Capítulo uno.

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Primer capítulo de Caer. ~ Darling, niño. 


Me senté en la banca de danza, en las afueras del instituto.
El frío se notaba más helado y resaltador que nunca, y un año en la gran manzana es algo importante como para no sentir este clima. Normalmente el clima frío era mucho más conocido que el cálido; al revés de lo que estaba acostumbrada a mi anterior país en América latina, totalmente caliente en verano, y algo pero no tanto, en invierno. Pero aquí no… y debía admitir que me gustaba, pero a la vez extrañaba mi vida anterior… por más aburrida, monótona y complicada en ocasiones que resultó ser.
Ahora todo había cambiado. En un año todo sucedió ante la anormalidad de nuestras vidas, hablando de mi mamá y yo.
Miré el reloj de mi muñeca impaciente, rogando que Justin llegara en cualquier momento. Había dicho que vendría a buscarme, como todos los viernes y hasta ahora… lo había cumplido, pero con alguna que otra tardanza de minutos después, que fueron perdonados en varias ocasiones; él sufría con el ataque masivo de fans por doquier, y paparazzis mentirosos e irrespetuosos que se metían en su vida constantemente. Y eso mismo… había pasado el día en que llegué por primera vez a Nueva York. Aunque me había enojado tontamente, él se las manipuló obligando, –no literalmente–, a que lo perdone… y débilmente, lo hice. No podía resistirme. 
Supe que su brillante auto se acercaba hasta kilómetros atrás. El simple sonido fuerte de las cubiertas rechinando sobre el asfalto, y los tantos gritos detrás de él, lo delataban. Lo típico. Y lo típico fue confirmado luego que uno de sus autos costosos, –que tanto los odiaba–, se encontró frente a mí. Me paré de la banca rápidamente, antes de que los paparazzis me rodearan como siempre lo hacían, y una vez dentro de su Ferrari, sonreí.
–Hola niño. –Lo saludé y me acerqué para besar su mejilla como siempre. Él rió y me mostró su hermosa y brillante sonrisa. 
–Hola Darling. –Dijo en respuesta como saludo, sin quitar su sonrisa. Darling era el sobrenombre de su parte por mí… y el mío, resultaba ser ‘niño’, siempre… sí, poco romántico de mi parte para un ‘cariño’ como es el suyo. Reí y miré la carretera.
–Vamos, antes de que… ya sabes. 
–Claro.
No nos podíamos mostrar como de verdad éramos. Solíamos conversar siempre de tonterías, pero misteriosamente, frente a las cámaras resultábamos ser fríos entre nosotros mismos y por más de que reaccionaba como si no me daba cuenta, estaba enterada de todo… y él igual.
Y sin esperar nada… el vehículo empezó a andar, luego de que me haya puesto el cinturón de seguridad sobre mi pecho.
–¿Sucede algo, Darl? –diminutivo de Darling, era Darl. Lo miré apoyando mi cabeza en el apoyacabezas del auto. Negué con la cabeza, mientras sonreía sin mostrar los dientes. –Estás algo callada. 
–Es solo que… estoy cansada. –respondí. Él sonrió mirando la carretera.
–Yo también. –Admitió – ¿Algo bueno sucedió hoy? –preguntó. 
–Nop… pero el lunes tengo un examen de Geografía y todavía no estudié nada. –dije y suspiré seguidamente. 
–Diles que eres la mejor amiga de Justin Bieber. –bromeó como siempre.
Ambos odiábamos que yo sea conocida por ‘mejor amiga’ del gran y fabuloso cantante Justin Bieber. Pero era inevitable. 
Reí entre dientes, y él también. Seguí mirando como conducía, luciendo despreocupado y tranquilo. 
–¿Y tú, bobo? –amaba utilizar los insultos en español, en vez de inglés. Él todavía no sabía manejarlos totalmente, y por momentos… se confundía con cualquier palabra. El otro día le dije ‘zorro’, algo como mujeriego, y él lo tomó como ‘hermoso’, diciendo: “Soy zorro, lo sé”; y yo… bueno, estallé en risas y le dije lo que significaba; mentira, nunca lo haré. Él es mi zorro y punto.
–Lo de siempre. Scooter parece entusiasmado por el nuevo cd. –respondió con algo de irritación en su voz.
Estaba cansado. Siempre se quejaba sobre ello.
–Es su trabajo, Justin, su trabajo es irritarte. –bromeé tontamente. Negó con la cabeza, justo que una divertida sonrisa se curvaba en su rostro. 
–Si escuchara tu madre… o él. Yo debería tener miedo; Charly tiene todo guardado en su memoria. –bromeó. Charly era su jodido auto. Y mi madre… bueno, era la novia de Scooter. Lo sé… rarísimo, pero eran peores que Justin y yo juntos; todo el día inseparables, y todo el día a los besos. Era molesto, debía admitirlo. 
–Cállate. Tu auto horrible y costoso no ayuda en nada. –dije en español. Mi niño, no entendió nada.
–No me hables en español. –dijo en francés, y pude entenderlo, porque esa frase siempre la decía. 
Rodé los ojos, sabiendo que no me veía porque miraba a la carretera.
–No me hables en francés. –repetí, fingiendo desinterés. 
Y el resto del camino… fue hablar de tonterías y de fondo, escuchando Part of me de Katy Perry. 

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Entramos al departamento que tenía como casa e inmediatamente, me conduje al refrigerador donde la típica nota de mi madre de viernes estaba: “Salí con Scotter. Cuídate y estaré vigilando a Justin. Te amo. PD: Justin, aléjate de las magdalenas recién cocinadas”. Reí en una carcajada horrible, y más al ver la cara de Justin cuando la leyó. 
–Me odia… tu madre me detesta. –suspiró falsamente.
Él amaba comer cualquier cosa que mi refrigerador tenía. Siempre. 
–Sabes que te adora, incluso más que a mí. Pero vives comiendo de mi comida.
–No comes nada, Darl. Está bien lo que dice tu madre… estás tan flaca que vas a desaparecer en algún momento. 
–No exageres. –bufé. –Quiero bailar y con mis 50 kilos, creo que se hace imposible entre todos esos esqueletos. 
–No tienes 50, tienes 43 y recuerdo tus 15 años. –Me regañó con su dedo índice apuntando hacia mi dirección. Rodé los ojos. 
–No soy anoréxica, ni bulímica, agradece eso, Justin. –y sin darme cuenta… ya estaba molesta. –Solo es la dieta que debo seguir. 
–¿Por qué no te entra en la cabeza que eres perfecta, cómo eres? –preguntó frunciendo el ceño. El tono confuso de su voz, me hizo dudar si me estaba regañando o alagando. 
–Eh… bueno. ¿Qué quieres cenar? –pregunté evitando el tema. Odiaba hablar de mí, y la forma en que siempre, pase o hablando de lo que hablamos, salga el tema de mi cuerpo y mi peso. 
–Siempre lo evades, Darling. Pero es la verdad. –negó con la cabeza haciendo una mueca con su boca. Suspiré y asentí con mi cabeza. –Quiero pizza… ¿quieres pizza o seguirás tu dieta hoy también? –nuevamente… el tono sarcástico se escuchó.
–Supongo que una porción no me haría nada. –me encogí de hombros, solo para satisfacerlo por un ratito. 
–Trato. 

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Habíamos comido pizza con Coca–cola, y como postre, una gran porción de helado para cada uno. 
Eran las 12 de la noche; mis párpados no daban para seguir mirando el aburrido documental de la vida de las tortugas. Pero a Justin le parecía interesante; sobre todo como se apareaban. Asqueroso.
–En serio hablo, idiota. Esto no me parece divertido, dijiste que los sería. –renegué por décima vez. 
–Eh, nena… cuidado con la boquita. –palmeó mi cadera con la mano que me rodeaba por la cintura. Reí. –Soy mayor… respeto a los mayores.
–Claro, a los ancianos. Perdón, abuelito. –levanté la vista e hice una mueca. Él reprimió su sonrisa y su común carcajada. 
–Anciana es tu calzón. –levantó ambas cejas mientras la palabra que le había enseñado semanas atrás, fue dicha por su boca totalmente canadiense, en un intento de español. Empecé a reír como desquiciada, como loca en un manicomio, como si me contaron el mejor chiste del mundo. Él rió conmigo pero más leve. –¿Lo hice mal? –preguntó.
–No. –respondí con los ojos lagrimosos por reírme tanto. –Pero… –y volví a estallar en risas. –Te quiero tanto, nene. –dije luego de un rato, cuando intentaba calmarme. Él me miró con sus ojos brillantes. 
–Yo más, Darling. –y después de eso… juntó nuestras frentes y besó mi nariz, tiernamente, derritiéndome interiormente. 

–¿Pijama party de viernes? –pregunté levantando las cejas. Él bostezó, y luego yo. 
–Por supuesto, niña.
–Vamos. –tomé su mano… y como cada viernes, nos dirigimos a mi habitación… y algunas veces de él también. 
La tradición de dormir los viernes juntos, se debió a unas cuantas semanas atrás, una de las primeras desde que nos asentamos con mamá. Había despertado a la madrugada, sudada y asustada; había tenido una horrible pesadilla que me dejó toda la noche despierta. Mi padre. Mi hermana. Yo, sola. Desde entonces… Justin juró que nunca volvería tener una. La semana siguiente a ella, él había quedado para dormir en mi casa, en el sofá; nuevamente… otra pesadilla aún peor me asustó; él me mantuvo toda la noche a su lado, hasta que nos dormimos… juntos. Y mi madre, al otro día, lo encontró conmigo y casi lo mata; pero es su culpa por tener el sueño pesado y no despertarse. Luego de una charla algo incómoda, ella cedió y obtuvo la confianza en Justin, semanas o días después. Ahora, es como su hijo y mi hermano mayor. 
–Buenas noches, Darling. –dijo cuando todo estaba en completa oscuridad. Se dio vuelta dándome la espalda, luego que yo lo hice. No nos tocábamos ni por casualidad. 
–Buenas noches, niño. –cerré los ojos y suspiré. 
Doblé la pierna para atrás, aterrizando mi pie en su trasero dándole un leve empujón. Él chilló como una niña. 
–¡Mierda, ______! –bufó.
–Eso te pasa por no abrazarme, idiota. –le dije fría. 
–¡Pero no tenías que patearme!, ¡me duele el trasero ahora! 
–No tienes trasero, deja de querer creerte, creído. –nuevamente, español.
–Lo tengo, envidiosa. –y sentí que se dio vuelta sobre la cama, para que segundos después… sus brazos fuertes y protectores, me rodearan. No sé cómo… pero había entendido y respondido correctamente.
–Ya quisieras. Buenas noches, peor mejor amigo. 
Escuché su risa resonando en la oscuridad… y luego, ya nada recordatorio sucedió.
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora