Capítulo treinta y ocho.

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Trigésimo octavo capítulo de Caer ~ “No prometas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enfadado y tampoco decidas cuando estés triste”.


Miré con desconfianza hacia el rostro de Justin, ignorando totalmente a Katy quien seguía a su lado con su sonrisa desintegrada. Observé atentamente como sus lentes negros eran retirados del lugar, mostrándome lo lindos que eran sus ojos al descubierto y natural, y luego yo me sentí tan típica como siempre; esta vez, no tenía absolutamente nada para impresionar. Ya no bailaba, mi voz no era la mejor del mundo, y no era modelo. 
No me moví de mi lugar del piso, y tampoco pensaba hacerlo; estaba cansada de ser la tonta que lo buscaba siempre, por más de lo muchísimo que lo quería. Me había quedado claro, luego de terminar de leer un libro de amor ayer, que la vida sigue a pesar que esa persona ya no esté, no podemos cambiar la forma de ser y su autenticad y tampoco obligar para que nos quieran como nosotros a los demás. Ya acepté que en cierto modo, soy un maldito estorbo en la vida de todos, que cometo quinientos malditos errores y no me merezco tener esta maldita vida; y por ello todos se aprovechaban de mí. 
–¿Por qué has venido? –preguntó Justin, interrumpiendo mis disputa interior.
Una oleada de furia se apoderó de mí. No nos veíamos hace mucho, pero a él no le importaba eso, mientras yo andaba llorando por sentirme tan perdida por su ausencia. Por dios, ¡Ni siquiera me había preguntado cómo estaba!
–Mi mamá me llamo –contesté intentando parecer relajada –, tranquilo, no vine a molestarte –sonreí falsamente, mirando su inexpresivo rostro con determinación lejana. 
Jeremy se acercó en ese mismo momento, y lo agradecí completamente al no sentirme tan sola. Él era como mi escudo antibalas; había estado cuando Marie, Stella y yo discutíamos, y ahora en este mismo momento que me sentía entre la espada y la pared con apenas haberlo visto. 
–¿Y él? –Justin no se molestó en ocultar la molestia en su voz, señalando con ojos asesinos hacia Jeremy.
–Es mi novio… no sé si te lo he presentado alguna vez. La verdad es que no me acuerdo. –Mi boca sacaba chispas, y el instinto animal aparecía para apoderar mi cuerpo. 
Le sonreí a Jere para no ver la cara de Justin; luego tendría tiempo para sentirme estúpida por utilizar a mi supuesto novio como el amor de mi vida. Le tendí mis muletas cansada de estar de esta forma, y me apoyé sobre su musculoso brazo atlético, posando mi cabeza en su hombro, manteniendo la sonrisa estando a como un metro y medio de Justin y Katy.
–No, yo tampoco me acuerdo. –Respondió sin muchos ánimos. –Un gusto. 
Jere, a pesar de ser tan gentil y sociable, no aceptó su mano.
–No lo es para mí –y luego, unió nuestras manos, y me ayudó a caminar con la molesta bota hacia el ascensor, con una llave en su mano. 
Antes de entrar en el artefacto, miré en dirección a Justin y Katy, que se mantenían en la misma forma pero Justin mirándonos fijamente haciéndome sentir un poco intimidada. Volví a prestar atención a Jeremy, y sonreí contenta; ahora, justo ahora, me sentía feliz de haber sido desconsiderada y mentirosa y de tener un nuevo compañero que me defienda ante todo para sentirme querida. 
Unió nuestros labios con un beso, y lo único que nos interrumpió fue el sonido del ascensor que indicaba que ya estaba esperándonos. 

Subimos hasta el piso 10 del hermoso hotel, y Jeremy me tendió la llave con una palabra en ruso que no entendí para nada, pero sonreí. Podía haberme dicho zorra o mala novia, y yo sólo asentía con una sonrisa por no entender nada. Antes de entrar en mi habitación, me aseguré que él entre en la suya, a unas cuantas de diferencia que la mía, y después ingresé con una sonrisa triunfante. 
Me bañé en la lujosa bañera, luego me cambié con un jean negro, una camiseta blanca simple, un abrigo grueso con una estampa vintage y una botita de cuero color crema en mi pie izquierdo, en el otro lado la bota de mi fractura. Dejé mi cabello suelto y luego me lo sequé con secador, dejando que pequeños bucles naturales se vayan asentando sobre mi castaño pelo. El perfume podía ser infaltable, al igual que el rímel y me senté en la cama con mi celular en manos cuando ya había terminado. Scooter me había enviado un mensaje hace cinco minutos, que no escuché por el ruido del secador.
“Te espero en el café de la esquina del hotel. No le avises a Lucia”. Miré desconfiada las letras del mensaje. ¿Qué querría Scooter ahora, como para que no avise a mi mamá? 
Guardé mi celular en un bolsillo del jean, las llaves y las muletas bajo mis brazos y empecé a caminar sintiéndome un robot. Tomé el ascensor y bajé hasta la planta baja para salir del hotel; creo que bajé más rápido en el ascensor, que lo que me costaba hacer una cuadra con todas estas personas preguntándome cosas que ni yo las sabía, obviamente, todo sobre la vida de Justin. Sólo mantuve mi boca apretada en una fina línea mientras intentaba no pisar ningún pie para no caerme. Hasta que llegué al café dejando atrás a todos, y largando un pesado suspiro contenido hace rato, busqué a Scooter con la mirada, él levantó una mano desde lejos y yo fui hacia ahí con un poco de esfuerzo en mi pierna izquierda que empezaba a temblar. 

–¿Cansada? –preguntó luego de escuchar mi ruidoso suspiro. Asentí con la cabeza pesadamente. 
–Tengo una sola pierna, y los periodistas me corrieron, literalmente –abrí mi boca para que ingrese aire y luego lo solté nuevamente. 
Scooter dejó escapar una carcajada. 
–Ahora cuéntame, estoy intrigada –tomé un sorbo de mi café y lo miré con ojos abiertos exagerados. 
Mi padrastro ladeó la cabeza para ambos lados, observándome con atención. 
–Necesito pedirte ayuda en algo –su voz misteriosa me puso nerviosa –. Quiero casarme con tu mamá. 
Dejé la taza sobre su plato, haciendo un estrepitoso ruido, por lo que varias personas cerca de nosotros se dieron vuelta a vernos. Tapé mi boca y ahogué un chillido de emoción. 
–¿A mi mamá? –pregunté emocionada, casi saltando. 
Mi yo interior estaba feliz, saltando en saltitos de una pierna.
–No, a mi ex mujer –respondió con sarcasmo, pero con una brillante sonrisa blanca. –¿Crees que debo hacerlo?
–¡Obvio que sí! –sentía ganas de pararme y abrazarlo, pero no podía porque me costaba siquiera pararme. –Si se llegan a casar, exijo cantarle a mi mamá. 
Él rió y asintió con la cabeza, y luego fue como si un peso de encima fue quitado de su rostro.

Y así pasamos media hora de la tarde, en el café. Yo tuve muchas cosas que contarle, como Mia me trataba (sin contar la escapada de la fiesta ilegal), la búsqueda de la tipa que me pidió que sea modelo, lo que sabía de Christopher y qué cosas estaban pasando con Jeremy y Justin. Fue lindo desahogarse por un momento, confiando a una persona importante para mí, permitiendo abrirme y dejar que me escuche sobre mis sentimientos con Justin. 

El concierto estaba hecho una locura; había visto a Justin nervioso y molesto, gritándole a medio mundo sobre qué cosas debían hacer, y también, aproveché para observar a la tonta de Katy cantar, (si es que a eso se puede llamar cantar). Ya aburrida, me senté en un sillón giratorio con una guitarra observando cómo el mundo se movía afuera de mi pequeña burbuja. Amaba tocar la guitarra, era lindo hacerlo porque lograba sentirme bien y tranquila por un tiempo. De repente, escuché gritar a varias personas, y me sorprendí al ver a Dan (el guitarrista de Justin) con la mano sangrando y algunos maquillistas y coordinadores atrás, entre ellos a mi mamá. 
–¿Qué pasó? –pregunté acercándome, dejando la guitarra en la silla. 
–La escenografía no estaba bien colocada, y Dan no se dio cuenta –respondió una chica que conocía como Miranda. 
Empezaron a vendar su mano con gasas, pero la herida era bastante grande y seguía sangrando sin parar. 
En silencio, admiré a mi mamá nerviosa y respirando fuertes y ruidosas respiraciones intentando calmarse con rapidez. Miraba en todas las direcciones, pasando su mano sobre su rubio cabello enrulado y mojando sus labios con la lengua en un gesto nervioso. 
–¿Y qué mierda hacemos ahora? –preguntó retóricamente, mirando hacia Dan herido, con She don’t like the lighs de fondo por el concierto. 
–Puedo tocar… –respondió él, e inmediatamente mamá negó con la cabeza. 
De repente, sus ojos me encontraron, encontrando emoción en ellos en menos de un parpadeo.
–¿Sabes los acordes de Fall, cierto? –preguntó luego de tomar una fuerte respiración. 
Abrí la boca para contestar; pero la cerré al instante cuando me tomó del brazo con cuidado y me llevó hacia donde había un número de guitarras, teniendo en cuenta de que tenía una incómoda bota.
Cuando me entregó una guitarra acústica, yo supe de qué se trataba esto.
–¡Mamá! –exclamé –, ¡No puedo tocar yo! 
–______... –habló jadeante –. Sólo este concierto. Te prometo que nunca más lo harás. 
Negué con la cabeza repetidas veces. 
¡Por supuesto que yo no quiero tocar Fall! 
–No, mamá, no lo voy a hacer –afirmé firme, frunciendo el ceño casi con enojo. 
Tenía millones de músicos, ¿qué necesidad de que yo lo haga? 
–Por favor… –pidió con sus ojos cargados de cansancio. –Por favor, _______. No puedo pedirle a nadie más, porque todos están ocupados en otros puestos. 
Me enfadé.
–¡Hubieran pensado en esto antes! ¡Siempre se necesita un reemplazo! –exclamé obvia, casi actuando indignada –Yo no tengo por qué hacerlo, y menos para Justin. 
Mi mamá rodó los ojos haciendo desaparecer esa pizca de emoción en sus ojos azules.
–Entonces por mí.

Pensé dos veces antes de negar con la cabeza. Es sólo por un concierto, una canción que antes la tocaba y cantaba con Justin; sólo unos minutos de música acústica y de la canción más especial de todas las que conocía, además, había visto esa parte un millón de veces y sabía cómo enfrentarlo; quizá no podía ayudar a Justin por mi gran resentimiento y este gran orgullo dañado, pero sí podía ayudar a todas las personas que trabajan detrás de esto, incluida mi mamá y Scooter. 
Tal vez podía hacerlo, con un poco de esfuerzo. Seguramente tendré tiempo luego para arrepentirme.

Respiré fuertemente y exhalé mirando hacia otro lado. 
–Está bien. 

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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora