Capítulo treinta.

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Trigésimo capítulo de Caer ~ “… decepcionarte”.

Katy me miró desconfiada antes de abrir la bolsa más grande, que se encontraba arriba de una más pequeña. El envoltorio rojo desapareció y ella metió su mano finamente cuidada para el interior. 
–¿Qué es esto? –preguntó cuándo lo sacó. 
Una mueca de desagrado se extendió en su rostro. 
–Un short decente –me burlé. 
Está bien, debía admitirlo… ese short era totalmente feo para ella, pero para mí era genial y eso lo supe en cuanto lo vi. 
–¡Nunca me pondría esto! –chilló. 
–¿Por qué no mostrarás nada? –pregunté divertida, para que ella me mirara fulminante.
–Que tonta e infantil eres –dijo.
Sonreí con autosuficiencia, como si fuera que eso era un cumplido.
–Todavía te queda un regalo… –murmuré.
Volvió a hacer una mueca, y me tendió el short con su bolsa. Y cuando estaba abriendo la pequeña caja con agujeros pequeños, me mordí el labio divertida.
–¡Sos un asco! –estalló furiosamente, tirando la caja al piso, y alejándose de nosotros.
–Y tú una insensible. ¡Pobre Pac! –exclamé de la misma forma, haciendo que varias personas se den vuelta a vernos. 
Ella empezó a hacer ruidos extraños y saltando arriba de sus tacos con facilidad. 
–¡Quítala! ¡Quítala! ¡Quita la rata, maldita sea! –gritó. Yo empecé a reír, al verla tan ridícula. 
Y no era la única que se reía de ella.
–Es un hámster, no una rata –corrigió Justin gritando desde lejos, y por su tono de voz, parecía divertido. 
Yo reí aún más, cuando ella casi se cae porque Pac se acercaba. 
–¡Quítala! 
–Se llama Pac, no Quítala –respondí. Justin llegó a mi lado, con un mono sobre su hombro, Mally. Era hermoso, una fan se lo había regalado ayer, y Justin en ese mismo momento, me compró a Pac luego de comentarle que estaba bastante sola. Y yo sólo quería hacerle una broma a Katy.
Finalmente, cuando ya estaba llorando de tanto reír, me agaché y tomé al pequeño Pac en mis manos. 
–Lo asustaste, Katy –murmuré intentando parecer decepcionada –. Pensé que te gustaría un hámster. 
Ella me miró con una mano en su corazón, respirando dificultosamente. Y yo no pude evitar seguir riendo. 
–¡Pues no! –sus ojos se agrandaban como platos, y sus pupilas avellanas resaltaban. 
–Que exagerada… –comentó Justin acariciando a Pac con una mano. 
Miré a Justin, y miré a Mally, luego a Katy, y de nuevo a Mally. 
–Pueden ser hermanos… –dije, refiriéndome a Mally y Katy –Claro, con respeto… –Katy pareció tranquilizarse, y comentó:
–Te convenía. 
Yo respondí mirándola fijamente:
–Con respeto a Mally.
Una carcajada se escapó de mi boca, y también de la boca de Fredo que llegó a mi lado. 
Katy abrió su boca ofendida, y yo reí aún más. Amaba molestarla. Entonces, se dio vuelta y se fue haciendo chocar sus tacones sobre el piso de cerámica. Justin negó con la cabeza, diciéndome que ya no tenía remedio discutir conmigo; al contrario, Fredo chocó los cinco riendo conmigo.

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–Puedes ser malvada cuando quieres… –comentó Pattie cuando el tema de hoy a la mañana saltó. 
Sonreí con aire ganador y respondí:
–Ella se lo busca. 
En ese mismo instante, la puerta se abrió de par en par en un fuerte portazo. Mis ojos se sobresaltaron al ver a Scooter rojo de furia, y un Justin escondido en sus espaldas.
–¿Sabes lo que ha hecho tu hijo Pattie? –preguntó él, largando fuego por su boca. 
Y me asusté porque yo nunca lo vi así. 

Pattie lo miró con la misma mirada que tenía yo: perpleja.
–______, vete un rato –Justin habló. Fruncí el ceño y negué con la cabeza. 
–No me voy a ir. 
–Sí, ______, sal un rato. Tengo que hablar con Pattie –dijo Scooter sin despegar los ojos de la mamá de Justin. 
Le dediqué una mirada a Pattie, y crucé por el lado de Justin preguntándome qué mierda había hecho él ahora. 

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Esa tarde ayudé con el tema del concierto de esa misma noche; me mantuve más que ocupada con el tema de los bailarines, (ya que colaboré con los últimos detalles de su vestuario) y algunas parte de las coreografías. Sin embargo, Justin no hizo la prueba de sonido… y ni siquiera apareció por mi vista, lo cual me decepcionó un poco. 
Al fijar mi vista en mi celular que vibraba al compás de Beauty and a Beat, observé que era Jeremy el que me llamaba.
–¿______? ¿_____, eres tú? –preguntó él. Sin querer, una sonrisa boba apareció en mi rostro.
–Mmmm… no sé, ¿qué piensas tú? –levanté una ceja, haciéndole una seña a Christina. 
–Es que ayer te llamé y me atendió Justin. 
Uh, genial. 
–¿De verdad? –Pregunté sorprendida –¿Él con mi teléfono? –¿Qué hacia él con mi teléfono? 
–Eso te lo preguntaría, pero no es tan importante ahora –dijo, y su tono de voz pareció sufrir un ataque de celos que me produjo ternura. 
–La verdad es que no tenía idea que tenía mi celular, en mi defensa. –Respondí tranquila – ¿Sucedió algo? 
–Sí… Erick. 
–¿Erick? –él era el mejor bailarín que tenía Jeremy en su pequeña academia. 
–Está preso –dijo y supe que estaba serio, quizás enfadado. 
–¿Preso? –repetí como boba sorprendida. 
–Al parecer lo encontraron robando. 
Bufó y yo abrí mis ojos grandes, aunque Jeremy no podía verme. 
–Oh… lo siento cariño. –Contesté, sin saber exactamente qué decir. No conocía a Jeremy molesto, casi ni lo conocía realmente, para ser sincera. 
–Está bien. 
John me hizo una seña llamándome a lo lejos, y cerré los ojos al sentirme culpable por cortarlo a Jeremy. Pero me despedí, y fui con él rápidamente. 
–¿Te enteraste? –preguntó entrecerrando los ojos, por el rayo de luz que emitía una luz del escenario. 
Fruncí el ceño. 
–¿Enterarme de qué? 
–Las fotos de ayer. –contestó extrañado. –¿No te conectaste a internet? Todo el mundo habla de ello.
<<¿De qué mierda hablas, John?>>
–No, digo… no tuve tiempo de conectarme a excepción de ayer. Mi celular no sirve para otra que llamar –contesté, otra vez, en defensiva de todos. 
–Genial, es mejor para ti –comentó casi para sí mismo, pero logré escucharlo.
–¿Qué? –repetí –Estoy cansada que oculten cosas. También tengo derecho a saber –dije elevando un poco el tono. 
Y John me dedicó una mirada perdida. 
–Te llevarías una decepción si supieras; de todas formas… –silenció un momento –lo sabrás tarde o temprano. 
Sin dejar que termine la frase, corrí hacia las computadoras que se encargaban del sonido. Chillé cuando vi que no había internet, y no tuve otra que ir a donde estaba Alfredo y sacarle su celular de las manos. 
–¡Ey! –exclamó. 
No contesté, y cerré la ventana de Instagram, para abrir twitter. 

<<Sólo rogué que eso fuera mentira>>.
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora