Capítulo treinta y tres.

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Trigésimo tercer capítulo de Caer ~ “–¿Hace calor, no?”

{ http://www.youtube.com/watch?v=pY9b6jgbNyc } (Fix you –Coldplay)

–¡Bienv…! –Mia saltó sobre el sofá con una sonrisa gigante, hasta que nos vio –¿Por qué están mojados? –preguntó confusa haciendo una graciosa mueca. 
–Porque nos mearon, estúpida –respondí rodando los ojos. –Afuera está lloviendo –Ella me señaló con su dedo índice. 
–Deberías cuidar ese tonito conmigo, Lisa –luego miró a Amanda y Jeremy –¡Hola! –exclamó para acercarse y besar la mejilla de Amanda y la pequeñita de Avalanna. Luego se dirigió a Jeremy y golpeó su hombro amistosamente para decir: –¡Estás más guapo, Jere! 
Mi novio la miró sonriente y respondió como todo el galán que es:
–Gracias Mia, igualmente… –lo interrumpí.
–¡Pero no más que yo! –reí tontamente. Él besó mi sien. 
–Claro que no. 

Mientras ellos masticaban sus hamburguesas, yo tomaba una sopa de verduras por mi maldita dieta. Jeremy me miró interrogante cuando había sacado un sobrecito para hacer una sopa, del estante de la cocina, y luego, casi reprimiéndome preguntó: “¿No comerás hamburguesa?” y como respuesta, le señalé la nota que colgaba del refrigerador gracias a un imán. Sin embargo, no cambió su mirada reprobatoria por más de que él también debería tener una dieta. 
Avalanna estaba en mis brazos, con sus ojitos verdes abiertos, observándome mientras le hacía muecas graciosas. Tenía unas pestañas largas y una sonrisita hermosa. La bebé más linda del mundo, definitivamente. 

Esa noche, fue un caos. La lluvia no paraba de caer afuera; no podíamos dejar que mi hermana se vuelva con esta lluvia, y menos Jeremy en su motocicleta, por más de que él insistía que no pasaba nada. Por eso, extendimos el sofá, transformándolo en una cama de dos plazas como la de mi habitación, y se la dimos a Jeremy para que duerma allí, mientras Amanda y Avalanna dormían en mi cama, Mia en la de mi mamá y yo en la mía con una cama para dormir. 
Era feo cuando llegaba la noche porque es el momento en el que mi mente está procesando, pensando e imaginando cosas que no me gustarían recordar o soñar. Justamente, recordaba cuando era mi cumpleaños y Justin estaba conmigo en el balcón diciéndome que <<una estrella ilumina y orienta a alguien, por más de que se extingan en un momento>>; ese momento en el que nos dijimos <<Siempre juntos>> y lo sentí tan real, que podría haber convencido a todo el mundo de que era así; pero… definitivamente, mi mejor recuerdo (que quería escaparse de mi mente) era nuestro beso. Nos habíamos besado, incluso todavía sentía sus labios esponjosos sobre los míos.
Me pregunté qué era lo que seguía ahora, si nos íbamos a perdonar como siempre, o las cosas empezarían a ser distintas. Sólo rogaba con mi corazón que la primera opción sea nuestro destino correcto, porque no sobreviviría si él y yo nos alejáramos. Lo amaba, como a un hermano. 

Me desperté sobresaltada, con la respiración apresurada, mis pulmones reclamando por aire. Estaba empapada en sudor, mis ojos confusos y borrosos. Entonces entendí que se trataba de otra pesadilla inconsciente. 
Una vez, había ido a un psicólogo que me había dicho que podía tenerlas siempre, era normal respecto a tantos problemas que tuve, y significaba que mi mente seguía procesando mis temores, sin que yo recuerde de qué trataba mi sueño. A veces, mis pesadillas podían ser recordadas por mí, pero esta vez, no lo fue.
Me levanté del piso empezando a caminar descalza por el helado piso de cerámica, hasta el refrigerador para sacar y tomar un poco de agua. Volví a guardarla, y me quedé parada frente al sofá mirando a Jere. Estaba boca abajo, un brazo sosteniendo a una almohada y el otro debajo de su cabeza. 
¿Sentiría lo mismo que siento cada vez que duermo con Justin?
Miré a ambos lados como si buscaba a alguien que me mirara, y caminé hacia él. Saqué la almohada de la prisión de sus musculosos brazos, y la reemplacé con mi cuerpo, sintiéndome pequeña ante su presencia. Entonces se sobresaltó, abriendo sus iris verdes con rapidez. 
–¿Sucedió algo? –preguntó respirando con la misma respiración que tuve yo hace un rato. 
–Una pesadilla –dije mirándolo y suspirando a la vez.
Su mirada se aflojó a una comprensiva, y no dudó en atraparme en sus brazos, como tenía a la almohada hace un rato. Finalmente besó mi cabello con dulzura, luego de uno de nuestros tantos <<Déjate llevar>>. Entonces, a pesar de que era un territorio desconocido y algo incómodo, me dormí con su respiración chocando en mi oído y el leve ruido de la lluvia de afuera. 

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“Justin”

Ya estábamos en Miami en un gigante hotel. No voy a mentir… esto se estaba volviendo incómodo, cuando los únicos que me hablaban eran los niggas.

El clima estaba caluroso, y con un sol que quemaba la piel. Pedí una bebida en el bar, y me senté en una silleta enfrente a la gran piscina que había en la parte de atrás del hotel. En minutos una mesera me la trajo con una brillante sonrisa blanca, y luego de agradecerle, volvió a su puesto de trabajo. 
Me sorprendí cuando por sobre mis anteojos de sol, vi como una chica de piel bronceada, con un diminuto bikini marrón que no dejaba mucho a la imaginación, caminaba hacia mí, sin despegar la vista de mis ojos. 
–¿Hace calor, no? –preguntó con una voz femenina, absolutamente femenina. 
Yo traté de quitar la vista de sus grandes pechos. 
–Eh, sí –contesté. 
–¿Puedo? –señaló la butaca que estaba a centímetros de la mía. 
–Claro. 
Se sentó erguida, colocándose una toalla, antes de sentarse, en su espalda. 
–¿Tu nombre? –pregunté en medio del silencio. Tomé un sorbo de mi caipiriña y la miré sonriendo. 
Ella rió seductoramente.
–Chantel Jeffries. 
–Chantel –repetí frunciendo los labios. –¿Eres de aquí? –pregunté con interés. 
–Algo así –volvió a carcajear, y yo me pregunté de qué se reía tanto. 
–¿Eso qué significa? –levanté una ceja apoyándome en el antebrazo de la silleta. 
Se apoyó en el mismo lugar que coloqué mi brazo y se acercó hasta quedar cerca de mí, sus ojos maquillados levemente, con una boca seductora hablando enfrente a la mía.
–Porque te estaba siguiendo, hace mucho te vengo buscando porque me encantas –susurró.

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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora