Capítulo treinta y cinco.

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Trigésimo quinto capítulo de Caer ~ “Viernes…”


Apenas puse un pie en casa, tiré mi bolso sobre el sofá, y luego, me tiré yo alado de él. 
–¡Por fin viernes! –grité acomodándome, luego de suspirar fuertemente. 
Mia apareció en mi vista de repente, sobresaltándome.
–¡Me matarás del susto, cuatro ojos! –chillé imitando horror.
Ella rodó sus ojos detrás del marco de sus anteojos. 
–¡Hoy es viernes, _____! –cambió su humor de repente. 
Siempre pensaré que Mia estaba increíblemente loca. Solía cambiar de humor como de ropa. 
–¡Por fin! –exclamé del mismo tono, cerrando los ojos placenteramente.
–¿Y sabes qué significa eso? 
Mierda, ese tonito no me gustaba; quizás era un tono que traducía algo como “tengo algo planeado, que será increíblemente molesto para ti”. 
–Sí, que descansaré y dormiré como nunca. –Ella respondió con un raro gruñido de su garganta.
–¡Hoy saldremos! –chilló haciéndome abrir los ojos. 
Me miró sacándose los anteojos y tirándolos en la mesa, para luego sacudirme violentamente por los hombros.
–¡A divertirse! ¡Whoaaaaa! –Me soltó y empezó a bailar.
Bien, ella está totalmente enferma de la cabeza.
–Que te diviertas –respondí volviendo a acomodarme sobre el sofá, apoyando mi cabeza sobre el apoyabrazos, y los pies en el otro extremo. Sin embargo, mis cortas piernas no llegaban al otro apoyabrazos donde deberían estar mis pies. 
–Lisa, estás obligada a venir también. 
–¿Quién es Lisa? –pregunté haciéndome la tonta. No quería salir hoy, estaba cansada. Prefería quedarme, escuchando música de Justin, tal vez viendo Never say never, mirando sus videos o leyendo las noticias nuevas que me harían sentir mal. 
Como respuesta, ella me tiró algo desde donde estaba. Lo agarré con mis manos, y vi una identificación falsa con el nombre de Lisa Braun, de 18 años, con una foto mía de hace un montón y donde Nueva York era mi ciudad natal. 
–¿De donde mier… –ella me interrumpió con rapidez, con una sonrisita irónica y orgullosa.
–Llevo escapándome de mi casa hace años, Lisa. Ahora ve, a bañarte. 

Yaritza venía a casa cuando apenas le comenté que saldríamos con Mia; traté de convencerla que no venga, diciéndole que incluso yo tenía una identificación falsa, y que ella no podría no tener una. Pero, me sentí estúpida cuando me contó que ya tenía una desde hace mucho. 
Bueno, al parecer, era la única rara adolescente que no era amante de las fiestas, del alcohol o las drogas, pero sí de mi cama. 

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Este maldito vestido se veía horrible en mí. Y no me importaba en lo absoluto que Mia y Yaritza opinen lo contrario. Era corto, por el tamaño de los muslos, rodeando mi torso y cayendo como una campana a partir de mi cintura; tenía lentejuelas por todo el vestido de color plateado, con una hermosa espalda abierta atrás, y un escote casi corazón adelante. Digo, el vestido era hermoso, pero a mí no me quedaba. 
Los zapatos negros (de Mia, al igual que el vestido), eran tacones tan altos que me sentía en bajada. No supe caminar al principio sobre estas cosas, porque eran demasiado altos, pero creo que me re-compuse correctamente.
–¿Y así piensas ser modelo? –carcajeó Mia sarcástica. 
–No pienso ser modelo, dah –rodé los ojos y giré para mirarme en el espejo.
El delineado que Mia me había hecho, resaltó mis ojos mieles haciéndolos parecer más claros; me sorprendí porque aunque era de maquillarme (un poco de rímel, normalmente, y las veces que debía actuar con danza), este me quedaba… distinto. Como si pareciera mayor. Incluso se notaban mis pequeñas pestañas gracias al rímel. No sé qué mierda había hecho, pero me gustaba. Y los labios rojos, que quedaban bastante bien sobre mi boca. 

El bar era un lugar muy extraño y desconocido para mí, sin embargo, Mia, Yaritza y Kim (una amiga de Mia) parecían conocerlo totalmente. 
La música sonaba fuertemente, haciéndome imposible incluso pensar, además de que estaba lleno de gente, todo el mundo en la pista de baile, rodeándonos. 
Tenía un trago que Kim me había dado; era dulce y con gusto a limón, algo que nunca había probado. La acidez del limón junto con el vodka que tenía adentro quemaba cuando pasaba por mi garganta, pero a pesar de eso, era una buena sensación, como si fuera que te llenaba de adrenalina. Mis piernas se movían al compás de la música y al de mis caderas, balanceándose. 
Y luego otro trago y otros más otros. Perdí la cuenta ante la perdición, hasta que entendí que las pocas luces se balanceaban y yo me balanceaba con ellas, como si fuera el badajo de una campana.

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“Justin”

No era correcto lo que estaba haciendo. 
Yo no podía detenerme aún así. La tentación era aún más grande que mi culpa ahora.
Fue entonces cuando observé y reaccioné lo que estaba haciendo. Pero ya era tarde. 

Chantel yacía acostada a un lado de mi cama, con sus cabellos desparramados en la almohada y su cuerpo desnudo bajo las sábanas blancas. 
Me quiso sonreír, pero yo sólo encontré un brillo de victoria en sus ojos. 
–Ya deberías irte –murmuré sin tocarla, sólo mirándola. 
–Que zorra soy –rió de repente, haciéndome sentir peor. 
–Vete –volví a murmurar, pero cambiando el tono a una leve voz amenazadora. 
Su sonrisa me desconcertó. 
–Sin dudarlo. Ya hice lo que debería hacer –dijo. 
Se sentó en la cama, dándome su espalda desnuda mostrando un bronceado caribeño. Se colocó su ropa interior, y traté de no mirar para no perderme en el deseo otra vez. 
–Gracias Justin –habló de repente, con su voz melosa. Hice un gesto con las manos, sin moverme de la cama. 
–Adiós –dije. 
–Nos vemos luego –repitió, con un brillo de malicia en sus ojos que no entendí. 
Y salió, dejándome a oscuras en la habitación. 

Supe que no debería involucrarme con Chantel, pero no podía no hacerlo. Estaba siéndole infiel a Katy, quien era a quien más amaba. Y de verdad la amo. Entonces… ¿por qué estaba haciendo esto? Acababa de tener relaciones con una chica que conocía hace 5 días, besé a otras desde hace un mes y no fueron pocas. Todos tienen razón al decir que estoy cambiando, pero la verdad es que algo dentro de mí le gusta esto y lo está disfrutando, mientras el otro lado me dice que está mal, que yo no debería ser así. Verdadera y lastimamente, me dominaban los sentimientos que disfrutaban esto.

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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora