Capítulo veintidos.

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Vigésimo segundo capítulo de Caer ~ “Mi primer función”.


Está bien… debo admitirlo: estoy tan nerviosa como la primera vez que bailé sobre un escenario. O quizás más; pero al menos, todavía no había vomitado o llorado a pedido de mi sistema nervioso, y eso era relativamente bueno. 
Estaba a, exactamente, tres minutos de abrirse el telón y yo debía pararme en el medio del inmenso escenario… sola. Completamente sola. Viéndome más pequeña que lo normal. Y eso me asustaba demasiado; si bien, sabía que el teatro estaba lleno ahí fuera, y sería la primera vez que bailaría en un lugar tan inmenso, tan colmado de personas importantes como directores de ballet a lo largo del mundo, músicos famosos y bueno… mi pequeña familia. Era la primera vez que Justin, Pattie, Scooter, Mia, Yaritza y Hatzumy me verían bailar, sin embargo, mi mamá ya estaba acostumbrada, a no ser por el teatro, ya que yo nunca había bailado en un lugar así. 
Sentía la adrenalina correr por mi cuerpo; entonces, las manos de Helena impulsaron mi espalda, para dejar las bambalinas y adentrarme en el escenario acompañado con la escenografía y las luces, todavía con el telón cerrado. Respiré y exhalé; mi corazón latía casi saliendo de mi pecho. Me coloqué en posición; y justo en ese momento, el rojo telón se abrió; no tuve tiempo de pensar porque la música empezó a tocar. Era el momento de lucirme, y mostrarle a todos lo que sabía hacer. 
Quizás, estaba cumpliendo mi primera meta en la vida: “Ser una gran bailarina”.

Mis nervios seguían; pero mis pies también continuaban bailando. Yo sonreía con una sonrisa que sentía muy genuina, y al parecer, lo estaba disfrutando mucho, aunque hacia un gran esfuerzo en que no se noten mis molestos nervios. Entonces el baile terminó, y yo supe de que lo había hecho casi perfecto cuando los gritos y aplausos rodearon como eco en el teatro. Y aquí era donde empezaba la actuación.
Jeremy entró al escenario; sentí mi corazón bombear tan fuerte que planeaba subirse hasta la boca de mi estómago. Tendió una mano hacía mí, sonriendo cálidamente. La tomé con cariño, mirando a sus ojos maquillados levemente. 
–Déjate llevar… –susurró como siempre lo hacía cuando bailábamos juntos. 
Quizás… nuestros <<déjate llevar>> era muestra de cuánto nos gustábamos. Palabras que reemplazaban nuestros <<te quiero>>. 
Hice lo que dijo, sin quitar nuestra conexión de ojos en ningún momento; y pareció como si un brillo singular atravesó en sus ojos para quedarse allí, mientras me miraba. Oh, yo amaba ese brillo. Oh, yo amaba su gracia para bailar. 
La música terminó; pero no terminó sólo eso… mis labios terminaron en los de él, también. 

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–¡Oh, cariño! ¡Estuviste hermosa! –mi mamá me abrió sus brazos, estrechándome fuertemente. Supe que sus ojos derramaron algunas lágrimas porque su delineado estaba corrido.
Reí levemente, apretando nuestro agarre. Hundí mi cabeza en su cuello y lentamente nos separamos. 
Todos me saludaron como prácticamente lo había hecho mamá. Sólo faltaba Justin. 
Me miró a los ojos mientras su rostro estaba completamente serio; mi sonrisita no bastó para curvar su boca en una sonrisa, pero cuando menos lo pensé, rio en una carcajada hermosa, y me abrazó elevándome por los aires, donde empezó a girar sin importar toda la gente que nos miraba jugar como niños. 
–La mejor bailarina del mundo –dijo entre risas –, la más bonita de todas también. 
–Oh, niño –respondí cuando ya dejamos de girar. Me bajó al piso de repente, para sentirme más baja que lo normal.
–Darling, estuviste perfecta –con una de sus manos pellizcó mi mejilla y yo respondí con una mueca. 
–Gracias, tonto. 
–Soy tu fan número uno –se burló con una piadosa sonrisa postulando en su rostro. 
–Yo soy la segunda después de Pattie, claro –reí. 
Él se acercó y besó mi mejilla con dulzura. 
–La decisión que tomes, quedándote o yendo conmigo, no va a cambiar; ni Katy ni todas las personas en contra de ti o de mí, nos van a separar, ¿entendido? –susurró sólo para nosotros dos. 
Me pregunté qué era lo que pasaba con él; Justin Bieber casi nunca era tierno conmigo; además, estábamos hablando de Katy, y él, prácticamente me estaba diciendo que ella no importaba entre nosotros dos. Y a pesar de que era mentira, yo sonreí con felicidad.
–Siempre juntos –concluí. 
–Siempre. 

Últimamente no estábamos muy unidos como siempre; él había encontrado nuevos amigos y yo también; yo tenía a Jeremy y él a Katy, aunque la diferencia entre los dos, es que yo no me volvía una estúpida cuando Jere entraba en la habitación. De todas formas, no lo culpo; según mamá, todos pasamos por eso alguna vez.
Y estaba feliz... 
Jeremy y yo no salíamos; él y yo nos besamos por primera vez... en un escenario, vestidos con disfraces tontos, frente a millones de personas. 
<<El sueño de toda bailarina>>. 
El segundo beso de toda mi vida, y me gustó, digo… Jeremy me gusta; el primero fue con Justin hace unas semanas atrás, pero al parecer, estaba intentando esfumarse por algún lado de mi cabeza, y quizás él ya lo olvidó. 

Dos manos taparon mi vista, y cuando lleve las mías a las desconocidas, pude darme cuenta enseguida de que era Jeremy. Sacó sus manos de mi rostro dejándome ver a un Justin rojo de rabia; levemente reí. Jere saludó a todos, hasta a Justin que lo miraba como si fuera una presa para atacar; pero eso pareció no importarle a él. Sin embargo, Yary estaba delirando y mirando con ojos brillantes la escena, de cómo mi compañero de baile me miraba; y Hat, bueno... ella quería pelea entre Jeremy y Justin.
–¿No te vinieron a ver, Jeremy? –pregunté cuando volvió a mi lado. 
Miró mis ojos, y justo en ese momento, quise pegarme. Había olvidado por completo la vida de Jeremy, la que él se atrevió a contar unos días atrás en una tarde de confianza. Esa tarde, compartimos historias… él sabía mi vida, y yo la suya. Y la suya fue demasiada dura, en todo momento. 
Él es huérfano; sus padres murieron en un robo en Rusia, donde él nació, tiempo después de que Jeremy cumplió un año. Entonces, su tía recibió a su sobrino como tutora, se mudaron a Nueva York y actualmente lo obliga a bailar Ballet; es una señora mayor, que se casó en tres ocasiones, en donde todos sus matrimonios fueron de hombres con mucha fortuna y dinero. Por eso, él no quería que yo la conozca, porque según me contó, es la típica Cruela de Vil. Y yo no insistí, ni insistiré.
–Oh… olví… –me interrumpió. 
–Ya se fue –sonrió forzadamente –Está bien. 
Fruncí el ceño, mirándolo con una pizca de culpabilidad. Pero él sólo siguió sonriendo, y yo me vi contagiada por su sonrisa. 

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Bien... mamá iba a matarme. 
Faltaban 5 días para tomar mi final decisión, y yo todavía no estaba segura de qué elegir. 
Por un extremo, estaba Justin, el Team Bieber, mamá, Beliebers, lugares por el mundo y... Katy; por el otro, se encontraba Yaritza, Hatzumy, mis merecidas vacaciones de verano, descanso, Ballet y... Jeremy.
¿Qué debía hacer? 
Anoche, luego de un picnic con Jere, él me dijo que me quería, pero no de querer como un amigo... me quería como algo más que eso. Y yo no pude evitar no decirle que lo quería también; por ello, creo que estamos saliendo. ¿Debería dejar a mi novio e ir con mi mejor amigo? 
Luego estaba Katy. Nos odiábamos mutuamente. Ella era la novia de Justin y la telonera de sus conciertos también. Yo no estaba segura de poder aguantar su horrible voz chillona, durante las 24 horas que contiene un día, y tampoco soportaría al Justin preso de los encantos de la rubia oxigenada. 
Bien, yo no estaría bien con ninguna de las opciones. 

Miré a mis dos amigas gemelas pelear por Los juegos del hambre, esa película que tanto amaba; Yary amaba a Peeta, Hat a Gale, y discutían por quien debía quedarse con Katniss lo que era totalmente estúpido. 
Tomé el balde de palomitas de maíz, y les arrojé un puñado haciendo que caigan arriba de sus cabellos. Ambas chillaron al unísono, dándose vuelta al mismo tiempo. 
–¡__________! –gritaron juntas; se miraron frunciendo el ceño y luego volvieron a observarme. 
–¿Podemos mirar la película? –pregunté levantando las cejas. Ambas refunfuñaron como caballos, haciéndome reír. 
Estas chicas eran increíbles. 
Y justo en el momento de la mejor parte, el estúpido sonido del teléfono fijo de casa sonó. A regañadientes me levanté a atender. 
–¿Sí? –pregunté una vez que el auricular fue desconectado y directo a mi oreja. 
–¿Familia Hoffman? –una voz femenina habló con tono profesional. Asentí con la cabeza, pero recordé que hablábamos por teléfono y murmuré un 'umh' –Le llamo del hospital de Nueva York; la señorita Amanda Hoffman está a punto de dar a luz a su hijo. 

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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora