamó por su sobrenombre, acariciándole el brazo con ternura. Ella la miró y le sonrió falsamente, obviamente… sin que la sonrisa llegue a sus bellos ojos. –Solo intentan hacerte sentir mal. –_____ asintió con la cabeza, y procedió a sentarse en la silla para que el profesor entre y empiece la clase. 

–¿Entonces irás de compras con nosotras? –Le preguntó Luna con emoción en su voz. _____ ladeó la cabeza en respuesta.
–¡Vamos! No tengo ropa nueva –renegó Milagros en un berrinche y luego, tiró de su labio inferior sobre el superior, formando un lindo puchero. 
–Yo no tengo dinero. –Avergonzada, bajó la cabeza. 
Ambas eran chicas de buenos caracteres económicos. Por eso… _____ se extrañaba más, al ver como la involucraban al grupo. Estaba segurísima, que era una broma; aunque se le hacía imposible de creer en alguien como ellas, tan dulces y buenas.
–No te preocupes por eso.

{{}}

Llegó a su casa y lanzó un suspiro. Su madre cocinaba algo en la cocina, y de fondo, era interrumpido el sonido del televisor. 
–Ya sé quien fue. –Le dijo Lucía a su pequeña, luego de saludarla con un beso en la frente. 
_____, confundida y sin entender, frunció el ceño uniendo sus cejas.
–¿Quién fue qué? –murmuró con su típica voz dulce y débil, casi como un susurro.
–Lo de ayer. –sin rodeos, le contestó, seria, sin mover un músculo más que la boca y la lengua. ____ la miró con ojos entristecidos, aguantando las lágrimas. –Amanda y Paul. 
Casi se atraganta con su propia saliva. Y fue como si el aire le faltaba; se sentía tan mal que dolía en su garganta. Como espinas que tragaba débilmente… mientras las lágrimas nublaban la vista de sus ojos.
¿Cómo podía ser cierto que su propia hermana, y su propio padre hayan mandado a secuestrar a su madre? ¿Por qué le hacían eso? ¿Acaso… qué rencor le guardaba Amanda para dañar tanto a su hermanita menor? 
Entonces se sintió estúpida por no haberlo pensado antes. Y si lo pensó, por qué no reaccionó.
Era el hijo de puta de su padre drogadicto y fugado. Y la idiota de su hermana; hoy prostituta y quién sabe dónde. 
De repente… fue como un balde de agua pensar, que ambas corrían peligro en la mira de ellos dos, que por más de que eran familia… el rencor seguía presente, lo suficiente para asustarla. Porque eran débiles y… era tan consciente, al saber que podían encontrarse muertas, por su propia hermana, y propio padre.
¿Qué hacer ahora?
____________________________ 

Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora