Capítulo ocho.

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Octavo capítulo de Caer. ~ <<Como una estrella, imperfectamente perfecta>>

{ http://www.youtube.com/watch?v=BCT4wRJhPlw }

Planeaba volver a casa caminando, o en autobús. Pero cuando recién iba haciendo unos pocos pasos sobre la cuadra del instituto, el sonido vagamente familiar de un costoso e innecesario coche apareció. 
<<Justin>>.
Miré como bajó su ventanilla polarizada, dejándome a la vista a mi mejor amigo con anteojos oscuros y una chaqueta de cuero. No lo culpaba, estábamos en primavera, pero el clima era frío e incómodo; aunque resultaba tonto tener un anteojo oscuro siendo las 10 pm y con un cielo completamente oscuro. Las calles también estarían de la misma forma, a no ser por los faroles con focos en las veredas. 
–Hola, Darling. –saludó. Parecía, nada más ni nada menos, de esos chicos rudos y malos de las novelas. Y, ¿para qué mentir? Me encantaba.
–Hola. –Saludé débilmente. Esforcé una sonrisa, pero no me sentía de ánimos reales para hacerlo. Los pies me dolían y el can can seguía lleno de sangre, dándome asco; contando que mi autoestima estaba bajo subsuelo, también.
Pude ver, como subía sus anteojos y la sonrisa sobradora desaparecía para reemplazarlo por una fina línea y su frente fruncida. Por mi lado, las lágrimas luchaban por no salir. Y agradecía que el clima este tan frío como para que mucha gente no rodee por las calles; y que los paparazzis todavía no aparezcan. 
–Vamos, sube. –Más que una afirmación, fue una orden. Y no desobedecí.
Rodeé el auto hasta llegar a la parte del copiloto. Me encogí en el lugar luego de colocarme el cinturón de seguridad, y evitar a toda costa la mirada penetrante de Justin, llena de interrogatorios que pronto saldrían de su boca. Para mi suerte, él no dijo nada, sólo dirigió la mirada a la carretera enfrente de él, y comenzó a conducir normalmente.

–¿Te sientes bien? –preguntó cuándo apenas introduje la llave en la cerradura. Había hecho mi mayor esfuerzo al caminar con ese tremendo dolor de pies; aunque él tuvo que ayudarme, pero siguió sin preguntar… hasta ahora.
<<Me siento tonta, horrible, humillada, dolorida, depresiva y sola, pero bueno, estoy…>
–Bien. Me siento bien. –contesté, siendo consciente de que mentía descaradamente; pero las ganas de llorar no se iban y el dolor del nudo de mi pecho y el de mis pies tampoco.
–_____... –me llamó. Entré a la casa y él seguidamente, para cerrarla; pero yo no volteé a verlo.
Sólo necesitaba ir al baño para derramar, aunque sea, una lágrima. 
Y eso intenté, casi corriendo. 
Pero no pude hacerlo. Justin me tomó del antebrazo y me obligó a voltear a verlo. De mis ojos salieron lágrimas prisioneras mientras que en los suyos, se mostraban comprensivos y brillantes.
–Te conozco lo suficiente. Eres mi mejor amiga. Es tu cumpleaños y no mereces llorar en el día que debería ser el mejor de tu vida. –Dijo, sin dejar de mirarme. Y no pude aguantarme: lloré con todo lo que tenía en mi interior, abrazando su cuerpo mientras él hacía lo mismo con el mío. No me importaba que su camiseta estuviera mojada, ni que estuviera llorando enfrente de él cuando siempre me mostré dura y fuerte. 
Sus caricias por mi pelo, me hacían sentir querida y como si por fin no estaba sola. 
–Justin… –susurré en un intento de hablar. Sólo había logrado llorar más fuerte y sostenerme más en su cuerpo.
–Shhh… –murmuró y sentía, que en cualquier momento él lloraría también. –Well did you know you're an angel? who forgot how to fly 
Did you know that it breaks my heart everytime to see you cry 
Cause I know that it pains if he's gone everytime he move over on the shoulder you crying 
And I hope by the time that i'm done with this song that I figure out.
{ ¿Sabías que eres como mi ángel que olvidó como volar? 
¿Sabías que me parte el corazón cada vez que te veo llorar? 
Porque sé que duele si él se ha ido 
Y se apoya del hombro en el que estás llorando. }
Eso solo funcionó para que más lágrimas cayeran, sin restricciones. <<Fall>> mi canción favorita. Yo deseaba que no se calle; que nunca me deje ir… que nunca me deje volar, como decía su canción, <<nuestra canción>>.
–Justin… –volví a susurrar, presa de mis sentimientos. Era un torbellino confundible de sentimientos, todos en distintas direcciones. 
–Sé que el otro día fui el peor de todos, que debería haber estado contigo y Christopher… pero, ____... lo siento. –Su voz me hizo tranquilizar un poco. 
–No te… preocupes por… ello.
–Sí, debo hacerlo. Sé que no quieres a… ella, y por más de que tenga problemas, no debería desquitarme contigo. –Suspiró y yo no tuve tiempo de hacerlo, ya que un sollozo se escapó de mi boca. –Te quiero tanto… 
Y me abrazó con más firmeza. Vaya que yo igual.

–Tengo hambre. –Dijo Justin sentado en el balcón, con ella… _____.
–¡Justin! –la fina voz soprano de ______, lo regañó. –¡Acabamos de comer una pizza entera! –él se encogió de hombros, mientras la veía con una sonrisa despreocupada.
Se encontraban en el pequeño balcón de la casa de _____. Justin aprovechó el momento perfecto cuando ella fue a bañarse, y llenó el lugar de luces blancas de navidad; algunas rosas estaban esparcidas por el suelo y muchos pétalos de margaritas, –las flores favoritas de _____–, acompañaban a ellas. Era un ambiente rústico, pero tierno, perfecto para que ____ se sintiera mejor. En los rincones y cerca de la barandilla, estaban algunos globos de helio atados a una piedra para que no pudieran volar. Él sentía ánimos de aplaudirse a sí mismo, pues… en treinta minutos hizo lo que nunca había hecho, y fue suficiente para que _____ quedara estupefacta y llena de emoción.
–Tú tienes estómago chiquitititito. –Le dijo él a ella, pellizcando su nariz con dulzura.
–Yo no sé dónde cabe tanta comida en el tuyo. –Le sonrió _____. Y por más que tenía los ojos rojizos, mejillas sonrojadas por naturaleza, cabello mojado y despeinado y pijama con pantuflas de ositos multicolores, él la veía hermosa. 
<<Porque lo era>>. 
–Gracias por esto. –susurró ella, sin quitar la mirada de los ojos mieles de él. Él sonrió abiertamente, sin mostrar la perfecta dentadura blanca. 
–Gracias a ti.
–¿A mí?
–Sí… a ti. –Él rió levemente. 
–No hay por qué… yo no hice nada para ti. –____ se sintió mal de repente, porque pensaba que tenía razón. Pero Justin no pensaba así.
–Apareciste en mi vida… eso es demasiado, ¿no lo crees? –preguntó retóricamente. Se acomodó contra la pared de mejor forma, y obligó que la cabeza de la castaña se oriente en su pecho. 
–No, no lo creo. Sólo ocasiono problemas. –Justin sintió ánimos de pegarle, por un instante; ella tenía el autoestima tan bajo como un subsuelo o el núcleo de la tierra. Ella no entendía lo importante que era; lo hermosa que era; lo perfecta que era. No se refería a su físico… ella era la perfección interior: con un corazón hermoso, que por partes estaba dañado. 
–Sí… lo haces. –asintió Justin. –Pero… todos te queremos así. <<Imperfectamente perfecta>>. Tan tú. –Las mejillas de ella se volvieron rojas y sus ojos, volvieron a cristalizarse; besó su mejilla cálidamente, como solo Justin lo sabía hacer. –Miremos el cielo… –ambos elevaron la vista: luces pequeñas y lejanas titilaban brillantes, como si los saludaran en un prende–apaga. El cielo estaba estrellado y completamente luminoso, haciendo todo aún más perfecto. 
–Son hermosas. –susurró ella.
–Como tú. –completó. –¿Ves cada una? ¿Encuentras alguna igualdad entre ellas? –preguntó él, divisando con una sonrisa a todas las que podía. –Todas son hermosas, llenas de brillo, únicas y desconocidas… –ella lo interrumpió.
–Pero, en un momento, su brillo se extingue y sólo desaparecen. –Respondió sin quitar su vista del cielo. Pestañó varias veces, alejando las lágrimas que querían salir. 
–Se extinguen cuando cumplen su propósito: Iluminar y orientar a alguien. –entonces… Justin la miró ahora a ella. Y _____a él. –Apareciste… y orientaste a alguien como yo, ¿eso no es un punto a favor? Orientaste a tu mamá… orientaste a muchas personas. Eres mucho más importante que lo que crees. No importan los insultos, ni las amenazas ni lo que te pueden llegar a decir… _____, eres la persona más fuerte, pura y hermosa que conozco. –Ella sintió como el corazón se le encogía de ternura. –Por eso… decidí regalarte algo, por tus 16 años princesa. –Dirigió una de sus manos al bolsillo de su jean. Una cajita roja de terciopelo tomó ______ y sin dudarlo, la abrió para quedar con sus ojos abiertos y un revoloteo de mariposas en su interior. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora