Capítulo quince.

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Quintoavo capítulo de Nunca digas nunca. ~ Horas.
FINAL DE LA PRIMER PARTE DE LA NOVELA.

Miré la ventana con nerviosismo. ¡Quería llegar! Necesitaba hacerlo. Deseaba hacerlo. Pero en mi contra, parecía como si todo tomaba un rumbo distinto al que yo quería, y las horas se alargaban además de los kilómetros que me separaban. Llevaba como diez horas sentada en el mismo lugar, con la misma intriga desde el momento que pisé el avión; eso cuenta, que no pude dormir ni un poco porque aunque lo intentaba, me despertaba de un tirón al escuchar un mínimo sonido y sobre todo, si se trataba de la azafata o los parlantes.
–Tengo miedo de que esta mierda se caiga. –dijo mi mamá con cierto horror en sus palabras, luego de una gran porción de silencio. Lancé una carcajada.
Desde que entramos, no había dejado de maldecir el por qué debíamos viajar en un par de aletas, que según ella, podrían caerse.
–Deja las películas, mamá. –me burlé mirando como sus ojos miraban miedosos para la ventana, pasando por mí primero.
–No, es en serio, ¿te has puesto a pensar? Dios. –apretó su agarre en la manija hasta que sus nudillos se hicieron blancos. 
–¡Mamá! ¡No sucederá nada! –chillé para molestarla. Y funcionó, porque un fuerte golpe en mi cabeza, del lado trasero, retumbó en casi todo el avión.
Y reí nuevamente.

Desde que me avisaron que tenía la bendita beca, sucedieron muchas cosas… en el colegio, me tuve que despedir con Luna y Mili, prometiéndoles volver y llevarlas algún día; lo típico y común, presentar las notas y hablar con los directivos, también prometiéndoles que volvería para saludarlos, porque me habían tomado un poco de cariño, y no por presumir. En danza, bueno… mi profesora estaba contenta, y todavía seguía preguntándome como conseguí una beca tan grande, en ese tipo de concurso, cuando yo no era totalmente perfecta ni la mejor bailarina del mundo, pero… feliz de todas formas, me dejó ir. Y mi madre, luego de escuchar cierta parte de mi conversación con Justin, y enterarse segunda de mi oportunidad, habló conmigo, dudando del 'sí' pero no arriesgando al 'no', y finalmente, con ayuda forzada de Justin, aceptó con miedo de no hallar trabajo, aunque sabía que lo conseguiría, porque Justin me comentó a escondidas que podría conseguirle algo. Y aunque odiaba su ayuda en todo, había sido tan atento, y nos prestó algo de dinero, que quise desechar de inmediato, a pesar de que lo necesitábamos; pero él se negó de aceptarlo nuevamente y yo, acepté la propuesta con la promesa de que le pagaría todo cuando tenga el dinero correspondiente. ¡Ah! Y sobre el inglés, –idioma–, tomé unas clases gratuitas que ayudaron bastante, además de la controversia de español e inglés que utilizábamos con Justin para comunicarnos por teléfono; aunque estaba segura que nunca iba a ser tan bilingüe e inteligente respecto a los idiomas.

"Señores pasajeros, por favor, abrochen sus cinturones, el proceso de aterrizaje está por iniciar" –y entonces… los nervios subieron a mi garganta, revoloteando zoológicos de animales en mi estómago. Con dedos temblorosos, y el corazón en la mano, aseguré que mi cinturón esté en su lugar y bien colocado. Mi mamá, volvió a apretar el apoya manos con sus dedos y nuevamente, sus nudillos blancos que le dolerían. Volví a reír por mi parte, mientras ella me miraba, y fulminaba sus ojos por sobre los míos totalmente seria. <<¿Tan miedosa?>> pregunté interiormente, porque si lo llegaba a decir en palabras, me volvería a pegar.
Miré por la ventana, soltando el aire recogido en minutos. Pero los nervios se alteraban, cada vez más en mi contra. Simplemente, no veía la hora de llegar, ver si estaba ahí, abrazarlo, llorar, reír, correr, hablar, y ah… no aguantaba el poder, simplemente, verlo.

Sabía que las ruedas hablan comenzado a tocar el piso asfaltado de la pista, dejándome la vista nublosa y luces transformadas en movidas y de colores; todo demasiado rápido, pero ya estábamos salvas y pensando que estaríamos en cualquier momento, allí, y yo… con Justin. 
Suspiré mientras mis piernas temblaban. Y no por el templado clima. 
Hasta que todo desaceleró; sabía lo que significaba: llegamos. 

Lentamente, y más de lo normal, la gente iba desabordando el avión. Mi masoquista mente, obligó a ponerme en la última fila, detrás de todos, para… no sé para qué, pero quería ir detrás, última. E iban avanzando lento; la espera se hacía más eterna que el mismísimo viaje, lo que me ponía nerviosa y hacía querer adelantarme a los empujonazos y salir corriendo, casi cayéndome sobre la escalera, aunque sería un embarazoso momento, valdría la pena, <<un diente menos, pero lo valdría>> me burlé interiormente y sonreí ante la imagen creada por mí. 
Iban bajando. Llegaba mi momento. Mierda. Nunca, jamás, estuve tan insegura de mí, y nerviosa. 
Cuando me di cuenta, ya estaba allí, abajo, caminando hacia la salida, con la vista fija en la gigante puerta que daba acceso al sector de maletas, siguiendo a mi madre que estaba por más adelante. 
Recogí las maletas de mi parte, con una sonrisa amable tras el chico rubio con lindos ojos marrones oscuros, y volteé, con la esperanza de encontrar a un Justin detrás del vidrio… pero no estaba allí. Nadie conocido para mí; solo las personas amistosas que saludaban a sus amigos o familiares que se encontraban detrás de mí y de mamá. Sin embargo, seguimos caminando y mi sonrisa no era tan grande ahora.
"Espérame ahí… ¿sí?" había dicho. "Estaré a las 7 ahí, sentado en las butacas de espera" también había dicho tras el chat de Facebook, que entendí gracias al traductor indio de Google. Por eso, divisé mi reloj de muñeca, 7:20. 
Sin esperar la respuesta de mi mamá, me senté en una butaca, con las maletas a mi costado. 
–Debemos irnos, cariño. –dijo mi mamá parada a mi lado.
–No me voy a ir. –simplemente contesté, mirándola. 
–Quizás se retrasó… –la interrumpí.
–Por eso lo esperaré… quizás esté llegando, justo ahora y yo me estaré yendo, no se lo merece. –le dije. Suspiré y miré al frente, con la emoción todavía latente. 
Ella no contestó. 
Y pasaban los minutos. Nada. Saqué la computadora y divisé las noticias tras el wi–fi del aeropuerto. Nada. 
Reitero: nada.
<<Se olvidó… quizás está ocupado>> Pero había jurado no olvidarse. ¡Lo había hecho! Recuerdo ese momento, incluso lo volví a revisar en los historiales de la conversación. Seguía ahí, intacto, pero su nombre de usuario, –un nombre falso para pasar desapercibido–, no indicaba que estaba conectado, eso dejaba que mi esperanza aumente un poquito. "Solo espérame, puedo tardar" leí la pequeña oración en un intento de español.
7:50. Nada. La gente pasaba y pasaba, algunos nos miraban, pero nada fuera del lugar. 
8 pm. Nada.
Y seguían pasando los minutos. Cada vez la gente aumentaba, otras disminuía. Me estaba cansando… odiaba esperar.
8:10 pm.
–Creo que deberíamos irnos, _____. –habló mi mamá luego de unos cuantos minutos sin habla de ninguna de las dos. La miré y suspiré.
–Solo unos minutos más. Si quieres, vete tú, luego voy yo. –levantó una ceja en respuesta sarcástica; no me iba a dejar sola allí. Todavía no entendía como ella podía aguantar, sin decirme nada; y no era de esas madres que a pesar de estar entre sus treinta–cuarenta, era cuidadosa y algo… pero muy alguito, de mente de una niña o de mi edad, pero claro… criticona y desesperada, eran los adjetivos más perfectos para su nombre.
20 minutos más sin hacer nada más que mirar adelante, con la cabeza apoyada en cualquier lado que me pareciera cómodo.
–Vamos má. –me levanté a un ritmo perezoso. Tomé las valijas antes de que la escuchara.
Mis sentimientos se rompieron como cristales. Mi corazón casi se destruye y mis esperanzas, creo que se quedaron allí, en el avión. Porque él lo había jurado; había prometido venir, y no lo hizo.
¿Cómo cree que esto funcionará así?
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora