Capítulo treinta y seis.

66 3 0
                                    

Trigésimo sexto capítulo de Caer ~ ”A veces, es mejor cerrar la boca para reemplazar las mentiras”. 

{ http://www.youtube.com/watch?v=ZSM3w1v-A_Y } (Apologize- One Republic)

Anoche, una vez más, aprendí que cada cosa que hacemos en la vida tiene sus consecuencias; en este caso, es un horrible dolor de cabeza. 
No recuerdo cómo haber llegado a casa, ni tampoco porqué razón Yaritza dormía en el lado contrario de mi cama, con una remera gigante de Justin, y yo con otra. Esa maldita remera era casi parte de mí, acompañándome en las noches que volvía a tener pesadillas, ahora cada vez más seguidas y no solamente los viernes. Tristemente, era la única cosa que me acompañaban ahora. 
Miré el reloj de la mesa de luz reprimiendo un quejido de dolor; juro nunca más volver a repetir la noche anterior. Sin embargo, me encantaría negar que me divertí, pero lo hice, casi sintiéndome libre y rebelde, una peligrosa combinación. 
Hoy era sábado y no tenía planes. Si bien, íbamos a cumplir un mes de novios con Jeremy la semana que viene, y por alguna maldita razón, eso no me entusiasmaba. Mierda, soy como una zorra o una mentirosa experta. Estaba con un chico que quería pero no amaba, que lo valoraba pero a la vez no. ¿Qué tan tonta era para no enamorarme de él? ¿Qué pretendía que me guste, si nunca me gustó nadie? Era triste que yo no supiera mi verdadero gusto, y peor es el que finja casi amar a una persona que yo no amaba. Diría querer, pero sí lo quiero… como un amigo, o un compañero de Ballet. 

Entonces supe que hoy podía ir a danza para tomar clases, de las clases de verano que las dictaba Helena. Esta tipa no tenía vacaciones. 

–Sigo insistiendo en que quiero un tatuaje –Mia me miró con sus ojos cansados, todavía no recuperados de la noche de ayer. 
–Tienes diez –agregué de mala gana. Mi estado de humor por el piso.
–Tiene que ser un número impar o da mala suerte –volvió a hablar.
–La mala suerte no existe, lo decía mi mamá biológica– Yaritza asintió.
–Bueno, créeme, Yaritza, que tengo mucha mala suerte. Increíblemente mucha – Mia le sonrió con gentileza, y Yary ladeó la cabeza encogiéndose de hombros. 
–Hazte otro tatuaje –cambié de tema, incómoda con el silencio de sólo las tazas chocando contra el plato y la televisión de fondo. Bajé la mirada preparando una tostada con mermelada light.
–¿Quieres uno? –preguntó ella. Levanté la vista de repente, mis ojos saltándose de sus orbitas casi. 
–¿Estás volviéndote loca? –Chillé, haciendo sonreír a Yary –¡Me estás enseñando a ser una rebelde! ¡Hasta parece que yo estoy a cargo! 
Mia hizo una mueca sobreactuada como si le doliera. 
–Sólo es diversión –dijo frunciendo la frente, dirigiéndole una mirada divertida a Yaritza.
–Ella es genial –asintió Yary señalándola. 
La verdad, es que un tatuaje no estaría nada mal.

{{}}

Al entrar, lo primero que vi fue a la estúpida de Marie riendo con su amiga Stella. Ella me odiaba, el odio era mutuo; miró en mi dirección y le murmuró algo a Stella para que ambas rían a carcajadas mirándome. Rodé los ojos, y empecé a calentar mis piernas. Me sorprendí cuando vi que ellas se acercaban, gracias por el espejo, hacia mí. Justo en ese momento, Amanda y Jennifer me saludaron a lo lejos, y luego moviendo los brazos como si debería pegarles a las estúpidas chicas que se acercaban a mí. 
–Qué triste debe ser que te mientan que tienes una beca por talento, cuando en realidad, tu amigo pagó todo –Marie rió seguido de decir eso en mi cara, mirándome con ojos calculadores. 
No contesté. Porque no entendí. 
–______, todavía no entiendo qué mierda haces aquí –levantó una ceja perfectamente depilada, pareciendo interesada en mi respuesta. 
–Lo mismo que tú, aunque yo sí bailo –contesté. Volvió a reír con Stella atrás.
Sentí que era el centro de atención de todo el salón. Para mi suerte, Helena todavía no entraba. 
–Te lo repito… no estás aquí por tu supuesto talento. 
–La verdad es que no me importa –la interrumpí con una falsa sonrisa colgando de mi boca. 
–Justin pagó todo para que vengas porque sabía que eras una miserable que necesitaba ayuda.
Un sabor amargo llenó mi boca; y desee, juro que desee, que mi mirada no haya sufrido cambios y que no sea evidente que eso me dolía. 
De repente, la voz de Jeremy interrumpió:
–Hey, Marie, ya es suficiente. Deja de inventar.
Sus ojos azules pasaron de mí a él, que estaba a mis espaldas.
–¡Estuviste conmigo cuando Helena y Justin hablaban, Jeremy! ¿Nunca se lo has dicho? –odié incluso un poco más el maldito tono asqueroso y chillón que tenía. 
Pero no podía ser real, Justin ni Jeremy me harían una cosa así.
Volteé a ver a mi “novio”, con los ojos más fríos que alguna vez pude adoptar. 
–No me interesa lo que digas, no te creo –repetí mintiendo. 
Ella no me conocía; ella no sabía cuando algo me dolía. 
–Si tu lo dices… era hora que lo sepas, nena –dijo ella sonriendo victoriosa. 
Yo tragué seco, y rodé los ojos. ¿Había una posibilidad que eso sea cierto? 

La clase empezó, pero mis pensamientos seguían dando vueltas en mi cabeza, permitiéndome no concentrarme como debería. De repente, me sentí débil mentalmente, y justo cuando Helena había marcado una clase de saltos, yo salté y pisé mal, doblándome y cayendo al piso en un golpe rápido. El estrepitoso ruido me asustó, tratando de no gritar por el dolor de mi pie. Me levanté como si nada, sintiendo la mirada de todos, pensando que sólo era una tonta caída más. Ojalá fuera así, pero el dolor que sentía en mi pie derecho, decía todo lo contrario. 

{{}}

Cuando terminamos la clase, mi pie ya no daba más del dolor, apenas caminaba y hacia un gran esfuerzo por caminar normal. Después de todo, me caí un millón de veces bailando, una más no me haría mal. 
Jeremy me miró con sus ojos suplicantes, tomando mi bolso en su mano para que yo termine de vestirme. 
–¿Estás bien? –preguntó. Un toque de inseguridad tenía su voz. 
Levanté la vista para su rostro; pestañé sin decir nada por un momento, mi mirada triste, vacía. 
–_____, lo siento, ¿sí? Yo… yo no quería decírtelo porque no cambia las… –lo interrumpí susurrando para que nadie escuche. 
–¿No cambia nada? –Pregunté retóricamente –¡No te cambia a ti, pero a mí sí! Pensé que todo se trataba porque bailaba bien, porque tenía talento, porque podía ser alguien en la vida por mí sola. Y ahora me doy cuenta que no. 
Saqué mi bolso de su mano con fuerza y colgándome en el hombro, caminando hacia las afueras del instituto y tratando de ignorar el dolor de mi pie. 

–Hey, hey, hey… para –justo cuando llegaba a la esquina, tomó mi codo obligándome a voltear. 
La luz de los faroles a un lado nuestro, hacían sus ojos brillar. 
–Debería habértelo dicho… pero, no me ibas a creer.
–¡Claro que te hubiera creído, Jeremy! –fruncí el ceño confundida. 
Mi voz se iba deteriorando.
–¡No crees nada de lo que te digo, nunca! ¡Y menos si se trata de Justin! –respondió de la misma forma que yo. 
El nudo de mi garganta estaba atascado ahí; sabía que pronto iba a llorar, por más que me esfuerce en no hacerlo. 
–No me hagas una estúpida escena de celos –impuse comenzando a enojarme.
Se encogió de hombros, con su frente arrugada.
–Tengo derecho a hacerte una estúpida escena de celos, porque mi novia, quien en realidad es mi novia, parece más novia de su amigo antes que de mí. 
Rodé los ojos y sorbí mi nariz para absorber las lágrimas. 
–Yo no… –pero cerré la boca. Porque era obvio que Jeremy tenía toda la razón del mundo, ¿y para qué mentir? Ambos sabíamos la respuesta. 
<<Que yo no estoy enamorada de Jeremy, por más de cuantas pistolas me aprieten la sien>>. 

_____________________________________ 

Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora