CAPÍTULO 27

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Señor Taylor, esta noche jugamos a la seducción, en donde yo fui la lujuria que lo provoca y usted la pasión que me domina por completo

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Señor Taylor, esta noche jugamos a la seducción, en donde yo fui la lujuria que lo provoca y usted la pasión que me domina por completo. A mi usted me sigue gustando, porque es mi amanecer imposible, pues no sé hasta cuándo tendré la oportunidad de disfrutar la frescura de una mañana a su lado.

Señor Taylor, yo no tenía ningún vicio, hasta que apareció usted en mi vida. El deseo insaciable que siento por usted es el mejor vicio que he tenido. Mucho de lo que está prohibido suele hacernos felices, y usted es una de esas prohibiciones que me hacen feliz. Cada vez que nuestros vehementes cuerpos se toman su descanso, mi piel y sus labios siempre seguirán teniendo conversaciones pendientes, pues estas nunca se darán por terminadas.

A veces cometer un pecado, es la entrada al paraíso. El paraíso, es ese momento en el que me encuentro después de todas las sagacidades hechas con el señor Taylor, sólo un hombre como él sabe cómo complacerme, sabe cómo sofocar las llamas en que arden en mi cuerpo. No es que sea una experta en el sexo, o que haya tenido muchas parejas. Pero, el señor Taylor es el primer hombre en mi vida del cual jamás olvidaré.

Él tiene muy presente el efecto que causa en mí, el efecto alucinógeno que sus dedos me provocan cada vez que hacen sus trazos en mi piel, la manera en que distribuye esos candentes besos por todo mi cuerpo hace sentirme en el punto más placentero que pueda existir en este universo.

Mi respiración comenzaba a normalizarse, mi mejilla derecha estaba posada en una suave y cómoda almohada, mis senos estaban oprimidos, puesto que en la posición en que me encontraba era boca abajo. Mi desnuda espalda estaba siendo acariciada por los húmedos besos de Roger, comenzaba a entrecerrar los ojos disfrutando de esas caricias que son tatuajes para mi piel, percibí como lentamente sus caricias cesaron y Roger se retiraba lentamente de la cama.

Me giré inmediatamente y observé cómo se volvía a colocar su ropa. Por un momento mi imaginación me hizo crear escenas que jamás sucederán, por unos segundos, se atravesó el vago pensamiento de despertar con Roger todos los días a mi lado después de haber tenido una noche lujuriosa.

Observar cómo cada mañana sale de la ducha para poder vestirse con uno de sus finos y bien planchados trajes, verlo partir a la oficina, no sin antes decirme que vendrá a la hora de la comida para que pasáramos tiempo para poder disfrutarnos, prácticamente comenzaba a imaginar una vida con Roger.

Moví ligeramente mi cabeza ante semejante estupidez, mi mirada se posicionó sobre sus dañadas manos, como estas ejercían la acción de abotonarse la camisa, hasta que lo interrumpí e hice a que me prestara atención.

—¿Por qué no te quedas? —pregunté, con una voz pacífica y acomodándome en la cama, a modo de quedar sentada y cubrirme con la sábana blanca. Observé cómo se detuvo justo en los últimos botones para verme a los ojos.

—Para qué quedarme... Si me lo dejaste muy en claro —expresó, con algo de sequedad—. Tú y yo... No somos nada.

La autoridad que desprendían esos topacios azules, y el tono de voz que usó hizo que no pudiera sostenerle la mirada. Mis ojos viajaron a la sabana en que mi cuerpo desnudo se encontraba envuelto. No podía contradecirlo, tenía toda la boca llena razón, yo misma le dije eso, pero fue por el enojo que sentía, dije las cosas sin pensar y ahorita mismo estoy demasiado arrepentida de haberle dicho eso. Me tragué todas mis palabras.

Young and beautiful •|Roger Taylor y ______|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora