Vigésimo tercer capítulo de Caer ~ “Amanda, mi hermana”.
Mi hermana estaba a metros, separadas por una pared que no significaba nada para mí. Diablos, era la primera vez en años que la vería, la primera vez que podría decirle un millón de cosas sin importarme el que hace minutos haya tenido un hijo.
Aún tenía la herida, y recuerdo perfectamente el día que mamá no aparecía por ninguna parte, como si fuera ayer. Mi propia hermana... mi propio padre... mis propios familiares. Estas eran cosas de que nunca iba a olvidar, porque aún siento ese dolor que tuve ese mismo día, aunque ya pasaron más de dos años del secuestro de mamá, y casi cuatro de la desaparición repentina de mi padre y Amanda. Lástima que él está actualmente en la cárcel, y ella tan sola como abandonada.
Me sentía tan sínica al estar sentada aquí, en una banca de madera, siendo tía de una niña que yo no la considero como sobrina ni familiar. Pensar que esa pobre criatura no tendría una madre ni una familia correcta ni preparada, me daban ganas terribles de ayudar. Pero… yo no puedo hacer nada... tengo sólo 16 años, y a pesar de que mi mente es mayor, no puedo.Una puerta se abrió, la misma puerta de Amanda. Una enfermera con su uniforme celeste cielo apareció mirando hacia mí.
–Ya puede entrar –asentí con la cabeza sonriendo cortésmente, y le hice una seña a Yary y Hat para que me esperen.La charla que nunca imaginé que tendría, estaba a punto de suceder.
Tragué saliva, de repente sintiéndome demasiado nerviosa. Bien, era hora de arreglar cuentas endeudadas; ahora no podía echarme atrás. Puse las manos sobre el picaporte plateado, y abrí la puerta lentamente, con mis manos temblorosas.
La miré y me miró.
Sus ojos delataban lo triste que estaba, mientras una sonrisita intentaba desapercibir su evidente dolor. Quizás era mi imaginación, pero ella se encontraba en dos disputas interiores demasiado grandes.
Amamantaba a su nuevo bebé, mientras las lágrimas eran retenidas en las esquinas de sus ojos.
–________... –susurró con una voz tan débil, que me trajo recuerdos.
Cerré la puerta tras mis espaldas, sin dejar de mirarla con el rostro duro y serio, en un gran intento por no llorar.Bien... ahora no sabía por dónde empezar. Supongo que no estoy aquí para estar callada.
–¿Qué piensas hacer? –pregunté duramente, acercándome a ella pero guardando espacio.
Una lágrima corrió a lo largo de su mejilla. No se molestó en limpiarla.
–¿Con qué? –su voz consistía en un hilito pequeño, ahogado de arrepentimiento y dolor.
O eso parecía.
–Con tu bebé –respondí.
Ella desvió la vista hacia la bebé dormida sobre su pecho y suspiró, haciendo que un sollozo se escape de sus labios.
–Aún no lo sé... –murmuró. –Yo no quiero que tenga a una criminal como madre.
<<Y yo tampoco>>.
–¿No te parece que debemos hablar muchas cosas? –pregunté frunciendo el ceño. Volvió a mirarme con sus ojos mieles claros y vidriados.
–Yo... –la voz se le cortó –Yo me arrepiento de... de tantas cosas.Entrelacé mis manos en un gesto nervioso, y las sentí sudadas en un frío sudor.
Era mi hermana aún, estaba siendo algo dura… pero, ¿cómo perdonar cosas así de un segundo al otro? Yo no podría.–Bailaste hermoso el otro día –dijo de repente, dando un giro a la conversación. Cuando abrí la boca para contestar, volvió a hablar –. Había ido escondida.
Moví la cabeza para un lado, asintiendo levemente.
–Gracias –contesté.
Sus ojos pasearon temerosos por la pequeña habitación, y finalmente vio a su hija dormida; se prendió el camisón para que su pecho no quede al aire y volvió a mirarme.
–Sé que no debería... pero, ¿puedes ayudarme a colocarla en la incubadora? –preguntó –. Yo no puedo pararme, y no quisiera llamar a la enfermera.No pude negarme, después de todo, estaba una bebé de por medio.
Me acerqué a ellas, y cuando me la tendió suavemente, yo acomodé la mantita rosa leve y el pequeño cuerpo del bebé en mis brazos.
Era hermosa, chiquitita y blanquita. Sus ojos estaban cerrados, pero sabía de qué era hermosa. Su manito era tan pequeña que mi corazón se encogió. Levemente, la acaricié con un dedo de mi mano que no la sostenía.
–Es hermosa –le dije, todavía observándola y sosteniéndola como un peluche –¿Cómo se llamará? –pregunté.
–Quisiera que se llame Avalanna.
Levanté la vista para volver a mirar sus ojos.
–Como... ¿todavía recuerdas? –murmuré. Y ella asintió, con una melancólica sonrisa en su rostro.
Volví la vista hacia Avalanna, que dormía plácidamente en mis brazos. Una vez cerca de la incubadora, la coloqué en ella, haciendo que al principio se queje y luego siga durmiendo en paz.
Avalanna era una niña de seis años que padecía de cáncer, que en mis tiempos de total fanatismo a Justin, yo le contaba a mi hermana todo lo que pasaba con ella; el sueño de la niña, era conocer y ser la esposa de Justin Bieber, y lo logró… pero meses después, bueno... no quiero recordarlo. Siempre le dije que cuando tuviera una sobrina, me gustaría que se llame Avalanna, en representación a la señora de Bieber.–¿Vas a hablar, Amanda? –me crucé de brazos frente a ella, impaciente.
Algo dentro de mí estaba por arrancarse de mi pecho si no hablaba pronto.
Cada maldito segundo que pasaba, parecían horas para mí.
–No fueron las cosas como piensas –esperó unos segundos, sorbió sus mocos y pareció como si buscaba las palabras perfectas para ese momento –. Yo no me fui porque quise.
Respiré y exhale; ella parecía incluso más nerviosa que yo. Las palabras salían de su boca tartamudeantes, y con temor. ¿Por qué me tenía miedo?
–Yo hice todo para protegerlas a mamá y a ti –respondió. Hizo una mueca, como si le doliera decir eso.
–Si quisieras protegernos, no te hubieras alejado de nosotras, ni tampoco formar parte del secuestro de mamá –chillé enfadada.
Tenía todo el derecho del mundo en enojarme; ella había cometido el mayor error del mundo.
No entendía como podía tener el rostro para llorar, cuando tanto mal nos hizo.
–¡Nosotros no la secuestramos! –exclamó levantando un poco la voz. Empezó a sollozar nuevamente y casi con brusquedad, limpió sus rojas mejillas –. Papá se había metido en un lío; Jack no podía pagar las drogas, y Jack mintió diciendo que todo era culpa de papá y que si no hacíamos algo rápido, se vengarían con ustedes dos.
Tomé una bocanada de aire, de repente sintiéndome enferma.
–¿Quién diablos es Jack? –pregunté confundida.
Ella contorneó los ojos.
–El que obligó a papá a separarnos de ustedes. El padre de mi hija.El aire se esfumó de mis pulmones.
Ahora recordaba… Jack era un tipo que trabajaba con mi padre, desde incluso antes de su escapada. Recuerdo perfectamente las veces que los vi juntos, a veces, los viernes a la madrugada (los peores días), en los que yo me quedaba despierta, lo veía a Paul bajándose del auto del imbécil de Jack, ebrio y drogado, entrando a la casa y buscándome.
Mordí mi labio, intentando no llorar. No pude evitarlo; el recuerdo estaba tan presente en mi mente que me resultaba imposible olvidarlo.
<<–¿Papá, qué estás haciendo? –pregunté inocentemente, cuando él entró en mi habitación.
Sonrió maliciosamente, acercándose a mí.
Yo pregunté qué era lo que pasaba; ¿por qué se comportaba tan extraño?
Entonces, reaccioné cuando sus manos me sacaban mi camiseta rápidamente. Quise gritar, pero era en vano… su mano tapaba mi boca completamente.
–Cállate –susurró con voz aterradora; un raro olor salió de su boca al decir eso.
Sus palabras bastaron para que sienta temor, tiemble y de mis ojos salgan lágrimas.¿Dónde estaba mi papi de siempre, y por qué este actuaba así?>>
–Paul no tenía escapatoria, ______. Él ya se había metido en la droga; y yo no tuve más remedio que meterme con él, para que ustedes salgan bien.
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Nunca digas nunca |Jb
FanfictionA veces… cuesta mantenerse fuerte, creer en los sueños y creer en ti.&nbsp;Pero cuidado con lo que deseas, que puede hacerse realidad cuando menos lo esperes.