Capítulo diez.

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Décimo capítulo de Caer ~ “Sweet 16”.


–¿Puedo abrir los ojos ya? –pregunté irritada.

Estaba cansada, en pijama, con sueño y no podía ver. Justin se cansó de recordarme lo histérica que era, pero… yo no tenía la culpa. Él lograba enojarme cuando se hacia el misterioso, y el que no sabía nada.

–Pero por el amor de Dios, _____. No, no los abras, tonta. –Agh. Justin, juro que te odio. 
–Quiero abrirlos. –Él bufó, yo lo imité.
–Levanta el pie. –Como respuesta, lo hice a una altura de mi cabeza. Bendita elasticidad. –Bueno… era solamente un poco. –sabía que sonreía. Tonto bipolar. –Escalón. Otro escalón. Espera. Otro. Otro. Cuidado, este es largo. Aguarda, aquí hay agua. Listo, sigamos. Levanta el pie, poquito. Escalón, escalón. 
–Mierda, ¿falta mucho? No quiero escucharte decir lo mismo todo el tiempo hasta que lleguemos al maldito lugar sorpresa. –Chillé irritada. Estaba segura que dentro de unos días me iba a venir.
–Otro escalón, y cállate. –Apretó juguetonamente su apriete en mi cintura y seguimos subiendo lo que parecían escaleras interminables. 

–Ya, ya viene… –escuché susurros pequeños. La banda negra no me dejaba ver nada, y Justin se había ido para donde desconocía, pero estaba cerca de mí ya que abrió una puerta cercana que transmitía oscuridad.
–¡Sorp…! –un grito me dejó desconcertada, y luego, todos chitaron y la puerta desprendió luz, pero se apagó al instante.
–¡Mierda! Nooooo, ¡¡¡escóndanse!!!
¿Dónde mierda estábamos, Drew?
–¡Shhhhhhhh! –podía jurar que él era Justin. –Ven, _____. –dijo en un murmullo. Yo no entendí por qué. 
–Voy. –Respondí. Di un paso para adelante.
Bendito seas Dios, y maldito seas arquitecto que construyo esta cosa. Mierda. Mi frente dolía como si me acababa de pegar con un pedazo de madera. Y sí, acababa de chocarme con la puerta secreta de entrada a Narnia. Sin embargo, las risas de Justin se escucharon, y varios murmullos detrás.
No entendía una mierda. Pero me levanté con ayuda de Justin. 
–¡Sorpresaaaaaaa! 


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Estaban todos. Y cuando decía todos, eran todos. 
Mamá, Scooter, Mia (hija de Scooter con la que hablé algunas veces pero me llevaba genial), Hatzumy, Yuritza, Pattie, Alfredo, Sharly (amiga del trabajo de mi mamá), Jeremy, Jaxon, Jazzy ¡Que grandes están!, ¡Mi abuela! ¡Y la tía Remedios!, Helena, Erica, ¡Luna y Mili! Oh Dios. Voy a llorar. Justin, y Katy… ¡ESPEREN! ¿Qué? Cagaron la sorpresa. 
Aún no creía que todos estaban aquí, a metros míos y sonriendo abiertamente. Algunos no los veía desde hace más de un año, y otros… que sí. Pero de todas formas, las personas más importantes para mí estaban enfrente. Y sin querer, una lágrima recorrió mi mejilla. Luna y Mili se acercaron primero, en un pequeño trote; instintivamente abrí los brazos y las tres nos hundimos en un abrazo grupal, donde yo lloraba como una bebe.
–¡Te extrañamos tanto! –exclamó Luna, en un español que extrañaba tanto como a ellas.
–Yo también las extrañé –respondí, con la voz ahogada en felicidad.
–Pensamos que nos olvidaste –dijo Mili, sonriendo levemente. Y nos separamos, luego de estar como un minuto abrazadas.
–Eso, nunca. Ni lo dudes –Sonreí y limpié las lágrimas de felicidad, que seguían cayendo de mis ojos. 
Ellas se quedaron a la par mía, para que luego avance mi abuela junto con mi tía. Ambas me abrazaron maternalmente, y yo seguí llorando.

<<Esto era demasiado>>. 


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No podía parar de sonreír. Toda mi vida estaba resumida en un solo salón decorado en tonos pasteles, y sobre todo de lilas, como mis preferidos. Las mesas eran pocas; solo unas tres, que fueron unidas para formar una sola mesa y que todos comamos juntos y habláramos mientras cenábamos un arrollado de carne con verduras. Ya estaba cambiada, por un lindo vestido lila que llegaba hasta el piso con dulzura y delicadeza; tenía el escote algo pronunciado en una forma de corazón que me fascinaba, y el resto del torso era pegado a mi estómago, lo que sorprendentemente no se veía mal; tenía toques suaves de brillo y piedras pequeñas en la parte del escote, que daban un toque sencillo al vestido, tanto como a mí me gustaba. Se habían encargado, también, de contratar un peluquero que, con sus súper manos mágicas, me ordenó el cabello en veinte minutos, en un lindo recogido con bucles armados; y una maquilladora, que se basó en un toque de base, color, delineador y rímel. Entonces, empezó la ceremonia, donde yo sentía que estaba en mis “Felices 16”, la fiesta que siempre quise. 
No entendía como hicieron esto, y yo no me di cuenta. Como sabían mis gustos en vestidos, y en decoración.
Sabía que Justin se encargó de la mitad de las cosas, y el resto mi madre, con ayuda de todos. Pero todo, absolutamente todo, era y estaba segura que iba a ser inolvidable. Empezando por el sábado que empezó de la manera más aburrida imposible, y terminó en tal fiesta por mis 16 años. 
Mi corazón se heló cuando unos mozos me pidieron amablemente, luego de terminar de comer, que me siente en una banqueta enfrente a una pantalla gigante. Yo obedecí y esperé, hasta que las luces se apagaron, y solo unas pocas quedaban encendidas disparando flashes violetas. La pantalla se encendió en un tono blanco, una foto mía, –que había tomado una vez, hace mucho–, y mi nombre en grandes letras, luego de un “Sweet 16”. 
Una canción de Coldplay, “Paradise”, empezó a sonar, a la vez que fotos mías de bebé con mi mamá aparecían. Sentí mis ojos humedecerse, cuando apareció una de mi padre, mi hermana y yo de pequeñas, con amplias sonrisas y los ojos llenos de emoción; mis papá nos cargaba a ambas, mientras él reía. Casi podía imaginarme la situación, pero todo se esfumó cuando sucedió la siguiente foto… era yo en mi época escolar, donde mi cuerpo era regordete y aún en mi rostro, mantenía una sonrisa sin mostrar los dientes. Recordé momentos en ese mismo segundo, no todos buenos… pero también importantes. Siguieron pasando las viejas fotografías, resumiendo mi vida en minutos. El final del video, terminaba en unas lindas fotos de mamá y yo, Justin y yo y Luna, Mili y yo juntas; para ese momento, yo estaba bañada en lágrimas que no me importó limpiarlas; y empecé a aplaudir sonriente, pero llorando aún. Mierda. Ese video era hermoso. 
Y cuando pensé que la sorpresa del video había terminado, un rostro iluminó la pantalla; un rostro familiar y conocido para mí. De la persona que menos me imaginé que estaría, en un video, para mí en mi cumpleaños. 
<<Mi padre>>. 
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora