Capítulo veinticinco.

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Vigésimo quinto capítulo de Caer ~ “Cena”. 

Suspiré dejando que el aire se escape de mis pulmones. 
–Entonces… si yo no viajo contigo… –lo miré a los ojos, sintiendo mi rostro frío– ¿Me olvidarás? –pregunté.
Esperó. 
Pensó.
Frunció el ceño. Chasqueó la lengua. Levantó las cejas y pronunció:
–¿Qué acabas de decir? –fue como un chillido, de los que no estaba acostumbrada a escuchar de su parte; antes de que pueda contestar, volvió a hablar–. Te has vuelto loca, definitivamente. 
Negó con la cabeza, pareciendo indignado. Apartó la vista de mis ojos y siguió con su cena. Quise hacer lo mismo, pero ya no tenía apetito. 
–A veces pienso de que todos me confunden con un muñeco sin sentimientos. 
Dejé la bandeja sobre la mesa, aun con las manos temblorosas. 
–Incluso tú –completó. 
Un puñal en el pecho sentí. 
–Yo... yo sólo... –tartamudeé, evitando cualquier contacto con sus ojos. Justin me interrumpió. 
–¿No confías en mí? –preguntó dolido. 
Bien, lo único que estaba logrando, es apartarlo aún más. 
–¡Claro que sí! –exclamé, decidiéndome a ver sus preocupados y cansados ojos castaños. 
Pareció dudar. 
–Sólo tengo miedo a perderte –murmuré con la voz tan baja, que quizás él no haya oído. 
Baje la mirada hacia mis manos entrelazadas arriba de mis piernas. 
Sentí su cuerpo retorcerse incómodamente sobre el sofá, y me sorprendió el sentir sus brazos abrazando de costado mi cuerpo. 

Un lugar cerca de mi corazón, encendió su lamparita con felicidad. 

–Siempre juntos –dijo, haciéndome girar la cabeza para que pueda besar mi frente –. Siempre. 

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Mañana. 
Mañana empezaban los viajes del tour de Justin. 
Y aquí estábamos, esperando que todo el Team Bieber llegue a la casa gigante de Justin, donde nosotros yacíamos tirados en el salón de videojuegos jugando un juego de carreras de autos. 
Habíamos pasado toda la tarde juntos, hablando de tantas cosas que no podía recordar con exactitud sobre qué, acompañándolo al estudio –donde me mostró dos canciones nuevas (Love me like you do y Make you believe) que me hicieron enloquecer– y yendo a sus ensayos de baile, en donde me aprendí la coreografía de Beauty and a Beat. Fue todo un día productivo, y me sorprendía ver a Justin tan activo y emocionado, después del cansancio y obligaciones, eran cosas que amaba. 

Bufé cansada cuando un “Game over” apareció en la pantalla; Justin me venía ganando por seis veces seguidas, mientras yo solo tuve victoria en una, y sospecho que él me dejó ganar por diversión. 
–¡Eres un tramposo! –chillé. Le tendí el joystick a Ryan Butler, algo molesta y con brusquedad –¡No es gracioso! –caminé a grandes zancadas hasta la puerta, di vuelta y los vi observándome carcajeando; les saqué la lengua infantilmente, y seguí mi camino hacia el living de la gran casa de Justin. 
Cada vez que venía a esta maldita mansión, me perdía. Todo era extremadamente lujoso y grande, que no me sentía cómoda. Yo prefería nuestro pequeño departamento, cálido y común, con ese sofá que era mi vida, y esa cama gigante para mí sola. Excepto los viernes. 
Me detuve en seco en la cocina, cuando un chico de piel oscura, remera negra, jeans caidos y Adidas, me daba su perfil. De la heladera, sacaba una botella de jugo de naranja en una mano, y en otra, vodka. El chico, oyó el sonido de mis zapatillas, y volteó su rostro para verme. 
–Oh, tú debes ser _____ –dijo regalándome una sonrisa, que hizo vibrar mi estómago –. Justin me ha hablado de ti. 
Él dejó las botellas en la mesada de mármol, y yo me adentré en la cocina. Sólo lo conocía por las fotos, Justin siempre salía a bares con él y otros chicos más; pero jamás los he visto con él en persona, y la mayoría eran chicos de piel oscura, niggas. 
–Oh, hola –saludé.
Él nunca me cayó bien. Y no lo digo por envidiosa, ni protectora, y menos por racista; sino que, he visto la cantidad de veces que en las noticias salía un Justin borracho (cosa que antes no ocurría), y detrás de él, todos sus “amigos” incluido él, es decir, desde que Justin se junta con ellos ha cambiado mucho; sin embargo… jamás hablé de Justin sobre esto. 
–Soy Erick Wayne –dijo, una vez que se dio cuenta que yo no hablaría. 
Bueno, quizás, estaba siendo un poco estúpida al juzgarlo sin saber. 
–Un gusto –alargué mi mano, para estrecharla; pero Erick me sorprendió cuando empujó mi brazo para besar mi mejilla descaradamente, tardando más de lo normal y siendo, para nada, amigable.
Bien, eso no me gustaba; ni siquiera Jeremy hizo eso conmigo. 
Cuando pude, me separé rápidamente, sintiéndome pequeña ante su mirada algo descarada. 

Me quedé quieta en el lugar lo suficientemente lejos de él, trayéndome recuerdos de mi padre, sin saber por qué. Agradecí el momento en que pasos se escucharon, y al retroceder, choqué contra el pecho de Justin. 
–Oh, Darling, te estaba buscando –me dijo. Lo miré seriamente, con mi labio inferior temblando –¿Ya se conocen? –volvió a hablar. Erick rió. 
–No me habías dicho que estaba tan buena –tragué saliva. 
Bien, definitivamente no me había confundido. Maldita sea, él era un imbécil, y me recordaba a mi papá de los viernes, cuando me observaba así, de arriba abajo. La verdad, es que mis instintos me decían que no debía confiar en los hombres que no sean Justin, Scooter, Jeremy, Ryan o alguien que yo conozca desde antes o me muestre confianza. Es algo que me pasó con todos cuando los conocí; incluyendo Justin y Scooter, exceptuando a Jeremy y Ryan porque ya tenía algo de confianza en ellos, por ser amigos de conocidos míos. 
Justin rio, y yo también quería encontrar lo divertido en todo esto. 
–No me parece gracioso –fulminé con la mirada a ambos. 
Justin pasó sus brazos por mi cadera, para atraer mi espalda a su pecho, y me sostuvo ahí. 
–Está bien, Erick, no es gracioso –dijo en burla. 
Me separé de él fugazmente, y fui a la mesa donde había jugo de naranja y me lo serví en un vaso rápidamente. Al terminar, no presté atención a lo que Erick y Justin hablaban, y salí de la habitación para ir a donde estaba Ryan, quizás él sí no jugaría conmigo. 

No sabía si yo estaba actuando como una estúpida e inmadura, o si Justin era el imbécil. Definitivamente, lo éramos los dos. 

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Por fin cenábamos todos juntos. Y yo no tenía hambre.
Delante de mí había un bouffette argentino, que con sólo verlo u olerlo, estaba llena. Distintas variedades de carnes, ensaladas, salsas, jugos, tragos, gaseosas, y todo lo que puedas imaginar para una larga mesa. Era como estar cenando con el presidente de Inglaterra… pero no, estábamos con el Team Bieber, alrededor de unas 40 personas; incluyendo a Usher, Ludacris, Carly Rae Jepsen y Cody Simpson, sólo faltaba… Katy, aunque eso era mejor para mí. 
Me sentía tan afortunada; de verdad era una niña con una suerte de locos. Hace un año y medio, yo no era nadie, todos me criticaban (muchos lo siguen haciendo) y sufría tantas cosas y tantos miedos que padecía miedo de seguir adelante. Pero aquí estaba, alado de la persona que me inspiró para seguir adelante, y todo su equipo/amigos. 

Mamá me miraba desde enfrente, mientras metía un pedazo de tomate en su boca; Scooter, que estaba alado de mamá, también me miró intrigado; en cambio, Justin, que se encontraba alado de mí, ni me pescaba porque hablaba con sus amigos. Me encogí de hombros entendiendo sus miradas, aunque mamá ya sabía mi decisión, Scooter ni Justin no. 
–No voy –susurré para ellos dos, cabizbaja –. Se me presentó… 
–¿De qué hablan? –interrumpió Justin. 
Apreté la dentadura, interrogándome por qué puta razón no había dicho mi respuesta días antes. Levanté la cabeza, y lo miré inexpresiva. 
–No voy al Tour contigo. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora