Capítulo cuarenta y seis.

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Cuadragésimo sexto capítulo de Caer ~ Mi corazón roto en miles de pedacitos.
MARATÓN FINAL ½. 
PENÚLTIMO CAPÍTULO. 

{Escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=5anLPw0Efmo }

Me quedo helada. Sólo… no sé qué hacer porque no sé cómo reaccionar. Sé que si hablo, voy a largarme a llorar apenas abra la boca; sé que si lloro, haré que Scooter se sienta peor de lo que se siente. Y no podría aguantar nada de eso. 
Quedo petrificada, sintiendo como mi presión cardíaca se eleva latiendo desenfrenadamente. Pienso lo estúpida que soy cuando un sollozo se escapa de mi boca, y no tengo otra opción cuando me alejo de todos ellos para sentarme en la otra punta del pasillo, lejos de todos. Ignoro sus llamados para que vuelva, y me atino a juntar mis piernas en mi pecho y agradezco interiormente que este hospital esté vacío. 
En este momento quiero estar sola y llorar sola y sentirme sola. No necesito la ayuda de nadie, ni que nadie me tenga lástima. 

Me aterraba… estaba asustada de que mi mamá o Matthew muera. Ambos eran importantes para mí; ella era mi madre, la que me crió, la que atravesó un montón de cosas sola, la mujer más fuerte que conozco… ¿y ahora estaba en peligro? Esto… esto no estaba en mis planes, creo que en los planes de nadie; y me dolía pensar una vida sin ella. Por otra parte, me había entusiasmado demasiado con tener un hermano, Dios, sabía que a mi mamá y Scooter les costó un horror el que quede embarazada… ¿y ahora nada? 
¿Qué hicimos, Dios? ¿Algo malo hechos hecho? No nos merecemos esto… no entiendo qué clase de Karma es este, y tampoco comprendo porqué a ella, que soñaba con su bebé y era feliz teniéndolo en su vientre. 
El fuerte repiqueteo de mi corazón aterrado llena de dolor mi pecho; esto es mucho peor que los dolores que sentí antes, en toda mi vida; inclusive de ese día en el que mi mamá no aparecía. Abrazo mis piernas con mucha fuerza y apoyo el lateral de mi cabeza en mis rodillas para cerrar los ojos mojados. Mis pestañas húmedas chocan con mis pómulos empapados y fríos de lágrimas. 
<<Mamá te amo… Matthew te amo, por favor no se vayan… por favor, por favor Dios, sólo una oportunidad>>. 
Rogaba y rogaba, todo el tiempo que estuve sentada sola. No era una chica de rezar mucho, sólo por las noches para agradecer un día más de vida. Pero ahora no sabía qué hacer. Estaba desesperada como mil infiernos. 
Nada estaba a mi alcance para solucionar las cosas… ya era tarde y estábamos a la deriva. Que triste era pensar que ayer fue un día festivo, hermoso y lleno de amor, y hoy un día vacío, triste y doloroso.

Por Dios… todavía no había oído hablar al médico, ni tenía mucha información, pero me encontraba casi rendida, como si sabía que algo malo se acercaba. 

Me sobresalto cuando alguien se sienta a mi lado, colocando su mano en mi espalda. Y al abrir los ojos, veo a Justin a mi lado, con una mirada preocupada. 
–Todo va a estar bien –pronuncia. 
Oh, como me gustaría creer esas palabras que antes significaban todo un mundo para mí. Ahora eran sólo eso… palabras que el viento llevó. Él había roto cada promesa que hicimos, y sinceramente, no quería hablarlo ahora.
–Quiero estar sola –apenas farfullo, luego de suspirar y cerrar los ojos. Ese acto, hace que una lágrima caiga al suelo del hospital. 
Su mano se aprieta en mi espalda, intentando dar apoyo. Pero no se mueve, y yo me siento cohibida por su presencia. 
–No voy a dejarte –susurra, como si alguien más estaría cerca de nosotros.
–No estoy de ánimos para discutir Justin, basta –digo con brusquedad sentándome derecha, pero sin quitar su mano de mi espalda.
No quería apartarme, por el simple hecho, y aunque me costaba admitirlo, que era bonito sentir corrientes cálidas y eléctricas por mi cuerpo, sólo por su simple tacto. 
–Sólo quiero que nos apoyemos esta vez –contesta, con su voz calmada. 
Lo miro con perplejidad en mis ojos. 
–Yo no quiero hablar, he dicho. Aléjate –quería que se vaya; deseaba que mis palabras sean lo suficiente duras para que lo haga. 
Y una parte de mí, la parte egoísta, quería que él sienta mi prepotencia al hablar y que le duela como a mí me lastimó a lo largo del último año. Sabía que eso no sería posible, porque para él yo no significaba ni un poquito de lo mucho que a mí me importaba. 
–Lo lamento por todo, ¿sí? –sé que mis palabras no tuvieron el efecto deseado, y sólo quiero apartarme pero a la vez no puedo. 
Niego con la cabeza, y quito mi mirada de él. 
–Pasado pisado –susurro. 
–¿Estás diciendo que me perdonas? –pregunta. 
No puedo evitar cerrar los ojos y apoyar la cabeza en la pared. Una lágrima cae por mi mejilla aún con los ojos cerrados. 
–No entiendo qué perdonar. 
No sé que me duele tanto, si el riesgo de mi mamá o el hablar de estos temas con Justin. Quizás todo. 
–La última vez te besé y no debería haberlo hecho… sé que estás enfadada por eso. 
Trago saliva y suspiro. Al abrir mis ojos y mirar el techo nubloso, más lágrimas caen. 
No puedo creer que él piense que el beso lo arruinó todo, y no el que se drogue y arme todos los escándalos que armó. 
–No importa, ¿sabes? He besado mucha más gente. Todo el mundo se besa siempre, Justin. Sólo fue eso… un beso, ¿bien? Un maldito beso, y no estoy enfadada por eso –trago saliva poniéndome histérica. Sé que no es el lugar ni el momento, pero estoy demasiado estresada para evitar comportarme y no puedo evitar mentir–. Estoy enfadada por lo imbécil que fuiste, que eres y que serás. Te drogas Justin, ¡y actúas como si eso está bien! 
Él bufa.
–Vine con intenciones de hablar bien –dice, con resentimiento en su voz. 
Y las siguientes palabras, las pronuncio mirando sus ojos, casi saliendo llamas de los míos. 
–Me recuerdas a mi maldito padre, por eso debo alejarme de ti. 
Sin quitar la vista de sus asquerosos ojos mieles, me levanto y me alejo hacia donde están todos de nuevo. No quiero decir que es asqueroso, pero debo odiarlo, necesito aprender a odiarlo. 

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Pasan tres horas más y ya no me quedan uñas para comer, ni lágrimas. Mi estómago está vacío, pero no tengo hambre y aunque debería comer, no quiero y prefiero seguir sentada con Scooter y Amanda mientras todos vuelven al hotel para comer rápido y volver. 
Son incontables las veces que recé en las últimas cuatro horas… sólo deseo que estén bien. 
Pero entonces, el médico sale de la puerta quitándome del asiento. Me levanto como puedo, torpe por no caminar por tres horas y siento mi corazón en la boca. 
<<Por favor, Dios… por favor acompáñame una vez más>>. 
Los tres nos acercamos a él, casi desesperados y se nota en nuestros rostros. 
Cuando él levanta la vista, veo sus grandes ojos marrones en cada uno de nosotros, y yo ahogo un gemido. El hombre tiene los ojos cansados, el ceño fruncido levemente y una mirada compasiva. Yo, por mi parte, siento mis ojos temblar de nuevas lágrimas. 
Por lo que pareció una eternidad, él dice:
–Lo siento… –mi corazón se rompe, lentamente –. La paciente pudo superar la operación… el bebé no. Lo lamento muchísimo.
Se rompe en miles de pedacitos. 

Muerdo mi mano en un intento de no gemir de dolor. Duele mucho, duele tanto… no puedo dejar de sentir mi pecho arder, mis rodillas tiemblan y caigo al piso, oyendo como mi corazón termina de romperse. 
Scooter cae a mi lado, y por primera vez, lo veo débil y sin fuerzas. Cuando me abraza con fuerza, clavo mi cabeza en su hombro y no puedo dejar de llorar. 
No puedo, no se puede. Mi hermano… mi hermanito murió. Ni siquiera lo conocí, pero ya lo amaba, ya lo sentía en mis brazos y lo cuidaba. Imaginé el momento en el que lo llevaría a todos los estadios, cuando le enseñara a andar en bicicleta, o regalándole regalos en navidad. Iba a ser el hermanito más hermoso de todos… ¿y ahora? ¿Qué haré? Las ilusiones que me hice duelen… y aunque sé que debería estar feliz porque mi mamá se encuentra bien, no puedo evitar sentirme desilusionada. 
Ni siquiera me di cuenta cuando Amanda también nos abrazaba a ambos y lloraba con nosotros. Somos tres personas, que amamos a ese bebé y ahora nos quedamos sin nada. No podía creer que el bebé lo había perdido, no podía.
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Nunca digas nunca |JbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora