Capítulo uno.

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Primer capítulo de Nunca digas nunca. ~ “La felicidad de los demás, es más importante”.

Ella cruzó la puerta principal del colegio, insegura y temerosa. Intentando parecer fuerte, con esa sonrisa falsa idealizándose, en su mente, que hoy sería un día distinto… que hoy, las críticas terminarían. “Be alright” –Sonaba en los audífonos de su celular; la canción preferida de su ídolo y modelo a seguir: Justin.
Sentía como si todos la miraran. Como si fuera un bicho raro. Pero solo abrazó más sus libros pensando que era su escapatoria, y siguió caminando, con la vista en la escalera, evitando todo. 

–¡Córrete de mi lugar, idiota! –le gritó una chica; Miranda, una de las más ‘populares’ del salón. Ella la miró y se corrió, dejándola pasar. 
–Perdón. –Murmuró, aunque sabía que no debía hacerlo. 
El sentimiento de encogimiento que tenía cuando veía a todas las demás chicas insultarla, era doloroso para su alma; su destrozada alma. Y por más que se repetía que debía ser fuerte, le parecía imposible cada día. Solo se mantenía en pié por él. Por Justin.
Y la canción terminó, pero ella la volvió a poner y se sentó en su lugar, a la derecha adelante. E inmediatamente, sacó sus útiles escolares, a esperar que toque el timbre y poder estar tranquila y concentrada en la su siguiente clase: Historia. 
Así fue.


–¡_____! –Le exclamó Luna, una de sus ‘amigas’, una vez que había terminado la clase y salían al receso. 
–¿Cómo estás? –Le preguntó Milagros, la otra ‘amiga’, con una sonrisa.
<<Deprimida; triste; fracasada; sola; estúpida; anormal; ridícula.>> pensaba ella.
–Bien –esforzó una falsa sonrisa. Era una rutina, todos los días.
Luna y Milagros eran mejores amigas, y consideraban a ____ como otra amiga. Sin embargo, ______ se sentía excluida y a la vez, intrusa, como si sobrara entre ellas. Aunque no era así.
–Tenemos tarea de Matemáticas, ¿la hicieron? –preguntó Milagros, empezando a caminar las tres juntas, al compás para el patio en el piso de abajo.
–Yo sí. –Respondió ______. Nunca se había olvidado una tarea, era muy importante para ella, y no quería darle más problemas a su madre con malas notas de su parte, aparte de los que ella ya tenía.
–Yo no. –Dijo Luna seguido por una mueca. ____ rió y Mili la miró entrecerrando los ojos.
–Nunca la haces. Tonta –por juego, le pegó en la cabeza.

Apenas tocó el timbre del final, se volvió a colocar los audífonos y tomó sus cosas lentamente, guardándolas en su mochila sin apuro. Una vez lista, la dejó colgando en su hombro y caminó para la salida, observando a todos sus compañeros salir con sonrisas brillantes, grandes y risas acompañadas. De verdad se veían felices. Y ella también sonrió, pero no por el hecho de estar feliz como ellos, sino… porque a ella le hacía sentir bien como todos se veían felices.
Y ese era uno de sus defectos. Prefería ver la felicidad de los demás, que la de ella.
Siguió caminando a la parada del colectivo, con su carnet de alumno y el dinero en la mano, y su celular escondido por precaución. 
Una vez que estuvo dentro, miró la ventanilla imaginando y soñando cosas, que las personas le decían que nunca sucederían; pero ella seguía soñando. Algo le decía que valía la pena soñar.

–¿Mamá? –preguntó dejando caer la mochila en el sillón ya desgastado. No hubo respuesta –¿Estás aquí? –volvió a preguntar empezando a caminar por todos lados, pero negativo. Se dio por vencida, y volvió a la cocina, para cocinarle algo a su madre, ya que hoy… llegará tarde por uno de sus trabajos, seguramente.
Abrió la heladera, y se desanimó muchísimo más al ver que no contenía nada más que agua, queso, leche y arvejas. Suspiró evitando las lágrimas y caminó a su habitación para sacar dinero de sus ahorros bien merecidos.
Y le dolía. Esos ahorros, eran el fruto de sus sueños; su meta era ir al concierto de él. Pero también se sentía dolida y egoísta. Su madre tenía dos trabajos por día, y estaban mal económicamente; tanto, que apenas tenían para comer. Sin embargo, nunca dejó ballet porque Lucía, la madre de ______, no quiso. Ella trabaja para que su hija vaya a ballet y logre ser lo que ella siempre quiso pero no pudo al quedar embarazada siendo muy joven. 
Con la mitad de sus ahorros, fue al supermercado que quedaba a tres cuadras de su casa. Nuevamente, con los auriculares en sus oídos. 
Deseaba que esto no sea así; pero no podía cambiarlo. Cada noche, rogaba a Dios que cambie, que le de fuerzas para seguir adelante, que cumpla sus sueños. Pero estaba estancada en problemas que no la dejaban avanzar; como si estuviera enterrada en un pantano. Un asqueroso y penetrante pantano. 
Compró lo que necesitaba por ese momento; harina, verduras, frutas, carne y dos chocolates pequeños. Era el momento de darle un regalo a su madre. Entonces, sin más que hacer, volvió a su casa.

Terminó de cocinar una sopa de verduras, y ordenó las camas, preparó la mesa y la sirvió en platos, tapándolos con otros para que estén calientes para cuando vuelva su madre. Y se sentó en su lugar mirando a un punto fijo, la puerta. Ella no comería si su madre no estaba allí, no era correcto con la educación que tuvo. Y luego de que hayan pasado veinte minutos, volvió a limpiar la casa; los muebles y el piso, preguntándose por qué su madre no venía. La preocupación empezó a notarse; comenzó a carcomerle por dentro y la atemorizaba. Ya había terminado de limpiar casi toda la casa, las piezas y el baño; también había cocinado y solo le faltaba la tarea, para ese entonces… ya habían pasado tres horas como si pasó media hora recién. Pero decidida, y nerviosa, marcó el número de su madre. 
Los sollozos de Lucía le hicieron temblar del miedo. 
–¿Mami? –preguntó _____, mientras sentía las lágrimas aproximarse a las mejillas de ella.
–_______ –susurró con un hilo de voz. La niña, empezó a dificultarse en la respiración. 
–¿Qué pasó, mamá? –le preguntó tragando gordo. Amaba a su madre; por más de que peleen siempre, la amaba como nadie. 
–Me vio… violaron, hija. 
Y su madre seguía llorando; mientras _____ sentía pánico, miedo, y que se caería del temor. Las piernas no le respondían; estaban tan duras como el hielo, y el cuerpo se lo sentía como gelatina. Empezó a suspirar intentando calmarse… pero no podía.
–¿Dónde estás? –la voz le temblaba. No podía creerlo. Y también, sentía una pulsada de dolor al saber que ella no se preocupó antes. Interiormente, se gritaba por lo idiota que había sido.
–No sé… es una ruta. –pero _____ no escuchaba ningún auto allí. Inmediatamente, se paró y corrió para donde estaba todo su dinero y lo guardó en el bolsillo, también la llave de la casa. 
–Quédate ahí. –Le ordenó imperativamente, limpiando sus lágrimas con la otra mano.
Llamó a la policía y en poco tiempo, aparecieron en la patrulla donde ______ le contó todo y cada cosa que sabía. 
Ella sabía lo que es sentirse violada. Su padre la violó cuando apenas tenía unos diez años; y aún no lo supera. Es que son cosas tan difíciles de aceptar que con el tiempo, ni siquiera se recupera. Y te queda el trauma para siempre; ella lo sigue teniendo. Por las noches, las pesadillas de verlo con su cara malévola, sonriendo irónicamente, tocándola por todos lados, la atormentaban. Le dolían y le parecía imposible pararlas. Desde ese momento, y hace cuatro años, ______ no volvió a ver a su padre. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora