Capítulo veintiséis.

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Vigésimo sexto capítulo de Caer ~ “Adiós”


–No voy al tour contigo –sentencié con la voz temblorosa. 
Pareció como si su sonrisa rápidamente, iba desapareciendo. 
–¿Qué? –preguntó. 
No supe si se trataba por problema de su oído, o era retóricamente. 
Abandoné los ojos de Justin, para mirar a un Scooter concentrado en nuestra conversación. 
–¿No irás? –preguntó mi padrastro. 
Tomé aire, ignorando la mirada de Justin. 
–No puedo hacerlo. 
Al volver a ver a Justin, lo vi quieto, inmóvil mirándome. Me asusté un poco, luego recordé que era Justin, y debía calmarme. Seguido a eso, el arrastro su silla para atrás, haciendo rechinarla contra el piso; varias personas se dieron vuelta a observar qué sucedía, pero pareció no importarle. Dejó los cubiertos en la mesa con un golpe seco, y su mirada casi me gritó. 
–Acompáñame. 
Pero yo no quería acompañarlo. Una discusión iba a iniciar. 
–No quiero. 
El tomo mi muñeca sin que pueda reclamar, y como una niña pequeña, me hizo levantar de la mesa, dejándome en ridículo en frente de todos sus amigos. 
–¡Justin! –exclamo mi mamá frunciendo el ceño. 
La mire y le hice un gesto que significaba que no importaba. 

Entonces, él empezó a caminar en grandes zancadas, que eran suficientes largas para mis cortas piernas. No soltaba mis muñecas, y aunque dolía un poco, no le tomé importancia; estaba lo suficiente concentrada en sobre qué cosas decirle. 
Abrió una puerta, la puerta de la habitación donde siempre yo me he adueñado. Me hizo pasar con rapidez, y la cerro a sus espaldas con un portazo que hizo cerrar mis ojos con fuerza. Al abrirlos, un Justin rojo de enojo estaba frente a mí. 
Me asuste porque él nunca se enojaba conmigo. No de esta forma. 

Lo esquivé yendo hacia la cama, ordenándome internamente el parecer tranquila. Pero mis piernas parecían flan, temblando sin poder evitarlo. 
Me senté en la punta de la cama, temerosa de mirarlo a los ojos. 
–¿Cómo se te ocurre no ir? ¿Es confirmado que te has vuelto loca? –gritó furioso. 
Y yo sentí mi columna vertebral temblar como hoja, al compás de mis piernas. 
–___________, ¿estás haciendo esto apropósito? ¿Te burlas de mí, acaso? ¿Esto es una broma? 
Ay, sentí ganas inmensas de gritar. Pero no lo hice. 
–No te entiendo, ¡No te entiendo, __________! Un día dices que iras, y al otro ya no. Estoy cansado, y lo único que necesito, es tu apoyo, ¡Pero, al parecer, ya ni te importa! 
<<Justin, no. De verdad me importas, más que nada>>. 
Sus ojos me miraban furiosos y a la vez, tristes, y me sentí tan malditamente culpable. 
–Te doy todo lo que puedo, y cuando te necesito nunca estas. 

Eso dolió. 
Oh, eso dolió como el infierno. 
Recordé cuando yo también le dije eso, un día, por teléfono hace no tanto tiempo. Lo había dicho sin pensar, pero sabía que a ambos nos dolía muchísimo el escuchar eso de nuestras bocas. Ahora, la que recibía el mayor impacto… fui yo. 
Lagrimas empezaron a acumularse en mis ojos, pero yo pestañé en un intento de alejarlas. No iba a quedarme callada, por supuesto que no.
–Justin… –susurré, pero interrumpió. 
–No quiero escucharte ahora, _______. 
–¡Debes hacerlo! –grité yo. Sin embargo, mi grito sonó como un chillido ahogado por un sollozo. 
Él se quedó callado, mirándome aún con ojos oscuros.
–No puedo ir. Tengo cosas aquí, y no puedo dejarlas –dije, ignorando sollozos tanto como podía. 
Era muy difícil hablar en estas condiciones, no me sentía bien anímica ni físicamente.
–Claro… lo tienes a tu novio aquí, es entendible –murmuró con sus dientes apretados, sarcásticamente. Fruncí el ceño en respuesta, pues Jeremy no tenía absolutamente nada que ver. 
–¡No entiendo que hay de malo! ¡No puedo seguirte a todas partes, Justin, no soy alguien que anda detrás de ti siempre! ¡Te lo dije el mismo día que te conocí! –exclamé indignada. Lo había hecho; yo era su mejor amiga, no su asistente. 
–Estás discutiéndome algo estúpido –respondió, tranquilizando su tono pero no su rostro. 
–Mi hermana acaba de tener a su hija, no tiene casa ni dinero –enumeré con el dedo índice, mirándolo fijamente–, las gemelas están teniendo un problema económico con sus padre, y conseguí un trabajo en un restaurante como cuando estaba en mi anterior país –levanté dos dedos más, y ya me encontraba lo suficiente furiosa como para darme cuenta de cómo sus ojos se suavizaban –, me contrataron y nadie lo sabe, si mamá se entera me matará, y yo sólo quiero ayudar a mis amigas y mi hermana. Eso es todo. Iré a verte, pero lastimosamente no puedo teletransportarme. Dedico mucho tiempo contigo, y ahora quiero dedicarlo para otras personas también, y parece no importarte. 
Justin carraspeó su garganta para empezar a hablar, pero mi lengua estaba demasiado acelerada como para callarse ahora. 
–No soy egoísta, quizás tú lo seas, pero yo no, y me preocupo demasiado. 
Tomé aire con mis pulmones, y lo exhalé con brusquedad por mi nariz. Ya estaba fuera de mis casillas. 
–Has lo que se te dé la gana. Cuando me necesites, llámame. 
Giró sobre sus talones, y corrió para dejarme sola en la penumbra de mi “habitación”. Bien, ahora, por lo menos, podía llorar tranquila. 

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No entendía esto. Hace unos días me había dicho que no importaba cuál era mi decisión, que siempre estaríamos juntos, y ahora, estaba a punto de abordar un avión cuando sólo me había saludado con la mano y un simple “Adiós”, que dolió más que cada maldito grito de ayer. Lo vi agarrado de la mano con Katy, y las lágrimas querían salir de mis ojos; después de todo, quizás estaba haciendo lo correcto… él se volvía un idiota cuando ella estaba en la habitación. 
Me senté pesadamente en la butaca que había en el aeropuerto. Había muchos paparazzys que invadían un poco mi privacidad desde lejos, pero no les daba importancia; yo no era tan importante para ellos y por ello no se acercaban.
Las lágrimas caían por mis mejillas al verlos subir al avión; mamá me había dicho que me amaba y cosas típicas, y yo le tuve que jurar que me iba a portar bien junto con Mia, mi hermanastra. Entonces, la puerta del avión se cerró, y todos los integrantes del Team Bieber estaban arriba de él, dispuestos a ir a Texas, para su primer concierto. 
–Tranquila, recuerda que los veremos en una semana –murmuró Mia abrazándome. 
¿Por qué esas palabras no lograban reconfortarme? 

Tomé mi celular, y tecleé el número de Justin, no podía no despedirme de él correctamente; ya lo estaba extrañando. 
–Ya tengo que apagar el celular –dijo, y no dudó en usar su tono de voz irritada. 
–Lo sé… –murmuré– sólo quería decirte que espero que tengas un muy buen viaje, y un lindo concierto. Cuídate mucho, y perdón de verdad. Te quiero muchísimo, Justin, saluda a tus Beliebers por mí. 
Quizás, él sonreía en estos momentos por mis últimas palabras. Quise imaginar eso. 
–Te quiero también. Y saluda a Avalanna por mí –respondió secamente para luego cortar.

No podía evitar que tenía verdaderos ánimos por ir con ellos… pero ya era tarde. Tenía cosas que hacer, y personas a quienes ayudar. Esto era suficiente; si Justin se enfadaba, genial, y si no lo hacía, también genial. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora