Capítulo seis.

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Sexto capítulo de Caer. ~ Resfrío y… Justin: idiota Justin.


Finalmente… había cedido a irme con Justin tres cuartos de hora después. Mi querido amigo, había estado veinte minutos sacándose fotos y firmando autógrafos, mientras yo sonreía falsamente.
<<Odio las cámaras>> –solo susurraba eso, interiormente. Me sentía una total planta exótica exhibida por primera vez en la humanidad, y todos, por eso… me miraban; en este caso, Justin era el culpable de mi gran deseo de invisibilidad. También sabía que me estaban atormentando en Twitter: mi celular, que conseguí conectarlo con esa red social, titilaba y titilaba; pero me había obligado a no ver nada cuando la semana pasada recibí muchos insultos y Justin también me obligó a no abrirlo por un tiempo. Y los otros veinticinco minutos, Justin de nuevo, me obligó a que lo acompañe a entrar a la tienda y comprar las benditas Supras; pero a pesar de que le dije que no quería una, terminó dándome un par de unas moradas parecidas a la de él, pero en femenino. 
Justin amaba obligarme a hacer lo que no quería.
Tenía 15 años sí… y él 20, pero era tan inmaduro y trataba de hacerse pasar como mi hermano mayor, o mi padre en ocasiones. Aunque sabíamos que ambos teníamos la misma edad mental: un feto en desarrollo. 

–Eres dura. –dijo en un tono sobreactuado y casi regañándome en broma.
–¡Me hiciste pasar en ridículo! –chillé como una niña berrinchuda. –Puta Katy.
–Ella no tiene la culpa. –volvió a hablar del mismo modo. Yo rodé los ojos.
–¿Siempre es ella? ¿Nunca yo? –pregunté y luego… me arrepentí. Había sonado como una novia celosa y compulsiva.
–Es mi novia… –lo interrumpí enojada.
–Y yo tu supuesta mejor amiga. ¿Dónde te metiste la promesa de ‘Juntos por siempre’? ¿Te entró en el cu… –ahora, él me interrumpió antes de que diga una guasada.
–Contigo estoy siempre, Darling… con ella no. –volví a rodar los ojos sin despegar la vista de la carretera.
–¿Y? –pregunté retóricamente. –¿Te gustaría que te cambie por un novio? Lo hago, niño, lo haría.
–No, porque no tendrás novio hasta los cuarenta. –dijo como si nada. Bufé como un caballo.
–No es de tu incumbencia. –Escupí sin resentimientos. –Mi padre no está aquí cómo para que me mande. 
–Por eso debo hacerlo yo. –Mintió considerablemente. Volví a bufar.
–Cállate, y maneja más despacio. Y de paso… sí, cállate. 
Había encontrado la perfecta razón para enojarme: Katy. La odiaba, lo suficientemente demasiado. 
Hace unos meses, desde que ella estaba con él, Justin había cambiado. Cuando lo llamaba, él las ignoraba o sino atendía por un simple “Hablamos luego, Darling. Te quiero”. Y yo, aprendí a aguantarlo lentamente; pero eso no servía, porque cada vez iba teniendo más y más grande a la bola de furia dentro de mí: hoy reventó de una forma no tan aterradora como debería ser. 
–No quiero que estés enojada conmigo, _____. –Tuvo el descaro de decir. Rodé los ojos, consciente que él no me veía. –Y menos por…
–Sí, por tu puta. –Contesté, sin medir mis palabras. Estaba enojada para pensar ahora.
–¡_____! –gritó casi sobresaltándome. 
–¡Justin! –dije de la misma forma, en un chillón grito.
–¡No te enojes conmigo! –repitió.
–¡No seas tan idiota! –inmediatamente, cuando llegamos a la puerta de mi edificio paró el coche y me miró.
–¡Perdóname y dejo de ser idiota!
–¡Eres un idiota de por sí!
–¡No seas terca!
Empecé a pensar que esto no era normal. 
–¡Por lo menos, no soy una reemplazadora de mejores amigas por su novio!
–¡No seas niña! –repitió. Rodé los ojos por millonésima vez.
–No me hables. Cállate y no me busques. –Le dije, apuntando mi dedo índice hacia él. Segundos después, ya estaba azotando la puerta del Ferrari y corría para el interior de mi casa… mi departamento, y por ahora… mi salvación de Justin. 
Había cerrado a tiempo la puerta de entrada para que se ahogue por los paparazzis. No me importaba en absoluto; se lo merecía. Estaba al tanto de lo inútiles, inmaduros y niños que resultábamos ser… pero después de todo, me estaba cansado de ser siempre la segunda opción. Porque quizás no servía para darle un buen polvo, pero bien que cuando necesitaba un consejo, un abrazo, ¿quién estaba? No, Katy no… yo, como buena tonta inmadura, niña e idiota. Todo porque lo quería; pero él parecía ser nulo a eso, o ciego, o sordo o con problemas psicológicos.


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La semana había transcurrido. No había hablado de Justin, ni tampoco intenté hacerlo; y él llamó unas cuantas, pero mi mamá no le daba importancia tampoco, siguiendo órdenes mías. 
Eran las diez de la noche del 20 de Abril; un día para mi cumpleaños. Estaba con un resfriado común para primavera, pero un día para mi cumpleaños: es que tengo tanta suerte, –nótese el sarcasmo–. Afuera estaba el cielo nublado y las estrellas todavía no se dignaban a aparecer. Con la llave que saqué de mi bolso de danza, entré en el departamento.
Me sentía cansada; no había podido dormir bien y tampoco el entrenamiento fue agradable.
–¡Cariñooooooo! –gritó mi madre apenas cerré la puerta principal, y acercándose a mí. Un Scooter muy sonriente apareció detrás de ella, y yo me vi obligada a sonreír falsamente, no porque me caía mal Scooter, sino porque estaba cansada y decaída.
–Hola má. Hola Scooter. –intenté que el asqueroso estornudo no se escape de mi boca.
–Hola. –Me besó la mejilla, amigablemente. Scooter era un buen tipo. –¿Te sientes bien, ____? –Scoot me puso la mano en la frente. Asentí con la cabeza pestañando lentamente.
–Síp. –contesté sin mucho preámbulo. Mi mamá me vio entornando los ojos; simplemente, mi voz de enferma me delataba.
–¿Estás enferma? –preguntó ella ahora. De verdad, mi resfriado había aparecido de un segundo al otro.
–Do. –contesté en un intento de ‘no’. Tenía la nariz llena de mocos, que seguro se caerían en seguida. 
Diu. 
Pero todo empeoró cuando Justin entró por la cocina hasta donde estábamos nosotros, todavía en la entrada. No pude evitar mi cara de irritación: seguía enojada. 
Justin se acercó a saludarme; cuando una vil idea me rodeó las neuronas. 
–Hola, ____. –Dijo él, y besó mi mejilla. En un momento rápido, yo dejó escapar mi tan esperado estornudo en su mejilla, llenándolo de saliva asquerosa.
–¡Ay, perdón! –exclamé evitando las risas que deseaba largar. –¡De verdad lo lamento, Justy! –al pronunciar su horrendo sobrenombre, él entendió, pero no dijo nada y solo se limpió con mi remera, toda transpirada ya que abajo solo tenía la malla de danza. Punto doble para mí.
–¡____! –dijo mi mamá, tratando de estar enojada, pero sabía que interiormente se moría de la risa. Y Scooter, sólo sonreía divertido; yo lo miré y me encogí de hombros.
–¿Me dejarán pasar? –pregunté con una sonrisa, casi inocentemente. 
–No. –dijo Justin, infantilmente y poniéndose delante de mí. 
–Lástima… esta es mi casa. –hice una mueca y sin esperar su respuesta entré en mi casa evitándolo.
Dejé mi bolso y todo en mi habitación; tomé una muda de ropa casual cómoda, ropa interior limpia y volví a salir, dirigiéndome al baño para cerrar con tranca y bañarme rápido porque seguro la comida ya estaría por estar enseguida. 
En quince minutos ya estaba lista y totalmente tranquila; aunque toda tranquilidad se esfumó al momento de ver a Justin, sonriendo falsamente y tirado en el sillón mirando como mi mamá y Scooter hablaban.
–… no sé, es que Miley no aseguró nada. Cuando firmó el contrato, dijo que iba a cantar con Justin, pero todavía no especificaron qué canción. –Le dijo mi mamá a Scooter.
Lucía era la encargada de personalizar cada canción de cada artista que firmaban con Island Records; hablaba con los manager’s de cada artista cómo Scooter era de Justin y se encargaba de hacer firmar a cada artista con el otro para hacer un dueto. 
–¿Haré un dueto con ella? –preguntó Justin. Mi mamá lo fulminó con la mirada; venían hablando de eso, hace como medio mes. 
–Justin, deberías dejar de pensar en Katy. –Le regañó mi mamá. Por un momento, quise chocar los cinco con ella. –Y también pedirle perdón a _____ –entonces, ahora, lo que quería era pegarle en la cabeza con la misma mano que choqué. 
–¡Mamá! –chillé y me senté en la mesa. 
–Ay, hija, es cierto. –rodó sus ojos grises. –Te pasaste toda la semana como una furia. Peor que cuando te viene. 
–¡Mamá! –repetí avergonzada, escondiendo mi cara en mis brazos apoyados en la mesa. La risa divertida y estúpida de Justin, me hizo querer golpearlo.
–Y Justin, no te rías mucho. –le reclamó ahora Scooter. –Se pasó toda la semana dando vueltas en círculos y diciendo: ‘Tengo que hacer algo para _____, algo para _____, algo para ____’. Parecía un perro. –La que rió ahora, fui yo. Levanté la cabeza y lo miré divertida. 
–Creo que hacer que tu novia desaparezca de la fax de la tierra, es una opción. La mejor, de hecho. –No iba a parar. Él la iba a sentir hasta el fondo. 
Creo que me esforzaría, pero hasta que Justin no me pida perdón ni tenga a Katy de rodillas disculpándose, no paro. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora