Capítulo cuarenta y cuatro.

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Cuadragésimo cuarto capítulo de Caer ~ Yo soy fuerte.

INSTANCIAS FINALES.


Cuando miré la ventana del avión, sabía que debía sentir una fuerte opresión en el pecho… pero no era así. Me sentía neutra, fría, como si de verdad comprendí que un capítulo de mi vida se había cerrado para siempre. Me prometí, en ese mismo momento, que cambiaría mis ideales. Yo no estaba dispuesta, ni valía tan poca cosa, para ser utilizada como una segunda o tercera… o décima opción; no tenía mucho para dar, sinceramente, pero no merecía tan poco… en realidad, ninguna mujer respetable lo merece.
No me arrepentía, ni me orgullecía, yo sólo estaba aceptando las cosas por primera vez. Justin era un hombre ya, de 20 años, que se drogaba y no recibía la ayuda de nadie porque no quería aceptarlo. ¿Qué podía hacer? Eran incontables las veces que pedí que no lo haga, por teléfono y cada vez que salía el tema cuando nos veíamos. Lamentablemente, yo no tenía una varita mágica para cambiar y mejorar personas. 
Cada uno vivía como podía y quería. Cada loco en su tema. Y cada persona se cansa de insistir tantas veces también. Él bien lo había dicho. 

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“Seis meses después”. 

–Y esta… será la… –un pequeño “chick” se escuchó, proveniente de la cámara del fotógrafo –… última. –Completó con una sonrisa orgullosa mientras la admiraba en la pantallita. 
–Oh… muchas gracias, John. –Ahora sonreí yo, en respuesta, levantándome de la arena de la playa con lentitud; era escurridiza, blanca y finita. –Me sentí muy a gusto. 
Él me miró por un momento y asintió sonriendo. 
–Eres muy talentosa. La cámara te ama. 
Largué una carcajada divertida, y no me di cuenta que él captó ese momento con su cámara fotográfica. 
–Bueno, si tanto insistes –bromeé poniéndome una bata tapando mi cuerpo de la encantadora bikini púrpura con puntos negros y blancos. 

Martina Kleir, mi “manager”, levantó la mano saludándome desde lejos con una brillante sonrisa en su rostro. Luego se acercó hacia mí, caminando como la diosa que es. 
–Tu madre llamó… está preocupada preguntando si estarás llegando para mañana. –Hice el amague de contestarle, cuando ella volvió a hablar con una ceja levantada –. Reina, obvio que le dije que sí. 
Carcajeé aliviada.
–Muchas gracias Mar, no sé qué haría sin ti. 
Ella se encogió de hombros con inocencia falsa.
–No tendrías programado tener fotografías para Victoria Secret’s. 
Era cierto. Ella era la clave de mi éxito como modelo. Hace sólo seis meses modelaba y aprendía con ella, pero luego de dos meses de entrenamiento entré en el tema de las audiciones para reconocidas marcas como Chanel, diseñadores de moda internacionales, Victoria Secret’s como en esta ocasión, y la próxima semana a un videoclip de One Republic.
Debo admitir que me equivocaba al pensar que las modelos eran como Katy Collins, la novia de Justin, pero lo cierto es que no es así. No voy a decir que son chicas normales, pero tampoco son como pensaba. Muchas anoréxicas, o bulímicas, también fuman pero yo no tenía por qué ser así. Estaba sana y salva en manos de Martina, y me sentía tan a gusto como nunca. 

Mi mamá se casa mañana por iglesia. Por supuesto que estaba embarazada de casi ocho meses y, claaaro, que está histérica como nunca. La entiendo… yo estaría igual. 
Avalanna ya tenía siete meses, y sería la sobrina de Matthew, el hijo de Lucia y Scooter; y puedo asegurar que mi sobrina era la cosa más hermosa que vi en mi vida. Vivía con una sonrisa y pequeñas risitas, aunque hace un tiempo no la veo por estar trabajando constantemente en el exterior. 
Se podría decir que mi pasaporte y el permiso de mi mamá vivían conmigo. Y Martina pasó a ser mi única y nueva compañera, excepto Yaritza que me solía acompañar en algunos viajes y me entretenía cuando los ánimos me bajaban. Ella definitivamente era mi mejor amiga, y me sentía muy contenta al saber que su aprieto económico ya pasó. 

Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora