Capítulo treinta y dos.

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Trigésimo segundo capítulo de Caer ~ Increíble es, como una persona puede cambiar tu estado de ánimo en segundos.


Suspiré con cansancio, tomándome la cabeza con ambas manos. Ya tomé una pastilla y estuve una hora disfrutando de la bañera del hotel; sin embargo, nada sirvió porque mi dolor de cabeza seguía taladrando. 
Recién caí en cuenta de lo que anoche había hecho. En simples palabras, había gritado a _______. 
Está bien… no debía actuar así, porque bien yo sabía de los errores que estaba cometiendo. Pero… es mi vida y eso ella no lo entiende. Nadie entiende de mi vida, lo apretado y ocupado que estoy, lleno de obligaciones y sin ánimos de seguir así. Concierto en concierto, premios en premios y viajes en viajes. Soy un ser humano como otro, me canso como todos y casi vivo como todos. Además de ello, soy anémico, y sé que no está bien que vaya a fiestas, fume y tome… pero no encuentro otra alternativa, porque también quiero ser igual que todos. 
Mamá estaba muy enojada conmigo, Lucia no me habla y Scooter ni siquiera lo vi desde ayer. Además de que entrar a Twitter era una decepción, ya que no tengo idea cuantas personas me insultaban y mis fans expresaban lo tristes que estaban. Pero… sinceramente, yo estaba bien con eso; me encontraba, si soy franco, bien. Y si eso le molestaba a medio mundo, no me importaba. 
–Mi amor… –Katy entró en la habitación cerrando la puerta detrás de ella. –¿Saldremos hoy? –preguntó con un tono meloso sentándose alado mío para acariciar mi brazo de arriba abajo. 
–Eh… Katy, no me siento bien –le contesté mirándola sobre mis pestañas. Ella levantó una ceja. 
–Pero nunca salimos… –batió sus pestañas, curvando su boca para abajo. –Yo sólo quiero ir a comer algo. 
–No, Katy, no es conveniente que salga. 
–¡Pero nunca quieres hacer algo conmigo! –chilló casi como mi hermana Jazzy, frunciendo el ceño. 
Rodé los ojos. Esa frase es tan típica de ______. 
–Has estado con _____ incluso cuando fue mi cumpleaños, eres tan maldito –incluso el tono con el que hablo me hizo vibrar la cabeza. 
Volví a girar mis ojos. 
–Al contrario, estuve más contigo que con ella últimamente. –Un pequeño flash back apareció en mi mente. 
Katy gruñó enfadada. Y yo me tomé la cabeza con las dos manos. 
–¡¡Explícame por qué la prefieres a esa!! –gritó de repente. En respuesta me tiré de espaldas a mi cama. 
–Eso te lo explico luego, ahora si quieres vete así este maldito dolor de cabeza me deja de joder… –silencié con los ojos cerrados –cariño…
–¡Agh! ¡Te odio Justin! 
–Yo te amo, Katherine. 
Seguido de eso, se escuchó como sus tacones pisoteaban en la alfombra, y un gran portazo, que seguro se escuchó por todo el maldito hotel, segundos después.

Ahora, mi maldita novia celosa también estaba enojada, y mi maldita mejor amiga celosa, Belieber y “señorita perfección” estaba decepcionada y enfurecida. 
No me preocupé de _____. Siempre las peleas eran iguales últimamente; ella se ponía celosa, yo no la hablaba, después la buscaba, me expresaba su enojo gritándome, y luego me perdona y somos los mismos de siempre hasta que sus celos vuelven a florecer. Típico. Y cansador. Sin embargo, esta vez era distinto. Me imaginaba su dolor al pensar en que yo me drogo de vez en cuando, pero… ¿tanto le afectaba? ¿Era tan serio? Por dios, podía preocuparse por sus cosas, que yo me ocupaba de las mías. 

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“_____”

Lo único que mejoró mi humor al llegar a casa, fue que encontré una llamada de Jeremy, y una seguida de Amanda, mi hermana, con Avalanna, mi sobrina. Ambas visitas iban a aparecer en cualquier momento, y nos iban a encontrar a Mia y a mí en un completo estado de cansancio. Literalmente, estábamos desparramadas sobre el sofá, viendo un episodio viejo de Friends, con un tarro gigante de palomitas de maíz terminado. Y recién eran las 8 pm. 
–Que divertido domingo –dije con el tono de voz más perezoso que pudo alguna vez salir de mi boca. 
Mia rodó los ojos. 
–Oh cállate. Odio los domingos. –Respondió desinteresadamente. 
–Odias todo, Mia –renegué.
–Exacto –murmuró un ‘umh’ como asentimiento, y luego volvió a decir: –Pero amo las fiestas. Te prometo que el próximo fin de semana saldremos a un copado bar. 
Bufé. 
–Ni aunque me paguen. 
–¿Entonces te quedarás lamentando lo que pasó con Justin como tonta toda la semana, quizás todo el mes? –obviamente, lo dijo lleno de sarcasmo. 
–Sí, quizás todo el siguiente mes también. –Contesté de la misma forma. 
–Genial. Ya estaba pensando en conseguirte una falsa identificación –en mi interior, me pregunté si hablaba en serio –, el nombre Lisa Braun te queda súper swaggy. 
Tragué saliva. 
–Justin decía swaggy –dije con voz lenta y apenas murmurando. 
Mia me miró frunciendo la frente, supe que con su mirada me preguntaba <<¿Qué mierda te sucede?>> 
–Esta bien, lo que digas Lisa –murmuró extrañada. 
–______ –corregí, pero supe que mi nombre para ella ahora, sería Lisa. Después de todo, era Mia, la histérica pero divertida y rara hija del novio de mi mamá. 

Veinte minutos después, el timbre resonó y luego de una pequeña pelea con Mia por ver quién iba a abrir, de la cuál perdí yo por “estar a cargo de ella y ser la menor”, tuve que bajar al primer piso para encontrarme a Jeremy y Amanda con Avalanna esperando debajo de una voluptuosa lluvia. 
Jeremy me miró con su sonrisa típica detrás del vidrio que nos separaba, sin embargo, la mía, como respuesta fue fingida; Amanda levantó una mano y con la otra sostenía a Avalanna fuertemente para que la bebé no se moje. Yo me apuré en el momento para abrir la puerta y que ninguno se moje más. Dejé que Amanda pase, y la saludé con dos besos sonoros en su mejilla, mojándome un poco, y después observé a la pequeña Avalanna y tomé su pequeña manito; hoy cumplía dos semanas. 
Miré a Jeremy en el umbral de la puerta, lo fiché observándome fijamente manteniendo esa sonrisa, que me hacía sonrojar. Encaminé hacia él para abrazarlo, mojándome aún más por su chaqueta de cuero negra. Sin embargo, él tuvo un plan distinto cuando me empujó hacia afuera donde seguía lloviendo, y besó mis labios justo cuando una carcajada se escapaba de mi boca. 
–Que romántico soy –alardeó riendo de repente. 
–¡Nos estamos mojando! –chillé carcajeando. 
–¿Y? –preguntó retóricamente, volviendo a unir sus labios con los míos.

Increíble es, como una persona puede cambiar tu estado de ánimo en segundos.

–¡Entren ya, si no quieren que los cierre y los deje afuera! –dijo Amanda luciendo aburrida. 
Reí tontamente y empujé a mi novio a entrar al hall completamente mojados.

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